Europa será cosmopolita o no será

Para el sociólogo Ulrich Beck, una Europa federal, o una unión de Estados-nación es una opción anticuada. Ahora es tiempo de dar al proyecto europeo una dimensión cosmopolita, más abierta y más democrática.

Publicado en 1 julio 2011 a las 13:32

El proceso de la unificación europea tras la Segunda Guerra Mundial, tuvo una justificación clara: que el conflicto bélico no se repitiera "nunca más". El objetivo era sencillo: convertir a los enemigos en vecinos. Como este milagro ya ha sucedido, ahora el proyecto de paz no logra movilizar fácilmente a los pueblos. De esto no cabe ninguna duda: el proyecto de unificación europeo necesita urgentemente un poco más de motivación.

Planteamos a continuación tres propuestas para el futuro:

Propuesta 1

Se necesita urgentemente una nueva base para la UE, porque se están solapando y reforzando entre sí tres procesos autodestructivos en todo el continente: la "xenofobia”, la "islamofobia” y la "hostilidad hacia Europa”. Los críticos del “islam”, que supuestamente cercena los valores occidentales de libertad, saben combinar la Ilustración con la xenofobia. De repente, en nombre de la Ilustración, se puede llegar a estar en contra de los inmigrantes.

Un nuevo resentimiento nacionalista, relacionado con los rescates destinados a los países del sur de Europa, ha generado una lógica incendiaria de despiece y conflicto. Los países donantes tienen que imponer programas de austeridad y por ello siguen apretando las tuercas políticas a los griegos, que ya han superado con creces el umbral del dolor. Los griegos se ven a sí mismos como un pueblo anulado por los "dictados de la UE", lo que transgrede su independencia y dignidad nacional. Estas dos respuestas avivan el odio a Europa.

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Esa hostilidad hacia Europa, el "dulce monstruo de Bruselas", en palabras de Hans Magnus Enzensberger, se activa tanto aquí en Alemania como allí, en Grecia. Tras ella se encuentra la convicción de que "podemos hacerlo solos". Es decir, nosotros, los alemanes, los franceses, incluso los luxemburgueses.

Es el autoengaño nacional y la nueva “exclusión” de Alemania. Por lo general, hablamos de Europa como si Alemania fuera totalmente independiente. Pero al final habrá que plantear una pregunta que echaría todo por tierra. Imaginemos que realmente la UE se viene abajo. ¿Cuál sería el coste de volver a convertir el euro a 12 monedas nacionales, de volver a colocar barreras en todas las fronteras nacionales, de volver a introducir las aduanas nacionales, de sustituir las normativas de la UE por las normativas de 27 naciones?

Propuesta 2

Europa ni sufre una crisis del euro, ni carece de disposición para reforzar la unión política, ni falta movilización por parte de los ciudadanos europeos. Son meramente síntomas. La enfermedad real es otra: Europa sufre un "automalentendido". Es precisamente ese gran objetivo de los "Estados Unidos de Europa" lo que hace que Europa y sus países miembros sean archi-rivales que cuestionen la existencia del otro. Mientras siga prevaleciendo la idea de tener que elegir entre "Europa o los Estados-nación" y se excluya una tercera vía, la mención de "Europa" seguirá suscitando miedo.

Propuesta 3

La "tercera vía excluida" es una Europa cosmopolita y una Alemania cosmopolita. En este sentido, es importante distinguir claramente entre nación y nacionalismo. Aquel que, ante la progresiva desintegración de la UE, defienda la "vuelta a la nación" es ingenuo y carece de patriotismo: es ingenuo porque oculta los incalculables costes de desmontar la UE y carece de espíritu patriótico porque pone en peligro a Alemania. Pero el que defienda que el futuro de Alemania es cosmopolita, enriquece tanto a Alemania como a Europa.

Una Alemania cosmopolita exige un nuevo concepto de soberanía. Porque Europa no socava la fortaleza de las naciones, sino que les confiere más poder. Los Estados miembros ganan una voz en Europa y mucho más allá, donde es importante. Pueden influir directamente en los resultados de la política europea. Los problemas nacionales, como la delincuencia, la inmigración, el medio ambiente, el desarrollo agrícola, la cooperación tecnológica y científica, se resuelven con los poderes combinados de la UE.

Una Alemania cosmopolita requiere un nuevo concepto de identidad e integración, que permitirá la coexistencia más allá de las fronteras, que será positiva sin sacrificar la individualidad y las diferencias en aras de la homogeneidad nacional. La diversidad que constituye la esencia de Europa, tanto de idiomas, estilos de vida, arte, formas de democracia, se consideraría una fuente de conciencia nacional de los alemanes aún abiertos al mundo, y no una amenaza a esa conciencia.

Por lo tanto, en última instancia, se trata de entender el destino de la Unión Europea o más en concreto, el destino de Grecia, como parte del destino de Alemania, en el sentido con el que habló Willy Brandt durante la primera sesión del Bundestag alemán: “Los alemanes y los europeos”, dijo, “están unidos, ahora y esperemos que siempre".

Es hora de hacer de Europa la causa fundamental, desde la cabeza nacional hasta los pies cosmopolitas: la crisis perpetua llamada Europa constituye una oportunidad extraordinaria para los responsables políticos de Alemania. La nueva política sobre Europa, es decir, definir en detalle los fundamentos de las políticas financieras, medioambientales y sociales de Europa, podría constituir el núcleo de un Gobierno de coalición rojiverde. La UE dejaría de ser el "dulce monstruo". Sería una Europa social en ciernes de trabajadores y ciudadanos, una Europa que abarque las luchas de la legitimidad democrática y las respuestas políticas a los problemas globales con transparencia y que sería de vital importancia para las personas en su vida diaria. Y el motivo por el que votarían a su favor. ¿Dónde está el Willy Brandt europeo?

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