Reikiavik, abril de 2011.

Una salida plácida de la crisis

Mientras en el continente los países europeos víctimas de la crisis de la deuda multiplican planes de austeridad impopulares, Islandia, que ha decidido dejar que sus bancos quiebren, sale lentamente de la encrucijada. Y, con el referéndum del 9 de abril, los islandeses podrían negarse a devolverles el dinero a los acreedores internacionales del banco Icesave.

Publicado en 8 abril 2011 a las 14:33
Reikiavik, abril de 2011.

Es imposible no reparar en ella en las calles de Reikiavik, ya que la obra es enorme y desentona en una capital con arquitectura baja: una catedral de hormigón negro y cristal recubierta de celdas reflectantes está en proceso de ensamblaje frente al mar. El Harpa, ideada por el célebre artista danés Olafur Eliasson, servirá al mismo tiempo de sala de ópera y palacio de congresos para Islandia. A pesar de los temores que anunciaban la interrupción de los trabajos, el edificio será inaugurado por fin el próximo 4 de mayo.

Tras el hundimiento bancario de la isla en octubre de 2008, el grupo Portus, el inversor privado que financiaba este proyecto estimado en un principio en 12.000 millones de coronas (74 millones de euros), ha tenido que pedir ayuda al Gobierno y al ayuntamiento de Reikiavik para que la obra pudiese continuar. El Ejecutivo no se ha resistido y este florón arquitectónico verá finalmente la luz del día. Pero, ¿adónde se ha ido la crisis islandesa?

Islandia, todavía afectada por su casi quiebra, no se ha lanzado de cabeza a una austeridad de tomo y lomo. A contracorriente de las tendencias dominantes en el continente, la isla ha decidido tomarse un poco más de tiempo que otros para realizar su “ajuste presupuestario”. De modo que aquí los proyectos siguen avanzando. Sus medidas de ahorro conciernen al 10% del Producto interior bruto (PIB) en tres años. Nada que ver con otra isla con la que se la compara a menudo, también fuertemente golpeada por la crisis. Irlanda prevé reducir su déficit del 32 al 9% solo durante el año 2011.

Islandia está saliendo a flote

En la actualidad, Reikiavik dice haber restablecido el crecimiento, esperado en torno a un 3% este año, y reduce su deuda sin forzar demasiado. ¿Cómo ha conseguido salir a flote esta minúscula economía (320.000 habitantes) en dos años? Los economistas adelantan tres explicaciones: la devaluación de la corona islandesa. La divisa se hundió un 40% a finales de 2008 y las exportaciones de aluminio y de pescado cayeron acto seguido. El principio del “too big to save” (demasiado grande para ser salvado): es exactamente lo contrario del “too big to fail” (demasiado grande para quebrar), que prevalecía tanto en Estados Unidos como en Europa hasta la actualidad, y que obliga a los Estados a salvar a los bancos más importantes de su sistema bancario para evitar las quiebras en cadena.

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En Islandia, los activos de los tres grandes bancos de la isla eran demasiado grandes (hasta diez veces el PIB de 2007…) para ser salvados en su totalidad, y el Estado se limitó a recomprar los activos “internos”, es decir, los préstamos de los particulares y de las empresas de Islandia. Los accionistas tuvieron que asumir las pérdidas sobre los activos extranjeros, los más numerosos. Una austeridad menos severa que en otros lugares, decidida de acuerdo con los agentes sociales. En 2009 se firmó un pacto de “estabilidad social” dirigido a evitar los recortes en el sector social.Si bien se perfila la recuperación, impulsada por las exportaciones de esta economía tan abierta, las familias endeudadas aún están lejos de recuperar el aliento.

