Como una nostalgia del dirigismo

Convertidos en pregoneros del liberalismo en la política y la economía tras la caída del comunismo, los países de Europa Central dan ahora la espalda a la ideología que acompañó el retorno a la democracia.

Publicado en 16 septiembre 2013 a las 10:46

¿Es o no es el fin de la crisis? ¿La evolución de la economía de Europa Central debe invitarnos al optimismo o a la prudencia? Ni los economistas, ni los responsables políticos, ni siquiera, aún menos, los empresarios han podido dar una respuesta clara a estas preguntas durante el último Foro Económico Anual, que se celebró del 3 al 5 de septiembre de 2013 en Krynica, en el sur de Polonia.
Pero lo que resulta novedoso, lo que nunca había sido tan impactante, es el grado de sumisión cada vez mayor de las economías de Europa Central a las decisiones, los humores y el posicionamiento de los responsables políticos. Pues tras más de veinte años construyendo un mercado libre y capitalista, cabría esperar que el mundo económico hubiese dado muestras de independencia ante la esfera política y sus líderes.

Las paradojas polacas

Desde el punto de vista de las relaciones entre la política y la economía, Polonia es un caso bastante paradójico. Las duras reformas de comienzos de la década de los noventa permitieron crear un ambiente de mercado mucho más competitivo que el que se articuló en la República Checa con el “socialismo bancario” del [exministro de Finanzas y expresidente Vaclav] Klaus.
Pero eso no impide que el Estado polaco conserve aún hoy una gran influencia en cientos de empresas. Aunque muchas de ellas cotizan en la Bolsa de Varsovia, el Gobierno sigue siendo el accionista mayoritario. Y ello genera múltiples combinaciones interesantes en las que se entremezclan los poderes de influencia y los flujos de dinero, una realidad con la que los checos realmente solo están familiarizados por la empresa energética CEZ.

En Polonia hay decenas de empresas como CEZ. A través de ellas, el Gobierno influye en la economía. Mantiene concretamente una tasa de empleo alta (en las minas y en las fábricas de armas) y alimenta su presupuesto utilizándolas conforme a sus necesidades.

El repliegue del liberalismo

[[Un futuro parecido al del liberalismo político, que en las últimas décadas se bate en retirada en Europa Central, espera a su alter ego económico]]. En Krynica, los hombres de negocios aseguraron que realmente eran ellos quienes orientaban el desarrollo económico. Pero el creciente papel que juega la regulación y las intervenciones cada vez más importantes y recurrentes del Estado se hacen mucho más absorbentes que hace diez años.
La imprevisible política económica del Gobierno de Viktor Orbán en Hungría, de aumento de los impuestos y de transferencia de numerosos altos cargos hacia las empresas, va acompañada de un rescate estatal de algunas sociedades importantes. El plan inicial de privatizaciones elaborado por [el primer ministro polaco Donald] Tusk se ha parado. Las nuevas normativas puestas en marcha a comienzos de año en Eslovaquia prácticamente han frenado en seco la creación de puestos de trabajo en el sector privado.

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A menudo se escucha en los debates entre los checos que el Estado les ha "robado" a los votantes. En Polonia, en Eslovaquia y en Hungría, por el contrario, el Estado y su poder de influencia se refuerzan. Quienes tienen más poder e influencia son los responsables políticos, para quienes el estado fuerte representa una premisa principal en la consecución de sus objetivos y, sin duda, también en la concreción de sus sueños. El presidente de la República Checa, Milos Zeman, trata hoy en día de hacer algo similar en su país. Aunque afortunadamente no dispone de la misma energía que Viktor Orbán. Por fortuna, los checos tampoco conservan la misma relación epidérmica con la historia que sí tienen los polacos, sobre la que podría construirse un programa negativo parecido al que ideó [el conservador] Jaroslaw Kaczynski en Polonia. Y por suerte, en definitiva, en la República Checa no existe una base partidista y empresarial tan grande como en Eslovaquia, donde el partido Smer del [ex primer ministro] Robert Fico es, de facto, una sociedad anónima constituida por varios grupos de intereses.

La crisis ha perjudicado muy seriamente la democracia liberal europea, porque los dirigentes políticos han sido incapaces de ofrecer las respuestas adecuadas. Y los no-liberales tienen éxito al ocupar ampliamente el espacio que dejaron vacante los liberales. Como si los votantes, superados por la politiquería y por la corrupción, hubiesen tenido ya bastante con estos 23 años de experimentación liberal y aspirasen al retorno de un Estado fuerte, que se ocupe de casi todos los aspectos de su vida.
Parece que, a largo plazo, la democracia liberal es la mayor víctima que la crisis se ha cobrado en Europa Central. Falta saber si la economía liberalizada correrá la misma suerte.

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