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Viktor Yanukóvich, ¿una marioneta de Vladimir Putin?

Europa, mala jugadora

La decisión de Ucrania de no firmar el acuerdo de asociación con la UE en la cumbre de la Asociación Oriental en Vilan, el 28 y 29 de noviembre, es en parte debida a la incapacidad de la Unión para hablar con una sola voz en la escena internacional. Desgraciadamente, este tropezón no será el último.

Publicado en 27 noviembre 2013 a las 12:23
Oliver  | Viktor Yanukóvich, ¿una marioneta de Vladimir Putin?

En 2007, cuando Yulia Timoshenko era primera ministra de Ucrania, un empresario europeo intentó firmar un contrato. Como ya conocía desde hace tiempo la región, sabía que allí no se conseguía nada sin pagar sobornos. Pero este contrato no se llegó a firmar. Según explica, Timoshenko pedía una comisión gigantesca. "Nunca había pagado jamás una cantidad tan alta, a nadie. Ni siquiera en Rusia".

En los últimos meses, Timoshenko, encarcelada desde 2011 por delitos de corrupción por su sucesor Viktor Yanukóvich, ha servido de peón en la lucha de poder entre Rusia y la Unión Europea. Rusia ha ganado la batalla. Europa, presa de sus divisiones internas y de su incapacidad de elegir colectivamente un rumbo, ha quedado en ridículo.

El 28 de noviembre, con ocasión de la cumbre de la Asociación Oriental] en Vilna, la UE pretendía firmar un "acuerdo de asociación" con Ucrania. Mediante una colaboración más estrecha, los europeos esperaban que este gran país en su frontera exterior se volviera más estable, más próspero y e incluso más democrático. Una evolución que beneficiaba a Europa. A cambio, entre otros aspectos, Ucrania debía liberar a Timoshenko.

Yanukóvich no ha recibido ninguna compensación

Rusia quería impedir el acuerdo. Pretendía mantener a Ucrania en su zona de influencia. Para ello, Moscú proponía su propia unión aduanera, un mercado interior inspirado en el modelo de la UE [al que se han adherido de momento Rusia, Kazajistán y Bielorrusia]. Si Ucrania se negaba a formar parte del mismo, los rusos amenazaban con cerrar el grifo del gas. Ya habían reducido las importaciones de acero, de chocolate y de otros productos. Armenia, que también deseaba firmar un acuerdo de asociación con Europa, se encontró tan acorralada por Moscú que tuvo que cambiar de opinión. Ahora se encuentra en el bando ruso. Moldavia y Georgia también sufren fuertes presiones, pero parecen optar por Europa.

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[[La lucha de poder geopolítico se libra actualmente con armas económicas]]. Los estadounidenses recopilan a través de Amazon y Google datos sobre todas las personas del mundo. Por ello entablan acuerdos comerciales por todos lados, para que estas empresas tengan acceso a todos los países. China también participa en la partida de póquer económico. Cada vez adquiere más puertos en Europa. En cambio, en Estados Unidos los puertos y las construcciones hidráulicas se encuentran bajo tutela de la Defensa, por lo que las empresas extranjeras no pueden hacerse fácilmente con ellos. ¿Por qué es posible entonces algo así en Europa? ¿Es una opción acertada en el ámbito estratégico? ¿Cómo es que ni siquiera se genera un debate al respecto?

La respuesta es que, por desgracia, Europa, con sus 28 países, no logra fijarse un único rumbo político. Por lo tanto, carece de los medios para jugar una partida de póquer con las otras grandes potencias. Es lo que ilustra el caso de Timoshenko. Ucrania estaba entre la espada y la pared. Si Rusia hubiera empezado a plantear problemas, la situación financiera de Kiev se habría agravado. Por consiguiente, Yanukóvich únicamente estaba dispuesto a dejar marchar a Timoshenko para recibir "asistencia" en un hospital alemán si Europa proponía una compensación por la pérdida del mercado ruso.

Nadie ha hablado con Putin

Oficialmente, Europa no podía proponer nada: la Ucrania corrupta no cumple los criterios de la UE. La mitad de los países de la UE, los integrantes de la "vieja UE", afirmaron: demos muestras de flexibilidad y propongamos a Kiev un acuerdo económico. La otra mitad, sobre todos los países del antiguo bloque del Este se opusieron a la propuesta. Yanukóvich, que observó estas divisiones, se dio cuenta de que no podía contar con Europa.

Lo acontecido ha sido como una bofetada para la política de vecindad europea. En los últimos días, una serie de representantes han viajado incesantemente entre Kiev y las capitales europeas. Lo único que nadie ha hecho ha sido hablar con Putin. Las relaciones con el Kremlin son malas. En las cumbres, dos veces al año, los dirigentes europeos se quejan por la situación en Rusia de los derechos humanos, de la política del país en materia de visados, de los problemas técnicos, de los problemas de normativas.

Sin embargo, está claro que el problema es político. Pero nadie habla sobre ello a Putin. Porque si no existe un consenso en el bando europeo ¿qué podemos decirle? ¿Y quién debe dirigirse a él? Sin una política exterior única, Europa no dejará de sufrir fiascos y humillaciones.

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