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Las cuatro incógnitas europeas

Aunque la victoria de Angela Merkel parezca segura, con las elecciones alemanas se despejarán muchas incógnitas. Los resultados ofrecerán respuestas a muchas cuestiones abiertas sobre el futuro de la economía y de las instituciones comunitarias.

Publicado en 28 agosto 2013 a las 11:34

Desde el inicio de la crisis de la eurozona, ningún acontecimiento ha sido tan esperado como las elecciones federales alemanas, excepto quizás el Consejo Europeo de junio de 2012. El 22 de septiembre, fecha del escrutinio alemán, podría marcar un giro crucial en la crisis del euro. En la Comisión Europea dicen estar tranquilos. Por su parte, los bancos de inversión creen en la victoria de Angela Merkel, pero se mantienen prudentes. Porque sigue habiendo cuatro incógnitas: la unión bancaria, el crecimiento en la eurozona, el futuro de Grecia y el de la moneda única. Todas estas cuestiones pasan por Berlín.

Se da como vencedora a Angela Merkel. Según los últimos sondeos realizados por Emnid, Forschungsgruppe Wahlen e Infratest dimap, el partido de la canciller, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), obtendría más del 40% de los votos, mientras que su adversario del Partido Social Demócrata (SPD), Peer Steinbrück, lograría alrededor del 25%. Por lo tanto, sigue contando con un margen de seguridad considerable.

Según el Deutsche Bank, “la victoria de Merkel es segura”. Morgan Stanley comparte esta opinión. Hasta el mes de mayo, el banco pensaba que asistiríamos a una gran liquidación en la eurozona tras las elecciones alemanas. Si ha cambiado de opinión, a pesar de la debilidad de los fundamentos en la región, es porque sigue fluyendo la liquidez en los mercados financieros mundiales, gracias a la Reserva Federal Estadounidense, al Banco de Japón y al Banco de Inglaterra.

[[Por lo tanto, el nuevo orden monetario, compuesto por la expansión cuantitativa, tipos de interés bajos y medidas extraordinarias, podría beneficiar a Alemania y por consiguiente a la eurozona]]. Además, los inversores no se lanzarán necesariamente a realizar ventas masivas tras el 22 de septiembre.

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Un giro adverso

En los pasillos de las instituciones europeas reina la calma. Un funcionario de la Comisión declaraba a Linkiesta: “Toda esa euforia sobre las elecciones alemanas sólo es cosa de los periodistas. La vía que ha adoptado la UE para salir de la crisis está trazada y claramente definida”. En otras palabras, aunque saliera vencedor Steinbrück, cambiarían pocas cosas, ya que “el objetivo a largo plazo sigue siendo el de una Europa y una eurozona más sólidas que nunca”.

El funcionario reconocía que “se cometieron varios errores durante la concepción de la eurozona”, pero opinaba que si se sigue el camino que se ha emprendido en 2011 con la creación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), la UE logrará “mejorar el sistema en su conjunto de aquí a finales del decenio”. ¿Será así realmente?

La nueva arquitectura europea aún deja mucho que desear. La parálisis actual de los mercados financieros se debe a las operaciones realizadas por el Banco Central Europeo (BCE) durante el año pasado. Sobre todo a la creación de las operaciones monetarias directas (OMT), esas operaciones de adquisiciones de bonos del Tesoro en el mercado secundario de la deuda para apoyar a los países bajo presión. Pero según dos fondos de cobertura, el londinense Brevan Howard y el estadounidense Bridgewater, las elecciones alemanas marcarán un giro de la crisis. Un giro adverso.

Para Brevan Howard, con la victoria de Merkel el proceso de reforma de la eurozona corre el riesgo de ralentizarse. Un temor comprensible, dada la lentitud en la aplicación de reformas en los dos últimos años. La culpa recaería en el Bundesrat, el Consejo Federal Alemán, que debe aprobar cada gasto administrativo de Alemania, incluida toda contribución a los fondos de rescate de los Estados, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).

Siguen quedando múltiples cuestiones sin resolver. La primera es la de la unión bancaria. O mejor dicho, un sistema que situaría a los bancos de la UE bajo la supervisión del BCE. El objetivo es evitar los choques relacionados con posiciones opacas, en parte protegidas por las autoridades financieras nacionales. La unión bancaria, indispensable por lenta que sea su adopción, debe además superar dos dificultades: la reticencia de los bancos alemanes a que les controle el BCE y las numerosas dudas de Berlín sobre los fondos europeos de garantía de los depósitos bancarios. Y estos son precisamente los dos puntos que en breve podrían suscitar los principales enfrentamientos entre Alemania y el resto de miembros de la eurozona.

El espejismo griego

La segunda gran dificultad es la del equilibro entre el centro y la periferia de la eurozona. También será responsabilidad de Berlín encontrar un nuevo modelo de desarrollo para la eurozona, en concreto para combatir lo que los economistas consideran una auténtica plaga: el desempleo.

Y luego está la cuestión de Grecia. La sostenibilidad de su deuda soberana sigue siendo un espejismo, y cada vez se alzan más voces que dicen que también lo es una nueva reestructuración. Esta vez, el “haircut”, es decir, la devaluación del valor nominal de las obligaciones de la cartera de inversión, afectaría a los acreedores institucionales. La reducción afectaría así al 70% de las obligaciones de Grecia, correspondiente a la parte que pertenece a las instituciones, desde el BCE al Fondo Monetario Internacional (FMI). […]

Por último, se plantea la última gran pregunta: ¿cómo rediseñar la eurozona? [[Si bien por un lado la unión bancaria puede constituir una importante etapa para la futura estabilidad financiera, por otro, la prioridad es revisar la estructura de la eurozona y quizás su composición]]. Esto implica igualmente una revisión profunda de las instituciones europeas y un posible traspaso de soberanía de los Estados miembros. En este caso, el problema estriba en convencer a los contribuyentes alemanes.

Una tarea difícil, después del rescate de Grecia, de Irlanda, de Portugal, de Chipre y de los bancos españoles. Dicho esto, estos últimos meses, Angela Merkel parecía disfrutar de un mayor reconocimiento que antes. ¿Bastará para que los inversores puedan dormir tranquilos? Probablemente no. A menos que Berlín decida realmente asumir con decisión y claridad el control de una eurozona desorientada.

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