Europa es la mejor oportunidad de Egipto

Ante los acontecimientos que sacuden Egipto, la UE debe volver a confesar su impotencia. Sin embargo, por utópico que parezca hoy en día, es la única que puede guiar al país hacia un régimen político moderno.

Publicado en 21 agosto 2013 a las 16:29

No se tiene constancia de ningún vídeo ni fotografía de la visita de Catherine Ashton a Mohamed Morsi, prisionero de los generales egipcios [desde el 30 de julio]. Sin embargo, el intento desesperado de la mediación de la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, causó una gran impresión. Para tener la oportunidad de ver a Morsi y de departir con él, quien representa a 570 millones de europeos se montó en un helicóptero, se encaminó hace tres semanas hacia un lugar desconocido y se plegó a las condiciones del nuevo régimen.
Hoy, cuando la tragedia de El Cairo no ha podido evitarse, esa imagen recupera todo su vigor. Sin duda alguna, muestra a una mediadora cargada de buena voluntad, pero que sigue siendo débil. Los ministros de Exteriores de la UE, que se reunirán en una sesión extraordinaria el 21 de agosto en Bruselas, no deben solamente encontrar una solución a la violencia que tiñe de sangre Egipto, sino también la imagen de su propia impotencia.
Los europeos tienen constancia hoy en Egipto de lo que han hecho durante años en Siria: no tienen un peso decisivo en el curso de los acontecimientos. Esto se aplica tanto a la Unión en su conjunto, como a los Estados miembros. Sea individual o colectivamente, hasta ahora, los europeos han sido incapaces de ejercer la suficiente presión para que, aunque sólo sea temporalmente, los líderes militares descarten sus planes de borrar a los Hermanos Musulmanes del mapa político.

[[Aunque los ministros de Asuntos Exteriores no pueden hacer nada por el momento, esta reunión es al menos una buena medida]]. En primer lugar, porque nada sería más lamentable que resignarse a la impotencia ante la hecatombe que está teniendo lugar. Además, porque Europa, tan utópica como pueda parecer hoy en día, sigue siendo la mejor opción de Egipto, incluso sin lugar a dudas la única. Puede que la Unión Europea pueda ser reemplazada como socio capitalista (por ejemplo por Arabia Saudí), pero como guía hacia un régimen político moderno no es posible que otro ocupe su lugar.

No tomar distancia

Resentidos por la crisis del euro y contrariados ante la visión de un Oriente Próximo devastado, los europeos se han acostumbrado a tomar distancia de los acontecimientos, lo que no hace sino subrayar sus propias debilidades. Sirva como ejemplo: una representante de Asuntos Exteriores que se autoinvita con sigilo y sin tener las ideas claras; un nuevo Servicio para la Acción Exterior que no cumple las expectativas; unos Gobiernos nacionales que defienden sus propios intereses, en ocasiones sin ningún escrúpulo, como los británicos y los franceses; y, otras veces, con celo y precipitación, como Alemania, encarnada en su ministro de Asuntos Exteriores. A todo esto hay que añadir la ausencia de una fuerza militar conjunta.

Lo dicho es justo, pero puede relativizarse si se toma un poco de distancia. El ejemplo estadounidense lo ha demostrado: en la coyuntura actual la fuerza no consigue obtener mucho en un mundo árabe en crisis. Que sea haga de manera colectiva no hace que la política exterior sea inmune a la desorientación, tal y como demostró el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, cuando llegó a declarar que el golpe egipcio emanaba de la voluntad popular. Ahora mismo, los únicos que pueden mostrar determinación son quienes no tienen ningún problema con la violencia, pues va en el sentido de las relaciones de poder que les vienen bien en la región (una vez más, los saudíes).

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La credibilidad de la UE es la que puede hacer que sea eficaz, si realmente se dota de los medios necesarios. Ésta se desprende, por ejemplo, de que Europa no persiga intereses "nacionales". El interés europeo se negociaría antes. En el caso de Egipto, la indignación legítima contra la toma de poder por parte del ejército y la sangrienta represión de los movimientos de protesta debe contrapesarse por el deseo, igualmente legítimo, de no dejar que la situación se suma más en el caos. Un deseo que manifiestan sobre todo los países ribereños del Mediterráneo. [[En el peor de los casos, las divergencias en los puntos de vista conducen al bloqueo; en el mejor de ellos, obligan a adoptar una posición razonable y creíble]].

No tomar partido

Hasta el momento, lo más razonable parece ser no tomar partido. Habida cuenta de los errores cometidos por casi todos los protagonistas en El Cairo, tendríamos problemas en escoger bando. Sin embargo, eso no quiere decir que haya que aceptar el régimen despótico que se ha instalado en el poder en Egipto con el asentimiento de, al menos, una parte de la población. La canciller Angela Merkel y el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Guido Westerwelle, han tomado la delantera sobre el asunto, y con razón. Sería absurdo entregar al nuevo régimen los fondos que estaban destinados en un principio a instaurar la democracia. Y con mayor motivo si sirven solo para importar armas.

Frente al choque provocado por la visión de una catástrofe que no se ha podido evitar, la UE no puede refugiarse hoy en el pragmatismo. En política exterior la credibilidad es una cualidad rara, porque es extremadamente lento hacer que madure. Sin ella, la Unión no conseguirá nada en Egipto.

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