No habrá revolución en Europa

Esta semana, Francia ha confirmado la prohibición de la explotación del gas de esquisto, y el Parlamento Europeo ha exigido estudios de impacto medioambiental antes de cualquier perforación. Son nuevos obstáculos para un recurso que no puede ser la solución de los problemas energéticos de Europa.

Publicado en 11 octubre 2013 a las 15:18

Los gases de esquisto se han convertido en Francia en el objeto de todas las fantasías. Ya que, según según el EIA, un organismo estadounidense que elabora estadísticas sobre la energía, Francia contaría con reservas de gas y de petróleo de esquisto considerables: 3,87 billones de metros cúbicos de gas y 4700 millones de barriles de petróleo, lo que viene a ser cerca de ochenta años de consumo de gas y sesenta de petróleo. Como para alimentar los sueños más locos. Los franceses no son los únicos que fantasean así. Polonia espera reducir su dependencia con respecto a Rusia y Gran Bretaña espera compensar el declive de sus campos del Mar del Norte…

En Estados Unidos, esos hidrocarburos no convencionales han provocado, es cierto, una revolución. Entre 2005 y 2012, la producción de gas ha aumentado allí un 33% y la de petróleo, un 28%. Según un estudio muy reciente de IHS Cera (que asesora a la industria petrolera), este boom ha llevado en 2012 a la creación de 2,1 millones de empleos (incluyendo los indirectos e inducidos), ha generado 75.000 millones de dólares de ingresos fiscales y ha aumentado la renta de cada hogar en 1200 dólares.
El país se ha beneficiado doblemente del efecto del “petróleo y gas de esquisto”: no solo su economía ha sacado provecho de la reactivación de la industria del petróleo misma, sino que se ha aprovechado también de la disminución espectacular del precio del gas, ligada al crecimiento de la producción: se ha dividido por cuatro en seis años. Una ventaja competitiva enorme, que ha beneficiado a las industrias muy consumidoras de energía y ha incitado una reindustrialización de Estados Unidos. La independencia energética del continente norteamericano de aquí a fines del decenio se considera ahora una hipótesis verosímil.

Hay que constatar, sin embargo, que Europa no es América. Aun suponiendo que se disipen las dudas sobre las contaminaciones derivadas de su explotación y que se autorice en todas partes la técnica utilizada, la famosa fracturación hidráulica, el gas de esquisto no provocará en Europa una conmoción económica de la amplitud de la experimentada en Estados Unidos. Esgrimen una y otra vez este argumento sus enemigos, pero lo comparten en buena medida los expertos industriales en petróleo y gas.

Un potencial desconocido

No se ha realizado ningún estudio serio al respecto. Viene a ser una misión imposible, ya que nadie tiene hoy en día la menor idea del potencial real de Europa. Las estimaciones avanzadas por la EIA estadounidense o por otros organismos nacionales descansan en los hidrocarburos existentes a priori en el subsuelo, en función de la geología, y no sobre los que serían recuperables a un precio aceptable. Sin embargo, es raro que el porcentaje recuperable supere unas pocas unidades de tanto por ciento.
Aunque se alcanzase el 10% de media –nivel más bien optimista--, la producción potencial de gas de esquisto no sobrepasaría en Europa un total de 1,3 billones de metros cúbicos. Es decir, para una duración de veinticinco años de la producción, apenas un 5% del consumo europeo anual. Un cálculo muy teórico, pero que tiene el mérito de hacer visibles los órdenes de magnitud. En Estados Unidos, el gas no convencional representó en 2012 el 56% del consumo.
La rapidez y la amplitud del desarrollo de la producción al otro lado del Atlántico no se reproducirán jamás en Europa. En Estados Unidos se daban unas circunstancias excepcionales que no se encuentran en Europa: la existencia de una industria del gas y del petróleo importante, de materiales de perforación en abundancia, de una red de gasoductos, de grandes espacios vacíos que han permitido perforar más de 200.000 pozos en unos años. El contexto jurídico ha desempeñado también un papel: los ciudadanos son los propietarios de su subsuelo y tienen un interés económico en firmar directamente con las compañías.

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Normativa restrictiva

En Europa, no solo sigue habiendo unas infraestructuras limitadas, sino que las normativas locales son más restrictivas. Polonia, que empezó las exploraciones en 2008, no ha perforado más que cuarenta pozos. En Dinamarca, las primeras perforaciones se han retrasado un año, el tiempo que ha llevado realizar los estudios de impacto. Lo mismo vale para el Reino Unido. “Habrá que contar en Europa con al menos diez años entre los inicios de un campo y el principio de la producción, mientras que en Estados Unidos solo pasan tres años”, pronostica un industrial. “Igualmente, por razones de aceptación, habrá sin duda que limitar el número perforaciones simultáneas en la misma zona”. Según un estudio reciente de Bloomberg Energy Finance, los costes de producción serán en el Reino Unido entre un 50% y un 100% más altos que en Estados Unidos.

Menos masiva, más repartida en el tiempo, la producción de hidrocarburos de esquisto en Europa será más costosa y, sin duda, insuficiente para que afecte a los precios o reduzca realmente su dependencia energética. Aunque Francia lograse producir un 30% de su consumo de gas, solo reduciría su factura energética en tres o cuatro mil millones de euros al año, sobre un total de 70.000 millones en 2012. El impacto sobre el empleo será también limitado.
Las pocas estimaciones efectuadas al respecto por los gabinetes de estudio SIA Conseil en Francia o Poÿry en el Reino Unido solo han podido extrapolar la experiencia norteamericana, basándose en el número de puestos de trabajo por número de pozos. Estos cálculos no arrojan en el mejor de los casos más que algunas decenas de miles de puestos de trabajo por país. No es despreciable, sin duda, para los tiempos que corren, pero los gases de esquisto no serán la receta maravillosa que permita a Europa salir de la crisis.

Visto desde Polonia

¿Por qué Europa está contra el gas de esquisto?

Según Gazeta Wyborcza, las nuevas propuestas adoptadas por el Parlamento Europeo harán las inversiones en la prospección y exploración de gas de esquisto “más lentas y con menos beneficios”.

El diario subraya que todavía hay muchos “prejuicios políticos” relacionados con este tema, particularmente entre partidos verdes y de izquierda europeos, que se oponen a la exploración de gas de esquisto. Igualmente, también hay rumores de que el gigante energético ruso Gazprom está ejerciendo presiones sobre Bruselas contra el gas de esquisto, pues la compañía claramente “contempla el gas polaco como una amenaza” a su monopolio de gas en el Continente.

GW explica que la estrategia de Gazprom, que se centra en los riesgos medioambientales ligados a la exploración del gas de esquisto, cae en terreno abonado en Europa:

En Occidente, normalmente es el electorado joven, de alto poder adquisitivo y de las grandes ciudades el que se preocupa del medio ambiente. Esto intensifica la controversia sobre el gas de esquisto, pues este tipo de electorado es un grupo muy cortejado desde la política. Los políticos prefieren no oponerse a los electores y hacen un pequeño esfuerzo para revelar la verdad sobre el gas de esquisto. En particular, se esfuerzan lo mínimo si ello no daña los intereses del país.

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