Erase una vez un pequeño país del norte de Europa conocido y amado por su generosidad y su apego a los valores liberales, de los cuales se sentía orgulloso. Era un ejemplo para todos. Su nombre era Dinamarca. Hoy en día los daneses saltan a los titulares por sus posturas xenófobas y tienen las leyes de inmigración más restrictivas de Europa, un verdadero insulto al pensamiento liberal.
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Desde Dinamarca
Un mal cuento de hadas
Al día siguiente del endurecimiento de las reglas en materia de reagrupación familiar en Dinamarca, el Jyllands-Posten apela al cuento de Andersen que relata lo que le ocurrió a “Hans el Palurdo”: "¿A quién elige la princesa por esposo? ¿A uno de los dos hermanos muy instruidos? El primero tiene estudios y se sabe de memoria todo el léxico latino e incluso tres años del periódico de la ciudad; el segundo tiene excelentes cualificaciones profesionales: sabe bordar arreos pero también hablar sobre el Estado. Hans el Palurdo, el tercer hermano, no tiene ni títulos ni recomendaciones y, sin embargo, fue él el que conquistó el corazón de la princesa y obtuvo la mitad del reino. Moraleja de la historia: prima el ser humano y al amor le importan un bledo los conocimientos artificiales. Es la revancha del pueblo contra la élite". Pero "¿qué haría la princesa hoy si tuviese que traer a Hans el Palurdo a Europa?"
La directiva europea sobre el derecho de residencia, recuerda el diario, "prohíbe cualquier discriminación por razones como el 'sexo, raza, color, origen étnico o social, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual'". El Jyllands-Posten precisa que "varios fallos del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas han interpretado estas reglas en un sentido muy amplio" y que "la UE ha considerado recientemente dar más peso al principio de unidad familiar durante la instrucción de las solicitudes de asilo".