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París y Berlín intentan ganarse a Bruselas

El columnista del Times, Anatole Kaletsky, considera que el “pacto de competitividad” no significa que Francia y Alemania estén intentando tomar las riendas de la UE, sino que es un paso más hacia una Europa federal. Por eso el plan para crear un “gobierno económico” en la eurozona no mitigará los efectos de la crisis financiera.

Publicado en 9 febrero 2011 a las 17:12

Hasta donde se sabe, durante la cumbre europea del pasado viernes David Cameron no pareció mostrarse contrario al plan presentado por Francia y Alemania para crear una Europa federal. Esta propuesta, conocida oficialmente como el “pacto de competitividad”, fue descrita orgullosamente por Sarkozy y Merkel como el proyecto de “gobierno económico europeo” que todos esperábamos desde hacía tiempo. Su objetivo es armonizar seis ámbitos de la economía nacional y de las políticas sociales que generan gran controversia en los países de la eurozona: el impuesto sobre sociedades, los sistemas de pensiones, el convenio colectivo, los sistemas de calificación educativos, los límites de la deuda pública y los mecanismos de gestión de los bancos que están en problemas.

Teniendo en cuenta el pasado euroescéptico del señor Cameron, es posible que sorprenda que no haya habido ningún tipo de rechazo. ¿Por qué parece estar el Gobierno británico tan tranquilo ante este gigantesco paso hacia el federalismo en la UE? La respuesta radica en una falsa idea de proporciones históricas: la idea de que el actual avance hacia el federalismo económico es sencillamente una respuesta inevitable y puntual a las crisis financieras de Grecia, Irlanda y España, provocadas por la contracción del crédito de 2008.

Las instituciones de la crisis permanecerán en Europa

En Whitehall lo que esperan es que el programa de centralización vaya cayendo poco a poco en el olvido, o incluso se desarticule, una vez superada la crisis, pero todo apunta a que va a suceder lo contrario. Las nuevas instituciones y acuerdos que han surgido a raíz de la crisis del euro permanecerán en el paisaje político europeo de forma permanente, evolucionando hacia el gobierno federal completo que Jacques Delors, Helmut Kohl y Margaret Thatcher consideraron que iba a ser la consecuencia inevitable de la decisión Europea de crear una única unión monetaria y una única divisa.

El plan presentado durante la cumbre de la semana pasada es un buen ejemplo de este proceso. La propuesta de armonización de las políticas fiscales, laborales y de pensiones no tiene una conexión directa con la crisis del euro y no va a ayudar a mejorar la solvencia de Grecia e Irlanda. Más bien todo lo contrario, en caso de que Irlanda tuviese que armonizar los tipos impositivos con los de Alemania y Francia esto generaría una pérdida de capital y de empleos. Si la negociación de los convenios colectivos se centralizase, los países más pobres no podrían aprovecharse de la mano de obra barata para resultar más competitivos, sino que se generaría un mecanismo para proteger los elevados salarios y costes sociales de Alemania y Francia. Resumiendo, las propuestas de la semana pasada no fueron otra intentona para solucionar la crisis del euro, sino una tentativa para aprovecharse de ella y que los planes eurofederalistas que llevan años en punto muerto consigan dar un paso hacia delante.

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Sobre todo, ha sido Alemania la que ha visto en la crisis una oportunidad perfecta para promocionar su visión de una Europa federal en la que todos los miembros están obligados a cumplir una normas presupuestarias muy exigentes y centralizar la negociación de los convenios colectivos, así como proporcionar una tupida red de seguridad de planes sociales y recaudar los impuestos necesarios para pagarlos. En muchos sentidos es un modelo que resulta muy interesante, pero no es muy probable que funciones en los países del sur y del centro de Europa, más pobres y menos disciplinados.

La Comisión es capaz de aplicar decisiones intergubernamentales

En estos momentos, Alemania tiene el bastón de mando en sus manos, pero las relaciones de poder son susceptibles de cambiar radicalmente si se controla la crisis del euro. Cuando Alemania firme garantías financieras irrevocables sobre la deuda de otros países europeos, seguramente quedarán diluidas las condiciones políticas que ha impuesto como compensación. Es prácticamente un hecho que, por ejemplo, las supuestas penalizaciones “automáticas” por incumplir las normativas presupuestarias que seguramente obtendrá Alemania a cambio de las garantías financieras, acabarán cayendo en saco roto de la misma forma que ha sucedido con la “cláusula de no rescate”, según la cual los miembros de la eurozona nunca se avalarían la deuda los unos a los otros.

Y muy probablemente sucederá lo mismo con la idea alemana de que la armonización de la UE se controle cada vez más a través de los Jefes de Estado en las cumbres y no de los comisarios de la UE en Bruselas. La Comisión es la única institución que proporciona un mecanismo para aplicar las decisiones intergubernamentales y todo en la historia de la UE parece indicar que dentro de nada acabará teniendo el control absoluto. Es más, todos los miembros de la eurozona están decididos a no dejarse gobernar por Alemania, ni por un directorio franco-alemán. Se asegurarán de que las principales responsabilidades sobre el “gobierno económico” pasen rápidamente a la Comisión una vez que Alemania ratifique las garantías necesarias para conseguir la estabilidad financiera del euro y pierda su poder de veto.

Y, hablando del veto, esto nos vuelve a recordar la situación del Reino Unido. El Gobierno británico considera que la preferencia que tiene Alemania por mecanismos intergubernamentales es muy tranquilizadora y no le molestan los cambios en la UE que se limiten a la eurozona. Pero es poco realista pensar que el Reino Unido pueda evitar que la Unión Europea esté cada vez más integrada. Cuanto más avancen los 17 miembros de la eurozona hacia una unión política y económica, los intereses de este bloque unificado cobrarán más importancia en todas las instituciones de la UE.

Los países que no cuentan con el euro como moneda, sobre todo Gran Bretaña, tendrán que afrontar la existencia de una Europa que va a distintas velocidades, con un núcleo federal totalmente integrado y una coalición de socios comerciales en el exterior mucho menos cohesionada. Una Europa menos cohesionada tiene mucho mérito, pero esto es algo que sucesivos Gobiernos británicos han intentado evitar durante décadas y que ahora es ya una realidad.

Desde Bélgica

Angela Merkel tiene razón

"Nadie hace más por nosotros que Angela Merkel", asegura Bart Sturtewagen. El editorialista del diario De Standaard no comprende por qué se critica tanto a la canciller alemana por su proyecto del pacto de competitividad. "Gracias a Alemania, la economía belga ya se está recuperando", expone el editorialista y añade que sin "la postura firme de Merkel", los mercados financieros habrían especulado más contra el euro. "Los tipos de interés no bajan sólo en Alemania, sino también en los países débiles de la eurozona, como Bélgica, que deben pagar intereses adicionales, lo que denominamos spread". Bart Sturtewagen no comparte las críticas de algunos economistas que consideran que "la Alemania de Merkel es dura y egoísta": "La prosperidad alemana deberá compartirse si quiere subsistir, pero esto ocurrirá únicamente si los países de la eurozona demuestran que está dispuestos a hacer su parte del trabajo". "Sin la convergencia de las políticas", concluye el periodista, "este proyecto no puede perdurar en el tiempo".

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