Ideas Subida de la extrema derecha en Francia

Las lecciones para Europa

El éxito del Frente Nacional de Marine Le Pen en la primera vuelta de las elecciones regionales del 6 de diciembre es el último episodio de un fenómeno que afecta a casi todo el continente. Y exige una respuesta solidaria de los movimientos democráticos, avisa Bernard Guetta.

Publicado en 8 diciembre 2015 a las 10:41

Los resultados de las elecciones regionales francesas no son solamente franceses. Son europeos porque no es sólo en Francia donde una nueva extrema derecha ha encontrado su lugar en el escenario político y en el que ahora está a la par con las izquierdas y las derechas que lo dominaban hasta ahora.

No sólo hay partidos como el Frente Nacional en casi todos los países de la UE, sino que todos se han desarrollado casi con la misma velocidad en el mismo cuarto de siglo que nos separa del colapso soviético y por las mismas razones.

En veinticinco años, hemos salido de un equilibrio de terror que garantizaba una estabilidad del todo "tranquilizadora". Hemos visto el surgimiento de nuevas potencias cuya subida repentina ha tirado abajo cinco siglos de predominio occidental y hemos sentido las sacudidas más sangrientas de un Islam que busca su camino después de ocho siglos de decadencia.

Aún en curso, estos tres cambios han alimentado unos temores que están creciendo. En un mundo nuevamente peligroso, los europeos ya no se sienten protegidos porque no tienen defensa y el paraguas estadounidense se ha cerrado sobre sí mismo. Los asalariados europeos ven desmenuzarse la protección social de la que nada garantiza su sostenibilidad, ya que el capital ya no está dispuesto a otorgar las mismas concesiones al trabajo que en el tiempo del comunismo y la transformación de los países emergentes en fábricas del mundo supone una tremenda presión sobre los salarios desindustrializando a Europa.

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Existe, pues, una lógica para el éxito de la extrema derecha, convertida en defensora de los beneficios previamente adquiridos y que aboga por el cierre de las fronteras y el fin del libre comercio.Como en los primeros días del fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán, el nacionalismo y la ansiedad social se mezclan en los cócteles el más explosivo de los cócteles y el retorno del nacionalismo es alimentado por un doble rechazo - el del Islam percibido globalmente como mortífero y el de la unidad europea rechazada cada vez más como un caballo de Troya de la Globalización como sepulturera de los Estados que negociaron los compromisos sociales de la posguerra.

Si nada viene a detenerlas, estas nuevas fuerzas conducirán Europa a un desastre económico porque el recurso al proteccionismo romperá las exportaciones europeas, mientras que el retorno a las monedas nacionales hundiría los países de la UE en una competencia monetaria suicida. Las dificultades sociales no se reducirían, sino que se multiplicarían y, en paralelo, el rechazo a los musulmanes como musulmanes pronto conduciría a la inestabilidad a escala nacional e internacional.

Los países europeos no pueden permitirse que sean paralizados por la extrema derecha. Hay un peligro que solo será encarado a condición de que la izquierda y la derecha denuncien realmente y de frente la locura de estos programas y se unan - no fundirse, unirse - para oponerse con mayorías de compromiso que pudieran constituir siempre que sea necesario y que a dos tercios de los europeos les gustaría ver nacer.

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