Noticias Manifestaciones en Bulgaria
Un cara a cara entre manifestantes y policía, ante el autobús en el que los diputados tratan de abandonar el Parlamento, en Sofía el 23 de julio de 2013.

El poder se aferra al vacío

Entre 2.000 y 3.000 personas sitiaron el Parlamento búlgaro el 23 de julio, impidiendo a los diputados y a los ministros salir del edificio durante varias horas, hasta que la policía los dispersó. Tras 40 días de manifestaciones, el Gobierno parece estar cada vez más desconectado de una sociedad en plena evolución.

Publicado en 24 julio 2013 a las 14:54
Un cara a cara entre manifestantes y policía, ante el autobús en el que los diputados tratan de abandonar el Parlamento, en Sofía el 23 de julio de 2013.

El poder se repliega sobre sí mismo. Las barricadas alrededor de la Asamblea Nacional y el cordón policial desplegado alrededor del edificio nos transportan a los tiempos de la caída del comunismo y a los periodos de crisis de Bulgaria. El proyecto comunista, maníaco y paranoico, convencido de que alguien quería arrebatarle el poder que obtuvo con sangre y violencia, era a pesar de todo expansionista: intentaba controlar y dirigir a las masas, organizaba las manifestaciones de los obreros, para escenificar la unidad de la nación y del partido.

En la actualidad, ese mismo poder se encuentra en manos de los “descendientes del Politburo”, pero con un estilo totalmente distinto. Se trata en primer lugar de una forma de aislamiento, de un gobierno mediante el miedo, de una opacidad culpable. [[Es un poder de barricadas, de “barricadas ante los ciudadanos”]], como se podía leer en una pancarta.

En cambio, jamás se han colocado barricadas delante de la presidencia de la República. Como si el presidente Plevneliev [del partido de Ciudadanos para el Desarrollo Europeo de Bulgaria, GERB] no tuviera miedo de los manifestantes. Existe un poder anónimo, que se afana en tomar decisiones sin ninguna transparencia y que se siente aliviado por haber sobrevivido de un día para otro. Es el poder que impone, de una forma muy opaca, los nombramientos de los gobernantes y de los altos funcionarios.

El control del poder sitia Internet

Más allá del estado del panorama político y del descontento popular, podemos constatar que la política búlgara apenas está más desarrollada que las grandes ideas de finales del siglo XIX. O, en el mejor de los casos, de antes de la caída del muro de Berlín.

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Si abrimos los ojos, vemos que el primer ministro Plamen Orecharski [del Partido Socialista, en el poder desde el 29 de mayo de 2013] lleva la máscara de la monarquía, que le gusta dirigirse a la nación como un dirigente soberano, convencido de que la sociedad debería aceptar en silencio cualquier nombramiento y cualquier acción. Lo que ni el Partido Socialista ni sus aliados pueden comprender es que el panorama político ha cambiado con la globalización y con el surgimiento de la sociedad de la información.

No es algo que ocurra únicamente en Bulgaria, sino en todo el mundo, incluso en Turquía y en Egipto. [[Actualmente, los ministros y los diputados ya no son meras figuras de autoridad, sino más bien productos de consumo de masas]]: la sociedad espera que den explicaciones constantemente, o bien se les echará de un plumazo de la escena política.

Esta situación se produce cuando el poder se desplaza hacia un nuevo espacio de control: Internet y las redes sociales, donde se forma una nueva transparencia democrática. Independientemente de dónde se encuentren en el mundo, los ciudadanos ya no se contentan con asumir la función de electores una vez cada cuatro años y que mientras otro decida su destino. Está surgiendo una nueva forma de ciudadanía. Y puede acabar con las nefastas reincidencias de cualquier Gobierno.

Los dirigentes del país se ven superados

Se trata de la formación de un nuevo espacio a través de las estructuras ciudadanas en red, y que probablemente sabrá transformar los partidos tradicionales desde el interior. Esta nueva democracia creada a partir de las redes sociales puede acabar con el statu quo de las redes clientelistas, tan características de los Partidos Socialistas y sus socios. Puede acabar con el feudalismo político y con todas sus prácticas, como la compra de votos. Se está formando una nueva soberanía que se extiende hacia abajo, a través de la descentralización y hacia arriba, a través de las instituciones europeas y los mercados financieros.

El poder, privado de su esencia, se convierte en un caparazón vacío, colocado entre los diferentes centros del poder. De ahí que las barricadas intenten transmitir un mensaje, o más bien un hechizo carente de sentido. El hábito es lo que les impulsa a buscar el apoyo mediante la división, enfrentado a unos ciudadanos con otros, a Sofía con la provincia, o incluso una manifestación a favor del Gobierno frente a las manifestaciones masivas.

Los dirigentes del país siguen sin comprender que la nueva ciudadanía de las redes sociales corta el vínculo tradicional entre política y teoría, y que sólo es cuestión de tiempo que las distintas regiones del país se reorganicen siguiendo el principio de esta democracia que supera el concepto del territorio. Los dirigentes del Partido Socialista, Serguéi Stanichev, y del Movimiento de Derechos y Libertades [el partido de la minoría turca, representado en el Gobierno], Lutvi Mestan, buscan desesperadamente una táctica anclada en el espíritu de la transición democrática, que va camino de suprimirles. Al mismo tiempo, se aferran al poder por todos los medios, dispuestos a entablar los compromisos necesarios, incluso con la oposición del partido GERB del exprimer ministro Boiko Borissov. Son personas totalmente convencidas de que están destinadas a dirigir.

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