El entierro de Robert Csorba y de su hijo en Tatarszentgyörgy, el 3 de marzo de 2009 (AFP)

¿Cómo afrontar la violencia contra los gitanos?

La policía húngara no logra aún poner término al ciclo de la violencia anti-Roms de la cual es testigo el país. Las encuestas no han tenido respuestas a pesar de la colaboración con el FBI. Lo ilustra una pequeña ciudad del centro de Hungría, Tatarszentgyörgy.

Publicado en 18 agosto 2009 a las 15:49
El entierro de Robert Csorba y de su hijo en Tatarszentgyörgy, el 3 de marzo de 2009 (AFP)

“Esta ciudad se encuentra bajo vigilancia ciudadana”, anuncia a todos los viajeros un cartel situado a la entrada de Tatarszentgyörgy. Sin embargo, las patrullas ciudadanas de esta localidad del centro de Hungría no han podido hacer nada para salvar la vida de dos de sus conciudadanos, un padre y su hijo de cinco años, que fueron víctimas de la violencia contra los gitanos el pasado 23 de febrero, ni para impedir otros actos violentos contra la minoría gitana.

A primera vista, Tatarszentgyörgy causa buena impresión. Desde la entrada de Hungría en la Unión Europea, un buen número de ciudades y pueblos como éste se han lanzado activamente a toda clase de programas de renovación, gracias principalmente a las subvenciones de Bruselas.

"Siempre la toman con los más pobres, con los que viven en la periferia de la ciudad, en el límite del bosque”, nos había explicado el portavoz de la comunidad gitana en Budapest. En una calle donde cohabitan los húngaros de raíz con los gitanos, un habitante local nos guía hasta los escombros de una casa de paredes amarillas. Es todo lo que queda de la casa de Robert Csorba, quien vivía allí con su esposa y tres niños. El 23 de febrero, hacia la una de la madrugada, se declara un incendio en casa de los Csorba. La familia huye hacia el bosque, pero es abatida por ráfagas de armas de fuego. Robert, de 27 años, y su hijo resultan muertos, su esposa y sus dos hijas padecen graves quemaduras.

La policía concluye que el incendio fue producto de un cortocircuito y que las víctimas murieron como consecuencia de sus quemaduras. Fue necesaria la intervención del gobierno para nombrar a un grupo de investigadores de la policía de Budapest para que comenzara una investigación verdaderamente imparcial. Ésta se orienta desde el primer momento hacia los extremistas de derecha y los “usureros cíngaros”.

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La víspera de nuestra visita a los familiares de Robert Csorba, conocimos a Andras Kisgergely, de 33 años, “Comandante suplente de la Magyar Garda”, la Guardia húngara, un grupúsculo paramilitar que sería disuelto más tarde por orden del tribunal por “incitación al odio”, y jefe de la sección local del partido de extrema derecha Jobbik.

Según Kisgergely, el éxito de este último (ha obtenido el 15% de los votos y tres diputados en las últimas elecciones europeas) se explica por la “profunda inseguridad” que reina actualmente en el país, donde los atracos y los robos en domicilios privados se habrían convertido en algo habitual, y acusa a los gitanos de adoptar el crimen “como forma de vida y medio de subsistencia” y de abusar de las ayudas sociales, explica el mismo antes de comenzar a detallar un catálogo de medidas represivas, pena de muerte incluida, que deberían contribuir a resolver el problema.

Una postura compartida por los autores del doble asesinato de Tatarszentgyörgy y por una parte de la población que, como han podido comprobar los investigadores de Budapest, es receptiva a la tensión creada por la Guardia húngara y el Jobbik, y apoya su acción. Eso explicaría por qué la policía sigue sin encontrar su pista, a pesar de contar con la ayuda de especialistas del FBI.

CONTEXTO

El pueblo gitano, víctima en serie de la violencia

Desde hace varios meses, Hungría es escenario de una violencia sin precedentes contra el pueblo gitano. En un año, ocho personas han sido asesinadas siguiendo siempre un mismo patrón, similar al de Tatarszentgyörgy.

Según el Frankfurter Rundschau, después de haber negado durante mucho tiempo las semejanzas entre los asesinatos y de haber sido acusada de parcialidad, la policía húngara ya no descarta los motivos racistas. Ha movilizado a más de cien investigadores y ofrece 370.000 euros a quien pueda ayudar a identificar a los culpables. Los especialistas en perfilación criminal del FBI estadounidense, que han venido como apoyo, buscan a los asesinos entre profesionales que sepan utilizar un arma “antiguos militares y policías, cazadores y miembros de la Legión extranjera francesa”. Mientras tanto, aumenta la presión sobre los 600.000 miembros de la minoría del pueblo gitano de Hungría. Debilitados por la crisis económica, son víctimas de la propaganda del Jobbik y de la Guardia Húngara, quienes insisten en la “criminalidad cíngara” y ponen en duda sus derechos civiles. De acuerdo con el diario alemán, esto comienza a dar sus frutos: “Según los estudios, el 50% de los húngaros considera que el pueblo gitano tiene genéticamente tendencias criminales”.

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