Una mujer pasa frente a un cartel en el centro de Túnez, en abril de 2011.

Lección de democracia extenuada para los tunecinos.

En Túnez, un periodista del Volkskrant fue testigo de una escena sorprendente: una serie de jóvenes "indignados" españoles se manifestaban ante su embajada. De su diálogo con los tunecinos surge una reflexión sobre nuestro sistema político.

Publicado en 6 junio 2011 a las 14:01
Una mujer pasa frente a un cartel en el centro de Túnez, en abril de 2011.

"La democracia es algo más que el simple derecho al voto", explica una manifestante española a un transeúnte tunecino. Y le entrega un panfleto. "España tan sólo es una democracia de nombre, porque la ley electoral favorece a los grandes partidos. Una democracia formal no es una auténtica democracia, no basta con eso". El joven tunecino asiente dubitativo, inclina la cabeza y comienza a leer el panfleto.

Esta manifestación ante la embajada de España en Túnez es una concentración sorprendente. El último domingo de mayo, unos cincuenta españoles (es decir, casi el 10 % del número total de españoles en Túnez) mostró su solidaridad con los indignados, que ocupan desde hace semanas las plazas españolas. Es asombroso, porque en un país en el que miles de ciudadanos recientemente arriesgaron sus vidas por la democracia, dan a entender que esta democracia no es tan maravillosa como parece.

El transeúnte tunecino, un empleado de 23 años del club de tenis cercano, contempla a los manifestantes con una mirada soñadora. Tocan música con tambores y bailan. "Es más una fiesta que una manifestación", comenta con un tono un tanto envidioso. "Si nosotros nos hubiéramos manifestado así, Ben Ali seguiría en el poder".

Dice que comprende las reivindicaciones de los españoles sobre la ley electoral. Pero al final concluye: "Si pudiéramos tener una democracia como la española, me daría por satisfecho".

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Cualquier cosa antes que una dictadura

El joven tunecino está dispuesto a aceptar los fallos y los excesos de la democracia. La ley electoral desleal y el dominio de los grandes partidos. Los enredos y las artimañas políticas. La demagogia y la retórica populista. El trueque electoral tras las elecciones del Senado de sufragio indirecto, por citar un ejemplo. La falta de políticos con perspectivas que vayan más allá de las próximas elecciones.

No es muy consciente de ello, pero está dispuesto a aceptarlo. Cualquier cosa antes que una dictadura. Ya lo decía Churchill: de todas las formas de Gobierno, la democracia es la menos mala.

Aunque lo decía hace 54 años. Lo que me lleva a esta reflexión: ¿Por qué nos hemos quedado encasillados en esta forma de gobierno, que es la menos mala? ¿Por qué no aportamos cambios o al menos mejoras? Porque los ocupantes de las plazas españolas no son los únicos que indican que la democracia necesita una rehabilitación, también en el resto de Europa el avance del populismo, los votos de protesta y el creciente abismo entre el ciudadano y la política señalan los fallos de la construcción democrática.

Es comprensible que los tunecinos se conformen con estos fallos democráticos tras 50 años de dictadura. Pero después de las revoluciones árabes, es hora de que los ciudadanos europeos se despierten: ¿por qué no intentamos solucionar estos fallos? ¿Por qué no cuidamos más este régimen político, que claramente es tan valioso que los ciudadanos árabes están dispuestos a sacrificar su vida por él?

La juventud española parece ser la primera en despertarse. Sus acciones son objeto de numerosas críticas, en parte justificadas. Los jóvenes no tienen objetivos precisos, no proponen alternativas concretas y a veces son un tanto demasiado lúdicas. Pero simbolizan una pregunta clave: ahora que se ha cambiado la dictadura por la democracia en Túnez y en Egipto, ¿acaso no ha llegado el momento de cambiar nuestra propia democracia por una versión mejorada?

Autor: Leen Vervaeke es periodista en la sección de internacional del diario neerlandés De Volkskrant, donde escribe una crónica. Con su artículo “Pour la Croatie, la guerre semble enfin finie” ("Para Croacia, la guerra parece al fin terminada")obtuvo en 2008 el Premio Europeo de Jóvenes Periodistas en Países Bajos.

Contexto

La ira de la "generación sacrificada"

Si bien los manifestantes de la Puerta del Sol en Madrid y los jóvenes griegos que se manifiestan todas las noches en Atenas no son millones, "este movimiento iniciado a mediados de mayo en España y cuyas primeras bases sentaron los portugueses en marzo, es ante todo un grito generacional que si nuestras élites políticas y económicas optan por ignorar, cometerían un grave error", escribe Mediapart.

Para el diario en Internet, el movimiento se nutre del desastre social de los menores de 30 años en Europa, de esa "generación sacrificada" cuyo índice de paro ha aumentado dos veces más rápido que el de los adultos en los 34 países de la OCDE y más concretamente en los países del sur de Europa.

*"Esta protesta transnacional (con un poder de movilización muy superior a las manifestaciones europeas organizadas por la Confederación Europea de Sindicatos) no es sólo una respuesta a la crisis.*La movilización de los Indignados, por desordenada que sea, es ante todo la expresión de una ira generacional.

Ira contra el capitalismo, cuando lleva a los Estados a dar prioridad al rescate de los bancos y no al futuro de sus conciudadanos (los más jóvenes en especial) y que desarma a los políticos, convertidos en títeres sin margen de maniobra y condenados a llevar una única política.

*Ira contra los sistemas sociales que, en los países del sur de Europa (incluida Francia), protegen demasiado a los 'insiders', los trabajadores o funcionarios con contrato de duración indeterminada, beneficiarios de los regímenes de seguridad social.*Y que dejan fuera a los 'outsiders', los no cualificados, los precarios, los más jóvenes, abandonados a su suerte o a la limosna de sus padres, para los que quedan tan sólo "las migajas" del Estado del bienestar, según el sociólogo Louis Chauvel.

*Ira contra los sistemas políticos temerosos y centrados en sí mismos, herméticos ante la sociedad civil y su movilización.*Furia al ver que el personal político se encuentra tan desconectado de la sociedad, que se supone que tiene que representar porque es demasiado viejo, mayoritariamente blanco, mayoritariamente surgido de entornos favorecidos, mayoritariamente masculino.

Ira, por último, contra los sindicatos, a los que consideran demasiado conciliadores con el poder y obnubilados por la defensa de los intereses de su clientela, también demasiado mayor, mayoritariamente blanca, mayoritariamente del sector público".

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