El euro y los diecisiete Sísifos

Las cumbres europeas organizadas desde el comienzo de la crisis griega no han impedido que Europa se hunda en la recesión y la crisis política y, en opinión de La Tribune, la que comienza el 24 de marzo no cambiará nada. Se impone una única alternativa: aligerar la carga de los países con exceso de endeudamiento u organizar su salida del euro.

Publicado en 24 marzo 2011 a las 15:53

Sísifo ya no está solo. Los diecisiete jefes de Estado y de Gobierno de la eurozona se han unido a él, empujando su roca hasta lo alto de la montaña para ver cómo baja por la pendiente. De hecho, hasta sus encuentros se llaman "cumbres" europeas. Un trabajo absurdo, sin otra finalidad que el trabajo en sí mismo, sin otro objeto que la repetición incesante de actos inútiles y desalentadores para los pueblos.

Dieciocho meses después del desencadenamiento de la crisis griega, los países "periféricos", los más distantes de Alemania en el ámbito cultural y no tanto geográfico, se hunden en la recesión y en la crisis política. Y se les condena con un triple castigo: una violenta cura presupuestaria, la cotización de una divisa que ya estaba excesivamente valorada con respecto a su competitividad y el recelo de los mercados financieros que imponen tipos de interés prohibitivos.

Por esta vía no hay salvación posible. Los cientos de miles de millones de euros procedentes de los fondos de ayuda se acabarán rápidamente. Y el desembolso de nuevas cantidades lo único que conseguirá será debilitar a Alemania y al Banco Central Europeo, últimos garantes del sistema, que tarde o temprano serán arrastrados.

En el origen de esta crisis se encuentra el eterno problema de las uniones monetarias: las comidas gratis. Durante diez años, los comensales del euro han disfrutado alegremente sin pagar la cuenta, endeudándose gracias a la garantía de Berlín y a la necedad de los inversores. Y entonces llega la factura. Es demasiado elevada para los convidados sin delicadeza, que se han quedado famélicos. Es lamentable pero es así: al castigar sin cesar a los que no se han moderado, se corre el riesgo de matarlos. Y de que no devuelvan nada del dinero.

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Sólo existen dos soluciones para la crisis del euro y no tres: aligerar la carga de los endeudados en exceso, es decir, hacer pagar a los inversores, u organizar la salida del euro de estos países. Queridos lectores ¿acaso no oyen un gran estruendo? ¡Abran paso! Aquí llegan los diecisiete y su gran roca. La cumbre europea va a comenzar.

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