El paso de César Antonio Molina por Bruselas comienza en las estancias en hoteles con vistas a edificios que evocan un grisáceo ritmo de funcionario: "Los plazos de espera a los que someten los proyectos son la jalea real con la que alimentan a las larvas de los Estados. Los funcionarios administran, sobre todo, el tiempo".
En las reuniones ministeriales cada uno expone sus razones y argumenta según sus intereses, evocando raramente la palabra Europa. Las lenguas se suceden en la exposición, como gran activo de las culturas. "La cultura compartida durante tantos siglos es pieza esencial en la soldadura continental, pero aún no sabemos utilizar el soplete", en palabras del autor.
Existe una cierta sensación de falta de destino claro para Europa. "¿Hacia dónde nos dirigimos? Se interrogaba Novalis en nombre de todos sus contemporáneos europeos. Esa misma pregunta y respuesta aún nos valen hoy: Immer nach Hause, hacia casa siempre. ¿Pero dónde está?", es la pregunta que deja en el aire el ex ministro de Cultura.