Geert Wilders escucha el veredicto del tribunal de Ámsterdam que lo absolvió el día 23 de junio.

Geert Wilders, ese Voltaire moderno

La absolución del populista Geert Wilders puede que marque una nueva tendencia en Europa. Ahora que los Gobiernos no defienden ya el multiculturalismo, puede que sea posible criticar el islam, remarca un intelectual holandés.

Publicado en 27 junio 2011 a las 15:48
Geert Wilders escucha el veredicto del tribunal de Ámsterdam que lo absolvió el día 23 de junio.

Con la absolución de Geert Wilders, un juez holandés ha abierto una nueva tendencia en Europa. Tras años en los que no se toleraban las críticas contra el islam, los Países Bajos han hecho honor a su tradición de ofrecerse como refugio en el que perviva el debate. Porque estos últimos años, en todos los países de Europa occidental, los críticos del islam han sido, por el contrario, condenados por expresar su punto de vista.

A principios de mayo en Dinamarca, por ejemplo, Lars Hedegaard, el ideólogo del Partido del Pueblo Danés, fue condenado por haber dicho que “las hijas en las familias musulmanas son violadas por sus tíos, sus primos o su padre”, y que “si un musulmán viola a su esposa, tiene derecho (...). Forma parte de su cultura”.

El 15 de febrero en Viena, Elisabeth Sabaditsch-Wolff, que había criticado el islam, fue condenada por haber calificado de “pedófilo” a Mahoma, fundador del islam. Según el juez austriaco, el matrimonio con Aicha, que tenía entonces 9 años, no podía ser asemejado a la “pedofilia”, puesto que sería “denigrante” para las “doctrinas religiosas” del islam, también porque el matrimonio pervivió incluso después de que Aicha cumpliese los 18.

Incitar al odio, no a la violencia

Otros veredictos equiparables por declaraciones que criticaban el islam también han tenido lugar en Francia, en Bélgica y en Inglaterra. A Jean-Marie Le Pen se le prohibió decir: “El día en que dispongamos de Francia, no serán cinco, sino 25 millones de musulmanes, serán ellos quienes manden. Y los franceses se pegarán a las paredes, dejarán sitio en las aceras bajando los ojos”. Mark Anthony Norwood tuvo que dejar de exhibir en su ventana un póster sobre el que podía leerse: “Islam out of Britain” [Islam fuera de Gran Bretaña].

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Y el belga Daniel Féret, al que se le inhabilitó durante diez años, tuvo que participar en trabajos en el ámbito de la integración. Él había apelado a la “repatriación” de los inmigrantes, que en su opinión eran “criminales”, y exigía el disfrute de las prestaciones sociales únicamente a los belgas y a los “europeos”. Con motivo de estos juicios, la Corte Europea de Derechos del Hombre de Estrasburgo consideró que se perseguía un “objetivo legítimo” y que la restricción de la libertad de expresión era en esa situación “necesaria en una sociedad democrática”.

Resulta curioso, puesto en ninguno de estos casos hubo una incitación a la violencia. Las declaraciones excedían la mesura, según los jueces nacionales, puesto que incitaban al “odio” o a la “discriminación” - nociones que pueden fácilmente ser tomadas ampliamente y ser empleadas para excluir opiniones políticas contrarias-.

El fin del multiculturalismo amenaza a las élites

Si durante mucho tiempo ha sido difícil proferir críticas contra el islam, es porque las críticas no son compatibles con el multiculturalismo. Es más, líderes como Cameron, Aznar, Sarkozy y Rutte han suscrito todos ellos la sorprendente conclusión a la que llegó Angela Merkel en 2010, que declaró que “la sociedad multicultural había fracasado totalmente”. Ahora que se ha abandonado el multiculturalismo, las críticas contra el islam vuelven a ser toleradas.

Con la absolución de Geert Wilders el pasado jueves 23 de junio, los Países Bajos son el primer país de Europa occidental en el que el poder judicial ha sacado también conclusiones explícitas del abandono del multiculturalismo. Los Países Bajos rinden honor de esta manera a su reputación de ser un refugio de tolerancia para la libertad de expresión.

En efecto, durante mucho tiempo los escritos de innumerable críticos de la religión, de Spinoza a Voltaire, no podían ser publicados en ningún otro lugar de Europa, pues estaban prohibidos, salvo en este país. La elite represiva de la época quería impedir a través de los tribunales estas críticas, pero únicamente se pudo mantener hasta finales del siglo XVIII. Lo que comenzó como un debate crítico ganó en repercusión y culminó en la Revolución Francesa. Una evolución parecida podría amenazar a las elites europeas de hoy en día.

Solo se debe convencer con argumentos

Que el multiculturalismo sea o no una buena idea, que el islam sea una ideología política o una religión pacífica, y que Mahoma haya sido o no un pedófilo: ninguna de estas idea debe ser ni impuesta ni prohibida. Eso solo conllevaría una radicalización de las opiniones. Únicamente un debate abierto puede permitir decidir sobre estas cuestiones, y los partidos ofendidos o lesionados pueden tratar de convencer mediante argumentos a los críticos del islam de su supuesto error.

Si Wilders hubiese sido condenado el pasado 23 de junio – incluso solo por sus propias declaraciones– el poder judicial en su conjunto se hubiese debilitado una vez más. Dicha decisión hubiese sido el comienzo de años de nuevas disputas jurídicas, lo que hubiese significado una mayor politización de las salas de audiencias.

Por consiguiente, parece que el juez se ha mostrado conciliador justo a tiempo. Tras este veredicto razonable, falta saber qué país será el próximo en seguir este ejemplo.

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