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¡Atrevámonos con la Europa 2.0!

Tras la crisis, se esboza una nueva Europa: al norte, las ricas regiones industriales aliadas de los países del arco alpino, al sur, una confederación mediterránea de más de 100 millones de habitantes. Si la Unión se reinventara según este esquema, le iría mucho mejor, tal y como expone el sociólogo alemán Gunnar Heinsohn.

Publicado en 30 mayo 2011 a las 14:32

En 2011, únicamente el 40% de los alemanes ven su futuro dentro de Europa y sólo el 25% aún confían en sus instituciones. Estos resultados son la respuesta a los 25.000 millones de euros que ha concedido Berlín a los ricos propietarios de los bancos griegos y no la expresión de la estrechez de miras del país: en especial en el sur de Alemania, odian tener que rascarse el bolsillo tanto por sus compatriotas de Bremen o Essen como por los extranjeros de Atenas, Dublín o Lisboa.

Sólo el espectro amenazante del nacionalismo mantiene aún con vida a la Unión Europea. De todos modos, según insisten nuestros líderes, es preferible una sangría de nuestros recursos financieros que la guerra. Y sin embargo, por primera vez desde hace medio siglo, los europeos tienen la posibilidad de ver más allá del Estado-nación.

Desde el hundimiento de los índices de natalidad, de todos modos ya no somos tantos para seguir peleándonos entre nosotros. La construcción europea no es un instrumento ideado para evitar la guerra, sino más bien la expresión amable de nuestra incapacidad de hacerla.La transformación de Europa aporta la esperanza de un futuro más allá de las naciones, de las religiones y las tradiciones.

El Mar del Norte convertido en Mare Nostrum

De este modo, desde 2009, el historiador sueco Gunnar Wetterberg proponía resucitar la Unión de Kalmar [que reunió entre 1397 y 1523 a los tres reinos escandinavos de Dinamarca, Suecia y Noruega bajo un mismo rey] en los países nórdicos. Esta nueva unión reuniría a Islandia, Dinamarca, Groenlandia, Noruega, las islas Svalbard, Suecia, Finlandia y posiblemente Estonia.

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Este espacio de 3,5 millones de kilómetros cuadrados para 26 millones de habitantes se convertiría en la octava potencia económica mundial. Posteriormente podrían unirse Países Bajos y Flandes. Una alianza con Gran Bretaña, poseedora del arma atómica, transformaría el mar del Norte en Mare Nostrum y abriría la puerta de una asociación con Estados Unidos y Canadá que haría que el Atlántico norte fuera invulnerable.

Las miradas se dirigen hacia Suecia, como país resultante de una voluntad política que funciona: los genoveses no son franceses, los tesineses no son italianos y los zuriqueses no son alemanes. Los vecinos que no quieran seguir siéndolo pueden participar con los confederados en la construcción de un espacio económico y monetario de primer nivel que paliará el déficit de la natalidad al atraer una mano de obra motivada procedente del mundo entero.

Sin transferencias entre regiones ricas y pobres

No existe ningún sistema de transferencias para subsanar las diferencias entre las regiones ricas y las regiones más pobres. De este modo, mientras que en Bremen o en Berlín, los partidarios de las transferencias financieras siguen buscando nuevos medios de puncionar las carteras de sus vecinos, los cantones suizos no tienen otra elección que atraer a empresas innovadoras y a una mano de obra de calidad si pretenden incrementar sus ingresos. Ahora bien, también logran ayudar a los más despojados y además por lo general les va mejor que a los mejores alumnos del Estado federal alemán.

Según la OCDE, Suiza ya era en 2009 la campeona mundial de innovación y el país ocupa la primera posición en el Índice de Competitividad Mundial para el año 2010-2011. El suroeste de Alemania se uniría a este nuevo espacio, así como el norte de Italia y se tendería la mano en dirección a Florencia y Urbino. Al este, la ya políglota Eslovenia completaría la federación. Con 70 millones de habitantes en 450.000 kilómetros cuadrados, el conjunto ocuparía el cuarto puesto mundial en términos de potencia económica, por detrás de Estados Unidos, China y Japón.

La creación de una unión nórdica y de una federación alpina también tendría la ventaja de ofrecer una segunda oportunidad a las regiones que se consideran sin esperanza. En lugar de realizarles transfusiones a base de miles de millones, a estos países se les darían explicaciones para poder construir el material de pesca con el que cada uno podría obtener su propio pescado.

Una federación mediterránea de más de 100 millones de habitantes

Tras las declaraciones de quiebra a las que no podrán escapar, Portugal, España, el sur de Italia, los países eslavos vecinos del Adriático y Grecia podrían constituir una federación mediterránea de más de 100 millones de habitantes que seguirían registrando ingresos gracias a la energía solar, a los productos biológicos y a los encantos de su cultura. Y al asociar a Israel al proyecto, la federación agregaría un socio militar útil en vista de la proximidad del arco islámico.

Los demás países del Báltico y Polonia, asociados a Bielorrusia y a Ucrania, dos aspirantes a entrar en la UE, forman un conjunto similar en superficie al gran imperio lituano-polaco que compartieron en 1795 Berlín, Viena y San Petersburgo. Una nueva versión de la Rzeczpospolita [la República de las Dos Naciones, que entre 1569 y 1795 reunía al reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania], con unos 110 millones de habitantes, ya no temería a una Rusia cuya población además envejece aún más rápido.

Francia podría actuar en solitario, o bien junto al resto de Alemania, erigir esa Eurabia que tanto atemoriza a título honorífico. Tanto en un país como en el otro, entre el 20 y el 25% de los jóvenes tendrán dificultades para formarse y para recibir una buena instrucción. Será necesario crear súper guarderías infantiles para remediar ese problema desde la más tierna edad. Si se cumpliera esa promesa de hacer que todos los niños fueran buenos en matemáticas, el eje Berlín-París pasaría a la Historia. Situado bajo el estandarte rojo-verde-rojo-verde que reúne a marxistas, ecologistas, socialistas y discípulos del profeta, este nuevo espacio multicultural de alta tecnología se convertiría en la luz de los pueblos.

Ya no hace falta poner en apuros a quienes no creen en ello, puesto que tienen casi todas las opciones ante ellos. No obstante, el Estado-nación debería ser la última de las soluciones. Los que aún se encuentran bajo su influencia son fundamentalmente exaltados tanto de derecha como de izquierda; unos sueñan con un poder pasado, los otros con transferencias financieras ad vitam æternam.

Crisis del euro

La escisión Norte-Sur

La crisis del euro es también una crisis entre la Europa del Sur y la Europa del Norte, en opinión del diario Jyllands-Posten. Mientras que en Grecia y en España los ciudadanos protestan contra la ausencia de perspectivas de futuro, los finlandeses y los alemanes han demostrado en las últimas elecciones que ya no quieren pagar por los países sureños, endeudados en exceso. Por este motivo, el diario danés explica que "la crisis del euro ya no es simplemente una cuestión de deuda pública, sino que revela la escisión entre la Europa del Norte y la del Sur, siendo esta última la mala".

Puesto que Grecia no ha sido capaz de respetar el acuerdo firmado con la Unión Europea y el FMI sobre la reducción de su déficit, a los Gobiernos de los países nórdicos les resulta complicado explicar a sus ciudadanos contribuyentes que deben aceptar reducciones presupuestarias severas y al mismo tiempo garantizar los préstamos colosales a los países más endeudados. Por este motivo, la salida de Grecia de la eurozona, "aunque de forma oficial sea políticamente inaceptable, podría ser la solución menos mala".

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