Lo que Erdoğan sabe de Europa

A pesar de las críticas del líder turco a la UE, es obvio que el futuro de su país radica en la Unión, defiende un columnista del diario británico The Guardian.

Publicado en 4 marzo 2011 a las 14:30

Si vas a ser hipócrita, es mejor ser tan sumamente hipócrita que llegues incluso a privar momentáneamente a la audiencia del oxígeno necesario para digerir la supina absurdidad de lo que acabas de decir. Es algo que funciona siempre, y si no pregúntale al primer ministro Recep Tayyip Erdoğan, el orgulloso beneficiado del ultimo Premio Internacional para los Derechos Humanos Muamar el Gadafi.

Erdoğan ha estado en Alemania impartiendo sabios consejos a los habitantes. Desde la perspectiva alemana, Erdoğan se comportó como Gadafi acusando a los alemanes de ser racistas al pretender obligar a los tres millones de turcos que residen en el país a que aprendan alemán y prohibiéndoles que practiquen su religión.

“Nadie puede ignorar los derechos de los grupos minoritarios… Nadie podrá separarnos de nuestra cultura”, dijo Erdoğan a una audiencia de 11 mil turcos exiliados en Dusseldorf. “Nuestros hijos deben estudiar alemán, pero antes deben aprender turco”, recalcó, sin darse cuenta de que así presta su apoyo a la muy dudosa afirmación de Angela Merkel de que el multiculturalismo ha “fracasado completamente” en Alemania porque los inmigrantes se niegan a aprender la lengua.

Ser un inmigrante turco en Alemania

Es cierto que nunca ha sido muy divertido ser un inmigrante turco en Alemania. Basta con pasar unas cuantas horas en compañía de los miembros del partido de Merkel para darse cuenta de lo poco que han cambiado ciertas actitudes desde que el primer Gastarbeiter (trabajador contratado) llegó hace 50 años. La ciudadanía, cuando se ha concedido, ha sido de forma tan mezquina que dificultaba más aún la vida.

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Sin embargo, ¿quién desea ser uno de los 15 millones de kurdos de Turquía? Los límites de la tolerancia turca se harán patentes para cualquiera que tenga el valor suficiente como para intentar escolarizar a sus hijos en kurdo. En lo que se refiere a la libertad religiosa, los alevíes (casi una quinta parte de la población musulmana, de orientación chií) sufren discriminación sistemática, aunque las hermandades religiosas que forman el núcleo del propio partido AK de Erdoğan aún siguen oficialmente prohibidas.

Lo bueno acerca de Erdoğan es que, en lo más profundo de su robusto pecho, este anterior futbolista profesional quiere arreglar estas equivocaciones, o al menos algunas de ellas. Su partido AK ha hecho más por remediar esta larga serie de injusticias que ningún otro Gobierno desde la fundación de la república turca.

Sin embargo, a veces resulta difícil saber con cuál de los Erdoğan se está tratando ¿Con el agitador populista que vimos en Dusseldorf, que aprovecha cínicamente la diáspora turca para rellenar los fondos destinados a la elección general de junio, o el Erdoğan religioso Ataturk, refundador de Turquía y heraldo de la paz mundial?

Erdogan ha cambiado la política turca

En algún lugar de su corazón, aún existe un hombre emocional, idealista y temperamental que procede de una familia pobre de emigrantes de Estambul, con todas las complejidades que eso conlleva. (Abdulá Gül, actual presidente de Turquía, solía darle pataditas debajo de la mesa para poder contenerlo durante las negociaciones especialmente delicadas con los generales o durante las visitas a las delegaciones europeas).

Por esa razón, a pesar de sus tendencias cada vez más quijotescas, el incremento de la corrupción y el nepotismo de su propio partido, Erdoğan casi con seguridad será elegido por tercera vez, algo sin precedentes. Amordazando al Ejército y liberando la economía, ha cambiado la política turca hasta tal punto que el antiguo partido republicano de Ataturk, que había flirteado con el nacionalismo extremo, ha elegido un aleví para que compita contra él.

Al igual que la mayoría de los turcos, Erdoğan tiene una noción muy vaga de la historia de su país anterior a lo que se denomina “independencia”, y considera el Imperio otomano como un periodo de seis siglos continuados de progreso y tolerancia universal. Intenta decir tal cosa a los árabes, egipcios, griegos y los habitantes de los Balcanes y del Cáucaso. Gran parte de la ingenuidad de la nueva política exterior del nuevo Imperio otomano de Turquía se puede observar en la propia imagen de Erdoğan.

El destino de Turquía es tan europeo como el de Gran Bretaña

Turquía se siente maltratada por una Europa que cada día se muestra más cerrada y menos atractiva, y sólo se siente capaz de gestionar una parte de su enorme crecimiento. Basándonos en criterios económicos, cree que tiene tantos derechos como Rumania o Bulgaria. Sin embargo, sólo uno de los 35 capítulos que constituyen las negociaciones de su membresía se ha completado desde que comenzaron en 2004.

Sin embargo, hasta la lectura más somera de la historia de Turquía te dirá que su destino es tan europeo como el de Gran Bretaña. Europa es donde los otomanos obtuvieron la mayor parte de sus impuestos y sus ejércitos, de donde procede la mayor parte de la elite histórica de Turquía. No hay nada más que ver los camiones llenos de televisiones, frigoríficos y ordenadores turcos haciendo colas de kilómetros de largo en las fronteras de Bulgaria y Grecia para ver dónde está su futuro. Y Erdoğan, a pesar de lo que diga Sarkozy, Le Pen o el Papa, o incluso él mismo de vez en cuando acerca de ser un “club cristiano” exclusivo, lo sabe.

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