Anders Breivik : asesino, sin más adjetivos

No hay nada que estudiar en la mente del asesino en serie noruego. No debemos centrarnos en su ideología pueril. A Anders Breivik sólo le importaba él mismo, tal y como expone el columnista y alcalde de Londres, Boris Johnson.

Publicado en 25 julio 2011 a las 14:27

No basta con decir que está loco. Salta a la vista que Anders Breivik está loco: nadie en su sano juicio actuaría así. Ni tampoco basta con decir que es una persona malvada. Si el término malvado tiene algún significado, sin duda se aplica a un hombre que se desplaza hasta un campamento de verano en una isla, llama a jóvenes inocentes para que corran hacia él y dispare mortalmente a 85 de ellos con un rifle automático.

Jamás nos bastarán simples términos como “loco” o “malvado”, y en los próximos días y semanas seguro que se realizan psicoanálisis exhaustivos de este sombrío y altanero psicópata de 32 años. Convocaremos y entrevistaremos a todos los posibles fantasmas de su mente. Con ayuda de los investigadores noruegos, intentaremos comprender cómo estos demonios le convencieron para llevar a cabo un acto de esta crueldad premeditada y como guía emplearemos el manifiesto de odio de 1.500 páginas que publicó en Internet, posiblemente con sus cómplices.

En muchos sentidos se trata de un documento absurdo, con su plan de revivir la antigua orden de los caballeros templarios, en la que Breivik sería el “Caballero Justiciero”. Su idea es movilizar a todo un ejército de imbéciles tan repugnantes como él para liberar a Europa de los inmigrantes en 2083. Al parecer, es el 200 aniversario de la muerte de Karl Marx, a quien Breivik culpa por la igualdad, el feminismo, el multiculturalismo y todo aquello que odia. El intento de copia de Mein Kampf de Breivik está inundado de cavilaciones adolescentes sacadas de Wikipedia sobre Gramsci, Adorno y el Islam, y debo confesar que no he logrado llegar al final del manifiesto.

"Chifladuras" extraídas de blogs conservadores

Pero he leído lo suficiente como para captar lo esencial y he de decir que hay algo curioso y al mismo tiempo turbador en sus obsesiones. No para de hablar de la UERSS [Unión Europea de Repúblicas Socialistas Soviéticas] y de “Eurabia”. Tacha al multiculturalismo de “gran mentira” y afirma que la “corrección política ahora domina a la sociedad europea occidental como un coloso”. “¿Se puede reformar la Unión Europea?”, pregunta. “Lo dudo. La UE está amarrada por una clase de burócratas que sirven a sus propios intereses y quieren ampliar sus presupuestos y su poder, a pesar del daño que causan”.

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Afirma que Europa ha sido engañada sistemáticamente por la inmigración masiva de los países musulmanes y que se ha ocultado al electorado el método de esta inmigración. Para apoyar sus argumentos, cita a muchos comentaristas británicos. De hecho, es fascinante comprobar lo arraigado que se encuentra este extremista noruego en el discurso político del mundo anglosajón.

Amigos, no es fácil reconocerlo, pero muchas cosas de las que dice este chiflado podrían extraerse de los comentarios de blogs que se encuentran en los medios de comunicación, en especial en los medios "conservadores" de Gran Bretaña. Algunas personas leerán sus funestas soflamas y llegarán a la conclusión de que estas patrañas exaltadas son las que realmente le han impulsado a actuar así. Dirán que la ira contra la UERSS y la inmigración le han alentado para cometer esta barbarie, al igual que los principios del extremismo islámico desencadenaron los asesinatos del 11 de septiembre.

Simetría con los terroristas islámicos

Es cierto que, en vista de lo que ha hecho, tiene mucho en común con algunos de los recientes terroristas suicidas islámicos. Le molesta la emancipación de las mujeres y cree éstas están mejor en el hogar. Al parecer también le molesta la homosexualidad. Sobre todo, y esto es en lo que más se parece a un islamista, cree que sus propios líderes religiosos han caído en la decadencia y se han desviado de la ortodoxia. Le repugna, al igual que a muchos terroristas musulmanes, cualquier cosa que se parezca a la mezcla de culturas.

La gente dirá que estamos ante la imagen de un terrorista islámico, una persona impulsada por una manía ideológica idéntica, aunque opuesta. Sin duda se observa una simetría, y aun así, en ambos casos, tanto en el de Breivik como en el del terrorista musulmán, no creo que la ideología sea realmente el núcleo del problema. Ayer, los reporteros de la televisión encontraron a un conocido de Breivik en Noruega, un tipo llamado Ulav Andersson y que decía que le conocía muy bien. Estaba muy sorprendido por toda la parafernalia de los Caballeros del Temple, porque nunca había sido muy religioso y no sabía que le interesara tanto la política.

“No parecía estar aferrado a ninguna idea”, afirmaba. Simplemente se volvió irritable y quisquilloso, afirmaba Ulav Andersson, cuando una chica que le gustaba le dejó plantado por un hombre de origen paquistaní.

Narcisistas cuya ideología es una excusa

No se trataba de un problema con la inmigración, ni con Eurabia, ni con el hadith, ni con la conspiración de los eurócratas contra la gente. No era realmente una cuestión de ideología o religión. Era un problema sobre sí mismo y su sentimiento de ineptitud con respecto al sexo femenino. Podría aplicarse el mismo criterio, como se ha hecho, sobre muchos de los jóvenes terroristas musulmanes. Los motivos fundamentales de su comportamiento cruel radican en su propio sentimiento de rechazo y alienación. La ideología es lo que les aporta la causa aparente, lo que aviva el veneno en su sangre, lo que les brinda la excusa para exagerar el rencor que sienten del modo más poderoso para matar.

Por lo tanto, el caso de Anders Breivik nos da una lección importante. Mató en nombre del cristianismo y aún así, por supuesto no culpamos a los cristianos ni a la “Cristiandad”. Y de igual modo tampoco deberíamos culpar al "Islam" de todos los actos de terror cometidos por jóvenes musulmanes. A veces surgen jóvenes patéticos que sienten impotencia y rechazo y se vengan de forma terrible con el mundo. A veces son personas que se sienten tan débiles que necesitan matar para sentirse fuertes. No necesitan ninguna ideología para actuar así.

Michael Ryan no tenía ninguna ideología cuando cometió la masacre de Hungerford (Inglaterra) [causó 16 muertos en 1987]; ni la tenía Thomas Hamilton en Dunblane (Escocia) [con 17 muertos en 1996]. Intentar exponer cualquier otra explicación a sus actos, intentar exponer complejos factores “sociales”, o analizar el impacto del multiculturalismo en Escandinavia, es simplemente caer en su juego para darse importancia. Puede que Anders Breivik haya escrito un profético manifiesto de 1.500 páginas, pero al igual que muchos otros psicópatas como él, es básicamente un narcisista y egomaníaco que no pudo soportar que le rechazaran. Deberíamos dedicar menos tiempo a pensar en él y mucho más en las víctimas y sus familias.

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