Europa, el gigante manso, debe despertar

En este inicio del siglo XXI, muchos analistas comparan a Euroca con un dinosaurio dócil que come hierba. Con el objetivo de adaptarse al nuevo mundo que se está forjando, el gigante debe desperezarse, según aclama el escritor neerlandés Geert Mak.

Publicado en 8 julio 2011 a las 16:27

Invierno de 1999. La ex-Yugoslavia había estallado entre la confusión. Novi Sad, la amable ciudad a orillas del Danubio, había sido bombardeada repetidamente por los aliados y los puentes yacían en pedazos en el río. Los ciudadanos observaban consternados a su alrededor desde las orillas nevadas. Consternados por la guerra, por la destrucción de su mundo, por las cosas inconcebibles que habían sufrido. Fue entonces cuando visité al viejo Alexandre Tisma, uno de los más destacados escritores yugoslavos. Vivía a la vuelta de la esquina y en ese lugar moriría años más tarde.

Cuando le pregunté cómo se sentía, en este país perdido, me contó la historia de su perro, Jackie. Un día de invierno, el animal huyó bordeando el Danubio y acabó, no se sabe cómo, sobre un bloque de hielo. Los niños del barrio fueron a buscarle: "Señor Tisma, ¡su perro se va a ahogar!" Acudió de inmediato al lugar, llamó varias veces al perro por su nombre, pero éste no se movía del bloque de hielo, como si estuviera paralizado. El animal estaba en estado de shock. Al final, uno de los niños logró cogerlo por la piel del cuello. "En este momento, estamos así", dijo Tisma. "Estamos como paralizados sobre un bloque de hielo, no sabemos qué hay que hacer y mientras esperamos, nos dejamos llevar por la corriente".

Vivimos una época histórica. Nos estamos recuperando lentamente de una mala y sobre todo peligrosa crisis económica. El mundo árabe está siendo sacudido por movimientos populares que puede que algún día ocupen un lugar en la historia similar al de las revoluciones europeas de 1848 y 1989. Independientemente de cómo terminen estos cambios democráticos, constituyen el mayor desafío que ha vivido la política exterior europea desde la caída del Muro. Mientras, la crisis del euro sigue avivando entre bastidores un fuego abrasador.

Europa nunca tiene prisa

Los dirigentes y las instituciones de Europa no pueden funcionar, sobre todo ahora mismo, sin un apoyo sólido de los electores, tanto si lo expresan como si no. No obstante, en muchos países que sufren el efecto de la crisis, critican cada vez más el proyecto europeo y con razón. Y estos ataques llegan a su objetivo, precisamente porque la democracia europea sigue siendo débil.Si existe un problema europeo aún más importante que el euro, es el que constituye el déficit democrático europeo. Lo tenemos delante de nuestras narices, pero sigue creciendo y puede significar el fin de todos nuestros sueños.

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Sin embargo, sinceramente no creo que el público se haya vuelto en contra del proyecto europeo en general. Al contrario: mucha gente tiene grandes problemas debido al rumbo que ha tomado este proyecto. Lo único que quieren es que la política, y por lo tanto también la política europea, se reorganice en función de las realidades de su vida diaria. Quieren volver a tener un poco de poder de decisión sobre su mundo.

El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores a veces ha comparado la Europa actual con los enormes herbívoros que poblaban el planeta en la prehistoria: gigantescos en todos los sentidos, pero sin ninguna agresividad. No seamos ilusos: en lo que respecta a ambiciones a nivel mundial, Europa es efectivamente un animal perezoso que jamás se precipitará y no desempeñará nunca una función importante en el planeta si no le dan de vez en cuando un golpe de espuela o un azote desde el exterior. Al mismo tiempo, el orden mundial actual ya no es tan estable y sereno para que Europa pueda conformarse con ser Europa.

Por lo tanto, Europa debe fortalecerse. Ante todo, es por su propio bien. Se está creando un nuevo mundo que incluye a China, Estados Unidos, Japón, India y quizás Brasil. Si en él no se reconoce a la Unión Europea como un actor principal, se convertirá en una presa para el resto de potencias. En lugar de ser un referente de esperanza, un ejemplo de orden internacional, pasará a ser un vacío, el escenario de explosiones de violencia entre los Estados y sobre todo entre los no Estados.

La pereza es hoy nuestro peor enemigo

Esto significa que debemos politizar Europa. Y politizarla de verdad. Y los partidos de protesta de tipo populista forman parte de ella. Debemos arrebatársela a las instituciones, debemos amarla y odiarla, debemos implicarnos totalmente en ella. Si queremos salvar la idea europea, no se trata únicamente de la unidad financiera o institucional. Para ello es necesario un despertar político y cultural en profundidad. Es necesario crear en ámbito europeo una nueva cohesión, como se hizo en el ámbito nacional en muchos países en el siglo XIX. Ahí es donde reside el mayor atraso de la Unión, a lo que debemos darle prioridad absoluta, pues nada es posible sin esta unidad pública.

Ahora es importante, mucho más que antes, llevar estas discusiones europeas al espacio nacional. Ahí es donde los electores se sienten más cómodos. Y después se podrán trazar poco a poco nuevas líneas hacia el terreno político europeo. La democratización europea, a pesar de todas las buenas intenciones, hasta ahora no lo ha logrado. Peor aún, ha creado un abismo cada vez más grande entre la política nacional y la europea. La responsabilidad en este sentido recae sobre todo en los políticos nacionales que, en los últimos años, han reivindicado en su propio beneficio una serie de éxitos europeos demasiado fáciles, rechazando los puntos neurálgicos nacionales sobre Europa. Pero esta responsabilidad también recae en nosotros, los electores.

En Occidente aún nos queda un poco de tiempo, quizás una veintena de años, para adaptar nuestras instituciones al siglo XXI. Aún tenemos la posibilidad de lograr un despertar europeo, la oportunidad de profundizar en la Unión Europea y democratizarla, de enriquecer nuestra calidad de vida, de aportar una nueva vida al proyecto europeo. Aún tenemos algo de tiempo para revisar nuestros viejos esquemas de pensamiento. La pereza es ahora nuestra peor enemiga. Es evidente, pero debemos salir de este bloque de hielo. Hemos logrado muchas cosas. Por ello hay tanto que perder.

Extractos del ensayo "El estado de la Unión Europea", pronunciado el 5 de mayo ante el Parlamento flamenco

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