En una calle del centro de Atenas, en mayo de 2011.

La vida en los tiempos de la Troika

Se acabaron las salidas y las compras, los transportes y los aperitivos en las terrazas. Se aplazan las intervenciones quirúrgicas y se olvidan las facturas; se acaban las clases de apoyo escolar. Los griegos, afectados duramente por la crisis, han aprendido a reducir drásticamente su nivel de vida y su día a día se ha hecho más difícil.

Publicado en 1 junio 2011 a las 15:13
En una calle del centro de Atenas, en mayo de 2011.

La famosa cesta de la compra no se llena tan fácilmente como antes de la crisis. Las cifras lo demuestran: sólo un 12% de los consumidores pagan más de 100 euros cuando van al supermercado. Incluso los que acuden con más frecuencia evitan los productos de marca y optan por los productos de marca blanca.

El informe del instituto de sondeo MRB no deja lugar a dudas: en un grupo de 11.000 personas, la cesta de la compra de 2010 es muy distinta a la del año anterior. Los consumidores eligen féculas, arroz y harina, mientras que el 40% de ellos ha dejado de consumir las grandes marcas de detergentes. Sólo los productos biológicos parecen mantenerse como las frutas y verduras de origen nacional. La crisis también ha afectado al tópico del griego que se divierte y que sale todas las noches hasta altas horas de la madrugada: muchos helenos han vuelto a descubrir el placer de quedarse en casa y evitan las salidas a los restaurantes.

Una lástima para el presidente de la unión de restaurantes de Grecia: "Hay días que no tenemos ni un solo cliente", afirma. Su restaurante se encuentra en el Pireo y se sorprende ante el ambiente que se vuelve cada día más pesado "el lunes, mi caja registradora tenía 350 euros; el martes, 230 y el miércoles 400, mientras que los gastos diarios básicos son de 1.500 euros". Estima que la cifra de negocio de los comerciantes se ha reducido un 55% y afirma que todos esperan que la temporada turística sea buena. Pero cerca de 6.000 restaurantes ya han tenido que cerrar. Y de aquí a finales de año, entre 20.000 y 25.000 tendrán también que cerrar. Incluso los alimentos más económicos se encuentran en crisis, con una bajada del 30 al 35%.

La sanidad, "para después"

En cuanto a la sanidad, "lo dejamos para después". Es el tipo de observación que se escucha cada vez con más frecuencia en boca de los griegos. ¡Quién lo iba a creer, en el país de los hipocondríacos, donde los medicamentos fluían a raudales! El consumo de vitaminas y de antibióticos ha descendido sensiblemente, los análisis de sangre, las radiografías y las mamografías se posponen sine díe y las intervenciones de vesícula también.

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Con las facturas de electricidad pasa algo parecido. Los griegos ya no pueden pagarlas y otros aprovechan la ocasión para "olvidarse" de ellas. La compañía de electricidad nacional griega anunció que los impagos ascienden a 200 millones de euros. Y eso no es todo. Si entre algunos aspectos positivos se puede destacar que los griegos cada vez cogen menos los coches para desplazarse, existen otros puntos más graves como la educación. Las clases particulares, una auténtica institución que subsana un sistema educativo con lagunas, están disminuyendo. Según Giorgos Petropoulos, de la unión de clases particulares, "el descenso es del 40%, algo preocupante, sobre todo en los primeros años de la educación secundaria", destaca.

Por último, los griegos buscan lo más barato, lo menos costoso y en todos los aspectos. Los jubilados se reúnen en los centros para mayores para tomarse un café y evitan las terrazas de Atenas, ahora fuera de su alcance; en el supermercado, las estanterías con las ofertas son las más concurridas, mientras que el resto están desiertas.

Sanidad

Una sociedad al borde del ataque de nervios

Hace dos meses, un hombre de 35 años comenzó a sentir dolores en el vientre y en el pecho. Le empezó a doler la cabeza. Se preocupó y fue a ver a su médico, que le recomendó que se sometiera a una serie de análisis. Todos los síntomas resultaron ser psicosomáticos. Entonces acudió a un psicólogo. “El paciente estaba sometido a una ansiedad intensa y prolongada. El miedo le carcomía”, explica Asimina Christopoulou. “De hecho, en la empresa en la que trabajaba, se habían anunciado despidos y vivía con el temor de perder su trabajo”, prosigue la terapeuta.

La ansiedad ante el paro, la precariedad y el ambiente social actual tienen un impacto psicológico importante e incluso grave en las personas. Aunque el miedo sea un reflejo natural y útil ante el peligro, cualquier situación se convierte en peligrosa cuando perdemos el control. Y es lo que parece que se produce hoy en Grecia. Desde el comienzo de la crisis económica y las posteriores medidas de austeridad, las clases medias y las más desfavorecidas de la sociedad son las más afectadas desde el punto de vista psicológico. “Pero los más acomodados también son presa de la preocupación”, advierte el doctor Ilia Theotoka Chrysostomidis, especialista en psiquiatría en la Universidad de Atenas. “Han aumentado los problemas de ansiedad, las depresiones, las crisis de pánico, los trastornos del sueño, incluso los intentos de suicidio. Y es algo que afecta a todo el mundo”, comenta el psiquiatra.

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