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"Todo es mejor en Estonia", comenta la redactora jefa del diario de Valka, Ingūna Johansone mientras llegan sus invitados. Con una pequeña sonrisa en la comisura de los labios, deja entrever la ironía: "Es lo que suelen decir los letones, aunque creo que no existen grandes diferencias". En la redacción de Ziemeļlatvija, cuando se empieza a hablar de Valga y de Valka, siempre hay alguien que se acuerda de un antiguo compañero que se marchó para trabajar en Estonia. "Y mi hijo trabaja en Estonia", añade otra persona. "Un amigo mío busca empleo allí... Tiene un familiar que ya tiene trabajo allí…".
Nadie puede decir exactamente cuántos letones trabajan en Valga. Serán unos 200, algo bastante significativo para una población pequeña. Los letones además han descubierto las tiendas estonias. Y aunque piensan que los precios han subido en Estonia desde la introducción del euro, todos los fines de semana siguen desplazándose cientos de personas allí para hacer compras. "En Valga, uno de cada cinco apartamentos lo ha comprado un letón", dice el agente inmobiliario Hans Heinjärv. "Pero no conozco ningún estonio que haya comprado un apartamento". Por último, los letones también han empezado a ir al hospital de Valga. El año pasado, 300 de ellos recibieron asistencia sanitaria en Valga y 82 nacieron en esta población (el año anterior, dichas cifras fueron de 50 y 17 personas, respectivamente).
Una floreciente, la otra estancada
Hasta ahora, este fenómeno era como una infiltración silenciosa no organizada. Pero el pasado noviembre, Ivar Unt, el joven alcalde de Valga, pasó a la acción. Lanzó entonces una campaña con la que invitaba a los letones a registrarse ante la administración como habitantes de Valga. Entre los participantes de esta campaña se sorteaba un cheque regalo equivalente a 319 euros."¡Es un escándalo!", replicó Kārlis Albergs, alcalde de Valka. Los periodistas letones echaron más leña al fuego. Las televisiones, las radios y los periódicos llegaron desde Riga y mostraron la imagen de una Valga floreciente y de una Valka estancada.
En realidad, Valga no es un lugar rico en Estonia. Según el organismo encargado de las prestaciones por desempleo, sólo Ida-Virumaa [región rusófona al noroeste de Estonia] registra más parados. Y las estadísticas demuestran que los salarios de esta población son los más bajos del país. Tampoco es que Valga sea un gueto con vagabundos en cada esquina. La pobreza es muy relativa. Es decir, se ven más casas en ruina y la localidad muestra un aspecto más deteriorado que en otros lugares de Estonia. La huella de más peso sobre Valga es la que dejó la Unión Soviética, cuando se construyeron en esta ciudad fronteriza y ferroviaria muchas industrias que ya nadie necesita hoy.
A pesar de todo, Valga se encuentra en una mejor situación que la Valka letona. Para empezar, Valga es más grande y más rica que Valka: los salarios son más elevados, las ayudas sociales más generosas. Además, la ciudad se ha desarrollado algo más gracias a sus nuevos edificios, sus centros comerciales, algunas pequeñas empresas, un centro educativo y un gran hospital.
"En Valga, aún se encuentra trabajo"
Bajo la nieve, la diferencia entre las dos localidades no es muy visible. En verano, la gente dice que pasar de la parte estonia a la parte letona de la ciudad es como adentrarse en otra época. Ahora bien, lo que realmente marca la diferencia para la gente es que "en Valga, aún se encuentra trabajo", afirma Marite Runka, una letona que trabaja en una fábrica de textiles. Anu Eesmaa, jefe de la producción de la fábrica de propiedad finlandesa, dice entre risas que Marite Runka es la jefa de la "línea letona", porque dirige un equipo integrado por varios letones. En esta fábrica trabajan veinte personas procedentes de Letonia. Nadie les ha obligado a venir. Han venido por sí mismos. Un conocido les habrá aconsejado, o habrán llegado invitados por un amigo… Los empresarios estonios aseguran que no pretenden contratar específicamente a letones. Si ocurre así es por casualidad.
El joven alcalde de Valga, Riho Unt, se sienta en su pequeño despacho ante la foto oficial del presidente estonio Toomas Hendrik Ilves. Ofrece a los invitados té con galletas y habla de una misma ciudad que se encuentra en dos Estados distintos. A los letones les gusta el alcalde de la villa estonia, pues lo encuentran innovador, valiente y emprendedor. El alcalde de Valka, Kārlis Albergs, un hombre de la “vieja escuela” con edad de jubilarse, es todo lo contrario. Finalmente la campaña para atraer a los letones no tuvo un gran impacto: sólo diez personas respondieron a la llamada. Resultó bastante difícil encontrar un lugar para registrarse. Pero cuando la información comience a circular como es debido y el registro se organice mejor, el número de personas que lleguen a Valga podría aumentar súbitamente. Riho Unt asegura que esto es sólo el principio. Que tiemblen los políticos letones.
