¿Qué fue lo que destapó la crisis?

Las dificultades de los países víctimas de la crisis de la deuda no se deben únicamente a la especulación internacional ni a la mala gestión de las finanzas públicas, sino también a su incapacidad de generar riqueza. Es el caso de Portugal, que nunca logró adaptarse realmente al euro.

Publicado en 18 noviembre 2010 a las 17:11

Cabría llamarlo la historia del corcho. Es una historia que se desarrolla en Portugal, pero es aplicable también, con algunas variantes, a otros países europeos. Nos enseña que los portugueses son los mayores productores y exportadores del corcho utilizado para la fabricación de los tapones de las botellas. El corcho se fabrica a partir de la corteza del alcornoque y de la tierra de la que crece.

Nada más sólido y concreto, en contraposición a los préstamos, las deudas, las letras de cambio y los contratos derivados, en resumen, de todo ese “festín del diablo” que ha provocado la crisis. Si estas bucólicas premisas fueran ciertas, la crisis de la economía del papel no tendría por qué haber afectado a la del corcho. Sin embargo, lo que ha ocurrido es exactamente lo contrario.

¿Cómo es posible que pequeñas naciones europeas como Portugal se tambaleen bajo los golpes de la especulación? De entrada, es precisamente por tamaño: hoy, sus bonos del Tesoro son adquiridos por colosos financieros cuyo balance supera el de muchos Estados.

Un endeudamiento del 300% del PIB

En segundo lugar, es porque estos países tienen demasiadas deudas, tanto públicas como privadas: a pesar de la política fiscal de austeridad, sus gobiernos no consiguen cuadrar los números. La economía irlandesa representa el 1,7% de la zona euro; sin embargo, los bancos irlandeses han absorbido una cuarta parte de los fondos ofrecidos por el Banco Central Europeo (BCE). Grecia, con el 2% del PIB de la zona euro, ha absorbido el 17,3% del dinero procedente de Frankfurt.

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Portugal, menos voraz, representa el 8% del producto bruto de la zona euro y sólo ha absorbido el 7,5% de los préstamos. Sin embargo, los portugueses están más endeudados que los griegos: si se suman las deudas de los hogares, las empresas y el gobierno, se alcanza el 300% del PIB, mientras que en Grecia es el 240%.

Por último, existe una tercera razón, ciertamente la más importante a largo plazo: estos países no logran producir suficientes ingresos para pagar sus deudas. Portugal, con una ratio del 7,2% entre la deuda y el PIB, prevé un crecimiento del 0,7% este año. La agencia de calificación Standard & Poor’s, que es la que anima a los mercados, espera en cambio un decrecimiento del 1,8% para el próximo año.

Vayamos al núcleo del sistema. Portugal ha tardado mucho en salir del subdesarrollo en el que la había mantenido la dictadura de António Salazar. La Revolución de los Claveles de 1975 hizo posible la instauración de la democracia, pero no el bienestar, al menos no inmediatamente. Hubo que esperar hasta la década de 1990 para constatar un verdadero desarrollo económico, aun cuando la economía del país siga siendo marginal. Sus exportaciones están integradas por mercancías de escaso valor añadido.

Sus relaciones más estrechas son con España —con la que ha desarrollado una especie de dependencia—, en segundo lugar con Francia y Alemania, y por último con Angola, antigua colonia africana que le proporciona sobre todo petróleo. La producción principal de Portugal es textil, un sector en el que era competitiva gracias al coste de la mano de obra antes de la irrupción de la Europa del este en el mercado. Luego llegó el euro.

Vivir con una divisa fuerte

De un día para otro, Portugal comenzó a vivir, producir, vender y exportar con una divisa fuerte, más o menos tan fuerte como el marco. No es pues ninguna casualidad que la situación comenzara a empeorar desde 2001.

El crecimiento real de los diez últimos años ha sido cinco puntos inferior a la media del conjunto de la zona euro. Portugal no consiguió aprovecharse del boom español y la industria portuguesa ha perdido presencia en el mercado en todos los sectores de la economía.

En un estudio comparativo que se extiende de 1995 a 2005, el Fondo Monetario Internacional muestra una caída de la economía portuguesa en todos los sectores principales, y que afecta tanto al textil y a la ropa como a la producción de corcho. El balance también es negativo en el sector de los servicios, incluso en el turismo, que representa la principal actividad terciaria en Portugal. Se trata de tendencias a largo plazo, que no se explican únicamente por el euro.

El fracaso en la reconversión de la economía

Sin embargo, la entrada en la moneda única exigía una profunda reconversión, un salto competitivo fundado en la calidad y no sólo en la política de precios; en resumen, una reconversión total de la economía.

Durante este tiempo, los pérfidos productores de vino -empezando por los franceses- han comenzado a utilizar la silicona, e incluso -el colmo del horror- tapones de metal para los vinos blancos, que no necesitan envejecer. Así, lo que parecía como un nicho de excelencia en términos de materia prima y especialización de la producción, pues en ningún otro lugar del mundo los hombres y las máquinas saben trabajar con la misma calidad la corteza del alcornoque para convertirla en auténticos tapones, ha dejado también de funcionar.

En resumen, se trata de una prueba más de que lateoría ricardiana de la ventaja comparativa y la especialización industrial no ha resistido los cambios en los gustos, la estrategia de los vinateros y las exigencias de la reducción de costes.

La economía del corcho, la primera afectada

Corchos, porto, vinho verde, ropa, componentes electrónicos, turismo: todos los elementos importantes en la balanza comercial portuguesa han perdido peso, con el resultado de una pérdida de riqueza para el país. Antes del estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, Portugal era considerado como un país en dificultades; antes que la economía del papel, la primera víctima de la crisis ha sido la economía del corcho. Y el pánico financiero hizo el resto.

Fue en este momento cuando intervinieron los bancos. Las familias portuguesas, antes tan dadas al gasto como las italianas, se endeudaron con sus bancos. Con el agravante de que éstos recurrieron de forma masiva a los préstamos extranjeros. Esta fuerte dependencia ha hecho que la economía portuguesa, ya de por sí débil y poco competitiva, terminara siendo tan vulnerable como la griega. Nadie está inmunizado ante el gran contagio de la crisis, pero los países con estructuras económicas más delicadas son los más expuestos. Las economías que, aun estando especializadas en sectores de excelencia, saben conservar una amplia gama de actividades en el sector industrial y de servicios, pueden salir mejor de la situación.

He aquí pues otro país que ha vivido por encima de sus posibilidades, menos por causa de los derroches públicos y de la pereza privada que de su incapacidad de adaptar su propio sistema al nuevo contexto creado por la moneda única.

Empleo

Mujeres y niños, primeras víctimas de la crisis

Más de 600.000 personas se encuentran ya sin empleo, titula el 18 de noviembre el Jornal de Notícias, mientras que las previsiones de la OCDE indican que la tasa de desempleo en 2011 debería pasar del esperado 10,7% a 11,4%. Según un economista citado por el diario portugués, el aumento en casi 62.000 desempleados en los tres últimos meses es debido fundamentalmente al aumento de productividad en las empresas. El colectivo más afectado por el paro son las mujeres (12,4% de los desempleados) y los jóvenes menores de 25 años (23,4%).

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