Un inmueble de Vukovar bombardeado en 1991 (fotografía de junio de 2013).

Una segunda oportunidad para Vukovar

En 1991, Europa no logró proteger a los habitantes de esta ciudad mártir de las guerras en la antigua Yugoslavia. ¿Podrá ayudarles hoy a librarse de sus viejos demonios?

Publicado en 23 julio 2013 a las 11:31
Un inmueble de Vukovar bombardeado en 1991 (fotografía de junio de 2013).

Leo ha esperado 17 largos años para poder volver a esta ciudad destruida por la guerra. Para escapar a los combates, huyó a Split, donde era más fácil vivir. “Nací aquí”, comenta encogiéndose de hombros. “Reconozco a la gente por la calle, pero han cambiado. Nos hemos convertido en extranjeros entre nosotros”, afirma Leo y cuenta que después de la guerra esperaba haberse encontrado con unas calles en las que por la mañana los vecinos se saludaran con amabilidad e intercambiaran unas palabras.

Pero en cambio, se ha encontrado con un muro de silencio y recelo. Durante la guerra en la antigua Yugoslavia, Vukovar sufrió un terrible asedio durante meses. Una experiencia que se siente en las calles hasta en la actualidad. Aquí sigue reinando una tensión entre los habitantes serbios y croatas. Y para Leo, los cambios en la ciudad no son sólo estéticos. Porque si la amistad es quizás lo mejor del mundo, no es algo que se pueda imponer.

Cuando el 1 de julio la Unión Europea dio la bienvenida a Croacia como nuevo miembro, en Vukovar se vivió este acontecimiento con un gran silencio. [[Nadie salió a las calles para agitar las banderas y una vez que finalizó el concierto, la fiesta había acabado]]. Europa y Vukovar ya se encontraron una vez. Hace 21 años, durante la guerra, los habitantes de esta ciudad situada en la frontera con Serbia esperaron en vano que los europeos les ayudaran. Pero esa UE en ciernes no fue lo bastante fuerte como para hacer frente a los demonios de los Balcanes. Durante la ocupación de los serbios, la ciudad fue destruida casi en su totalidad. Con el regreso de la bandera con estrellas amarillas al lugar del crimen, la cuenta atrás se vuelve a poner en marcha por segunda vez.

En primer lugar, Vukovar es una ciudad pequeña, de apenas 30.000 habitantes. El pasado sólo se manifiesta de forma intermitente al pasear por sus calles. Con un edificio totalmente destruido, en medio de una plaza. O descubriendo, entre las nuevas construcciones, la torre del depósito de agua arrasada por los impactos de las granadas y que se ha conservado como un monumento funerario.

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La guerra de las cifras

Muchos croatas no pudieron volver a Vukovar hasta 1998, pues hasta entonces la ciudad se encontraba bajo administración serbia. Las peleas para saber a quién pertenece la ciudad prosiguen hoy. La última batalla hasta la fecha es la relativa a los carteles bilingües. Según la ley croata sobre minorías, los serbios tienen derecho a que se coloquen carteles en cirílico, ya que representan más del 30% de la población de la ciudad.

Una idea que exaspera a los veteranos de la guerra. Estos afirman que las cifras del censo son falsas y que el número de serbios que viven en Vukovar sólo llega al 20%. [[“Siguen queriendo apoderarse de nuestro territorio. Lo único que han hecho ha sido suavizar sus métodos de combate”]], afirma indignado Zdravko Komsic, un antiguo defensor de la ciudad.

Mirjana Semenic-Rutko también opina que el número de serbios en Vukovar es menor de lo que indican las cifras oficiales. Esta propietaria de una consulta ginecológica trabajó durante la guerra en un hospital local. Hoy es miembro del partido nacionalista de la Unión Democrática Croata (HDZ). “Cuando se pierde a alguien en la guerra, el dolor no dura sólo unos días. Se vuelve parte de la persona. Los de Vukovar no fuimos quienes dispararon y matamos a personas”. Le recordamos que los croatas también mataron a personas. Y entonces admite “que en ninguna guerra existe un bando que no haya cometido crímenes”. Pero según ella, la diferencia estriba en el hecho de que los croatas reconocieron los crímenes que cometieron. “Los serbios deben hacer lo mismo”, afirma esta doctora con vehemencia.

Pero los serbios plantean otras reivindicaciones. “Sólo exigimos aquello a lo que tenemos derecho por ley”, afirma Dusan Latas a propósito del enfrentamiento sobre los carteles bilingües. Es el representante de los serbios en la población de Borovo, cercana a Vukovar. Pero le preocupan las manifestaciones violentas. “Me dan miedo las concentraciones de protesta con uniformes, en las que se agitan banderas militares”, explica. “Aunque no las organizan la gente de aquí. Mantenemos unas relaciones buenas”, intenta convencernos.

Enfrentarse al pasado

La guardería local es un ejemplo que ilustra las excelentes relaciones que mantienen serbios y croatas en Vukovar. El centro posee dos entradas distintas. Por la primera entran los niños serbios. Por la segunda, los niños croatas. En el edificio, los descendientes de las dos comunidades disponen de sus propias aulas. Los serbios y los croatas únicamente comparten el patio. Y si bien no hay ninguna valla que les separe, la frontera no se puede traspasar. “[[En el patio de recreo, las actividades se dividen entre niños serbios y niños croatas]]. Los profesores vigilan para que se respete este orden, porque no les gusta que los niños se mezclen”, explica Andreja Magoc, psicóloga en el colegio de primaria.

A pesar de todo, nadie desea enfrentarse de nuevo a la guerra. “Somos personas normales y queremos vivir como en cualquier otro lugar”, comenta el médico Semenic-Rutko. “Pero no debemos olvidar lo que sucedió y los niños deben poder vivir en paz”.

[[En este sentido, la conclusión de los procesos judiciales por los crímenes de guerra podría ser un buen comienzo]]. Y entonces la Unión Europea podría ser de gran ayuda. Al ejercer presión sobre Croacia antes de su adhesión, la obligó a enfrentarse a su pasado y a sus crímenes de guerra. Para Vukovar, el juicio de Vojislav Seselj resulta aún más importante: él fue quien organizó las unidades paramilitares que destruyeron la ciudad y asesinaron a sus habitantes.

“Ambas partes deben realizar un ejercicio de reflexión histórica. Lo que pasó realmente se ha revestido de una gran mitología”, señala Filip Tesar, especialista checo sobre los Balcanes. Opina que al cerrar al menos simbólicamente un capítulo del pasado, los procesos judiciales podrían abrir la puerta a un diálogo que resulta indispensable. El psicólogo Charles David Tauber, cuyas investigaciones se centran en los traumas posteriores a la guerra en Vukovar, comparte la misma opinión. Según señala, los habitantes tejen su propio relato de lo que sucedió, a partir de lo que vieron. “Después transmiten sus propios traumas y su visión personal de lo que sucedió a sus familias, a su comunidad y a las siguientes generaciones".

Por lo tanto, Tauber considera que la UE deberá enfrentarse a estas experiencias de guerra, tanto en Vukovar, como en otros lugares que ahora forman parte de Europa, al mismo tiempo que los habitantes de los Balcanes. “Con la reconciliación de Croacia y Serbia, el proyecto de unificación europea podría constituir para los Balcanes un logro de una magnitud simbólica tan importante como lo que representó para Europa Occidental la reconciliación de franceses y alemanes”, concluye Tesar. “Si lo logran, será una señal muy fuerte para los demás países de la región”.

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