El consumo disminuye, situándose un 20% por debajo de los niveles anteriores. La tasa de paro ha vuelto a caer en torno al 7%, tras haberse disparado hasta el 9,7%. Nada que ver con Irlanda, cuya tasa de paro supera el 14%. Sigridur Gudmunsdottir forma parte de estos miles de islandeses víctimas de una crisis que ellos no han provocado. Ella tenía un “2007 job”, un trabajo cómodo y bien pagado de la época de la euforia de la primera década del siglo XXI. “Oímos decir que hemos festejado demasiado, que hemos consumido demasiado, que hemos pedido demasiados préstamos. Pero esto es falso: solo una ínfima parte de los islandeses ha realmente disfrutado de todo eso”, dice con nerviosismo.

Un abismo entre la clase política y los ciudadanos atrapados

Despedida en el momento más fuerte de la recesión, Sigridur ha retomado a los 50 años sus estudios universitarios. “Esto me permite beneficiarme de ayudas a estudiantes, que son más elevadas que las ayudas para los desempleados”, explica. En 2006 contrató un préstamo inmobiliario de 11 millones de coronas (68.000 euros) para comprarse una casa. Indexado en parte a la inflación, el préstamo que había contratado se disparó tras la crisis a 14 millones de coronas (86.000 euros). A lo largo de los meses se encontró acorralada: por un lado, el volumen de su préstamo aumentaba, mientras que por el otro, el valor real de su casa se desplomaba.

A día de hoy, Sigridur todavía no sabe muy bien cómo va a conseguir pagar sus deudas, pero no se queja: “Algunos islandeses están en situaciones mucho peores. Todos los que habían contratado préstamos en divisas extranjeras están realmente mal”. En Islandia no se refunfuña. Después de todo, la vida en las islas siempre ha sido dura. ¿Exiliarse como muchos otros? “Es imposible, estoy demasiado unida a mis raíces islandesas”. ¿La recuperación islandesa? “Pregunten en la calle, nadie cree en eso, en la recuperación…”.

Al escuchar las conversaciones en Reikiavik se observa que existe un gran abismo entre una clase política convencida de que ya ha pasado la página de la crisis, y los ciudadanos atrapados en la casi quiebra de la isla y que se esfuerzan por reactivarse. En la Islandia post colapso se sigue hablando de PIB, de déficit público, y de convertirlos en los únicos indicadores pertinentes de las políticas en curso. Aquí al igual que en Europa. Pero tras haber obligado a ir a la quiebra a ciertos bancos y de haber adoptado una austeridad “ligera”, será necesario que la isla se decida a adoptar instrumentos de medida alternativos para valorar el bienestar de su población.

Referéndum

¿Hacia una exclusión de la comunidad internacional?

Un acto “indigno de un jefe de Estado en una democracia representativa”: el diario Svenska Dagbladet está muy molesto con el presidente islandés, Ólafur Ragnar Grímsson, que se ha negado por segunda vez a rubricar el acuerdo de indemnización a Gran Bretaña y los Países Bajos por los millones que ambos países tuvieron que pagar a los ahorradores del banco en línea arruinado Icesave. Resultado: un nuevo “referéndum que provoca división y con un desenlace arriesgado” [el 9 de abril], tras el rechazo del más del 90% de los islandeses al primer acuerdo negociado el año pasado. Sin embargo, insiste el diario sueco, el Gobierno insular ha “dedicado, con éxito, todas sus energías durante el pasado otoño a la negociación de un acuerdo más favorable para Islandia”. En caso de victoria del “no”, la isla se hallaría ante “dos escenarios draconianos: o bien la amenaza de una exclusión de la comunidad internacional, o bien un proceso judicial laborioso con Gran Bretaña y los Países Bajos”. Para Die Presse, este referéndum “le hace sombra a las relaciones bilaterales” con la Unión Europea, ya que las negociaciones de adhesión comenzaron en junio de 2010. Pero el diario vienés indica que “Islandia quiere sustituir lo más rápidamente posible la corona por el euro”. La moneda única “aportaría más estabilidad” a una isla que lucha por recuperar su prosperidad pasada.

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