El líder del partido Fine Gael, Enda Kenny, el más que probable próximo primer ministro irlandés, 21 de febrero de 2011.

Nuevas caras para que nada cambie

Puede que los irlandeses estén furiosos por el rescate de la UE y el FMI, los recortes presupuestarios masivos y el hecho de que miles de millones de dinero público sigan acabando en sus bancos tóxicos, pero aún así, votarán a un nuevo gobierno que tendrá que acometer las medidas adoptadas por su predecesor, se lamenta el columnista Fintan O’Toole.

Publicado en 23 febrero 2011 a las 14:44
El líder del partido Fine Gael, Enda Kenny, el más que probable próximo primer ministro irlandés, 21 de febrero de 2011.

Independientemente de lo que puedan pensar los escépticos, las elecciones al menos marcarán una gran diferencia. Hasta el 25 de febrero, no habrá habido ningún apoyo popular para convertir la deuda de los bancos en deuda pública e imponer otros cuatro años de austeridad. Después de eso, a menos que todas las encuestas estén equivocadas, sí existirá un apoyo popular para el rescate de los bancos, el acuerdo UE-FMI y los recortes. Detrás de todo el entusiasmo de un cambio de guardia histórico, este es realmente el gran evento.

Cuando llegue el sábado por la mañana, al igual que todas las mañanas después de todas las elecciones de la historia del Estado, habrá triunfado la política del centro-derecha. El Fine Gael y el Fianna Fáil lograrán entre los dos más de la mitad de los votos: un 53 por ciento según la encuesta de ayer del Irish Times. Lo más sorprendente es que, precisamente el 53 por ciento es lo que consiguieron entre los dos en las elecciones europeas de junio de 2009.

Con todo lo que ha ocurrido desde entonces, con la revelación de la profundidad abismal de la crisis bancaria y la pérdida de soberanía económica en el acuerdo UE-FMI, se ha producido poco más que un cambio en el apoyo entre los dos partidos de centro-derecha que han dominado la política irlandesa desde la fundación del Estado. Dejando a un lado el factor de “¡venganza por Dios!” relacionado con el Fianna Fáil, no hay nada por lo que tengan que preocuparse los sismólogos. El Banco Central Europeo y los partidarios de la política fiscal dura en la UE acogerán este resultado con alivio.

La furia y la indignación se quedarán en poca cosa

Significará que toda la furia y la indignación, todas las maldiciones y las amenazas con el puño, se quedarán en poca cosa. Por supuesto, internamente, el peor resultado del Fianna Fáil hasta la fecha será de gran importancia. Pero externamente, que es donde reside ahora el auténtico poder, parecerá que no ha ocurrido nada importante.

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Los irlandeses tendrán un nuevo gobierno, seguro que más competente y enérgico que el agotado y desmoralizado que se sometió cuando llegaron a la ciudad el FMI y el BCE. Los nuevos chicos serán recompensados con algunas promesas de ajustes en los tipos de interés, con lo que podrán cantar victoria. Y proseguirán con la tarea de nacionalizar la deuda privada mientras intentan situar el déficit público por debajo del 3 por ciento del PIB para 2014.

Desde el punto de vista del BCE, los irlandeses estarán en una posición aún más correcta que la que ocupan ahora. Siempre existió el temor de que el Fianna Fáil y los Verdes no tuvieran el permiso público para aplicar el plan de cuatro años que habían firmado. Después de todo, estos partidos consiguieron entre los dos un cuarto de los votos en 2009. Ahora, ese consentimiento está en proceso de asegurarse. Puede que sean necesarias algunas pequeñas concesiones, pero después del viernes, básicamente lo habrán conseguido.

La capacidad irlandesa para "desconocer lo conocido"

Sin duda, este hecho es una noticia extraordinaria. ¿Existe alguna otra democracia en la que el 55 por ciento del electorado votaría libremente a favor de un programa de austeridad de 15.000 millones de euros, combinado con una transferencia de 100.000 millones de la riqueza de los ciudadanos a los bancos? Y seamos claros: este voto es libre. A pesar de todas las limitaciones de la democracia irlandesa y todo el descontento que pueda sentir la gente sobre las alternativas, no hay nada que impida a las personas utilizar sus votos para transmitir un mensaje muy distinto. La mayoría de la gente elegirá libremente no hacerlo.

Están en su derecho, aunque también es duro para aquellos que no tienen ninguna elección, en especial las personas ocultas tras estas elecciones: los niños. He escrito anteriormente sobre la capacidad irlandesa para “desconocer lo conocido”, aquello que sabemos que es real, pero optamos por no ser conscientes de ello. Uno de esos aspectos conocidos que optamos por desconocer es que los niños pagarán un alto y desproporcionado precio por nuestro consentimiento colectivo a la política actual.

Los niños de las familias más desfavorecidas son los que más dependen de los servicios públicos. El inevitable aumento de la pobreza y el recorte de esos servicios les afectarán mucho, lo que tendrá un enorme coste económico y humano a largo plazo. Pero dicho coste está escrito tácitamente en el acuerdo. Nadie se plantea ni siquiera debatirlo. El manifiesto del Fianna Fáil no dice nada en absoluto sobre la pobreza o los niños. El Fine Gael utiliza 860 palabras para hablar sobre el asunto candente de la política de defensa y 360 palabras sobre los niños, todas ellas decentes, pero la mayoría imprecisas.

Romper el ciclo de la pobreza infantil

Los laboristas tienen buenas intenciones para eliminar la pobreza, pero la principal propuesta específica para romper el ciclo de la pobreza infantil es una estrategia basada en áreas que se aplicará en “hasta 10 de las comunidades más desfavorecidas de Irlanda, con un coste de hasta 15 millones de euros”: una propuesta muy bonita, muy imprecisa y muy muy modesta.

Los tres partidos principales claramente decidieron que, digamos lo que digamos en las llamadas a los programas de radio, en realidad somos gente tímida, dispuestos a aguantar lo que nos ha ocurrido y con miedo a cualquier gran cambio en el funcionamiento de nuestra sociedad. Y las pruebas demuestran que tienen razón.

Visto desde Londres

Incluso la UE duda que la austeridad sea la respuestaMientras Gran Bretaña se adentra en su primera fase de recortes presupuestarios masivos, los comentaristas estudian con detalle el plan de austeridad de Irlanda. “Existe un grado de incredulidad personal entre los ministros de Finanzas europeos sobre si Irlanda puede llevar a cabo los planes de austeridad que se le han impuesto”, escribe Will Hutton en el Observer, “—y si es acertado que la Unión Europea insista en mantener inmóviles esos planes de ajuste draconianos”. Si bien Irlanda se ha comprometido a recortar su déficit de un 8% del PIB para 2014, “un experimento a una escala a la cual no se ha sometido ninguna economía desde los años 30”, muchos dudan que Irlanda consiga seguir creciendo hasta pasados algunos años. “En el Foro Económico Mundial de Davos este año”, explica Hutton, “me encontré con un destacado ministro de Finanzas de la UE que considera que las pautas de reducción del déficit sencillamente deberían moderarse, y que la UE debería demostrar al recién elegido Gobierno irlandés que está dispuesta a aflojar en sus imposiciones”. Después de todo, “la credibilidad del euro no depende del sufrimiento de una década de estancamiento de los Estados miembros sino de su capacidad para ofrecer un buen puerto, aunque sea a base de disciplina, para alcanzar el crecimiento y la estabilidad”.

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