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Vista como dictadura castrense aliada de Estados Unidos, primero, y como un caballo de Troya islámico a continuación, las vagas razones esgrimidas por numerosos países europeos para denegar desde hace más de medio siglo el ingreso de Turquía en la UE se desmoronan a simple vista. Así lo cree el analista español José Ignacio Torreblanca, para quien Ankara ha hecho ya demasiados progresos ante Bruselas, cuya torpeza acabará alejando a este país emergente de la Unión.
De las elecciones turcas del domingo, marcadas por un escándalo sexual que afecta a los dos partidos de oposición en un país abrumadoramente musulmán, solo se discute si habrá una victoria plácida del gobernante AKP, islamista moderado, o un triunfo total. “Aunque la Turquía de hoy”, escribe Torreblanca en El País, “es infinitamente más democrática, rica y estable que la que obtuvo una promesa de ingreso en 1999 y comenzara negociaciones de adhesión en 2005, muchos temen que una mayoría tan rotunda permitirá a los islamistas desatarse del poste democrático al que Europa les había anclado.”
La apuesta del AKP por el Islam en un Estado laico era visto hace una década como un problema; hoy ya está está claro que no lo es. “Si esta deriva autoritaria se impusiera”, agrega el autor, “se confirmaría que la UE habría dejado pasar de largo, con sus torpezas y miopías (….), la oportunidad de convertir Turquía en el faro que irradie democracia a todo Asia Central, el Cáucaso, Oriente Próximo y el Norte de África”.
Elecciones
Super Erdogan se encamina a un tercer mandato
En el transcurso de esta última legislatura, las preocupaciones que despierta [el primer ministro Recep Tayyip] Erdogan se manifiestan cada vez más. El exceso de confianza de Erdogan, que se ve como “el único hombre del momento”, suscita miedo. Con mayor razón cuando él mismo evoca la posibilidad de que Turquía evolucione hacia un sistema presidencial inspirado en el modelo francés o, incluso, en el ruso. El Gobierno del AKP, que considera el desarrollo no como un medio sino como un fin en sí mismo y que para quien “el crecimiento debe producirse a cualquier precio”, no presta ninguna atención a la protección del medio ambiente, por ejemplo. A pesar de todo esto, gracias a sus éxitos en el plano económico y porque ha conseguido hacer recular el sistema al imponer a la sociedad una tutela de una oligarquía burocrática, se ha hecho evidente que el AKP va a encadenar una tercera legislatura.
Pero para que una democracia pueda funcionar correctamente es necesaria una oposición consecuente y comprometida con los principios democráticos. Las tentativas llevadas a cabo por Kemal Kiliçdaroglu, el nuevo presidente del Partido Republicano del Pueblo [CHP, kemalista, en la oposición parlamentaria], de que no se asocie sistemáticamente más su partido con el aparato del Estado, así como la tendencia que desde ahora abandera de querer defender las libertades, permiten prever que algún día el CHP pueda encarnar verdaderamente esa oposición democrática. Por otro lado, la posibilidad de que el Partido por la Paz y la Democracia [BDP, pro-kurdo] pueda estar representado en esta ocasión en la Asamblea Nacional por un grupo más consecuente [actualmente dispone de veinte diputados] trasluce otro factor importante en juego en este escrutinio, en la medida en que permitiría que los kurdos manifestasen sus reivindicaciones en un contexto democrático.Sahin Alpay, Zaman, Estambul (extractos)
