Playa de Lido, en Ostia, cerca de Roma, Italia.

Sin el sur, Europa acabará perdiendo el norte

Los países del sur de Europa atraviesan muchas dificultades. Pero eso no es motivo para desatenderlos o para arrastrarlos hasta la puerta de salida: el destino de la UE dependerá también de su parte meridional, recuerda un periodista de Le Temps.

Publicado en 27 julio 2011 a las 16:25
Playa de Lido, en Ostia, cerca de Roma, Italia.

Las cifras están ahí y son despiadadas. Las de Grecia, con su deuda de alrededor de 350.000 millones de euros, equivalente al 160% de su producto interior bruto (PIB), sirven de eslogan a los países que, con Alemania en cabeza, exponen la mala gestión y los engaños (probados) del pasado de Atenas.Justo por detrás se encuentran Portugal, con una deuda pública de 126.000 millones, es decir, el 88% del PIB, o Italia, con una deuda de alrededor de 1,8 billones de euros, cerca del 120% de su PIB, y en el caso de la Península, con el factor agravante de la ineficacia de los servicios públicos, ilustrada en todas las pantallas de televisión del mundo por el caos de la recogida de basuras en Nápoles.

Hay que señalar que el caso de España desde este punto de vista es diferente, porque las autoridades de Madrid ante todo se enfrentan a una espiral de endeudamiento privado comparable al de Irlanda, donde el rescate de la UE pretende sacar a flote al sector bancario. La deuda pública española, de 680.000 millones de euros, representa alrededor del 64% del PIB del país… en contraposición a los 1,65 billones de euros en el caso de Francia, equivalente al 84% del PIB del país y que las agencias de calificación tienen en el punto de mira.

A esto se añade, como señalarán los críticos, la isla dividida de Chipre, que entró a formar parte de la Unión Europea en 2004 y que estos días solicita ayuda, debido a la explosión del 11 de julio que provocó 13 víctimas mortales y destruyó la principal central eléctrica del país. El coste de la reconstrucción y de la puesta en marcha, como predicen los expertos, se elevará a más de 1.000 millones de euros, mientras el Gobierno de Nicosia ya debe hacer frente a una gran factura: cerca de 50.000 millones de deuda pública, es decir, el 71% de su producto interior bruto. Una cifra que puede parecer insignificante en comparación con las demás deudas, pero importante en cualquier caso.

El destino de Europa, ligado al Mediterráneo

¿Qué se puede hacer entonces, además de las reformas para reducir los gastos, la subida de los impuestos y la privatización en masa, tal y como se dispone a hacer Grecia? Sacar conclusiones económicas drásticas y encogerse de hombros es una opción. Es lo que han hecho algunos diputados alemanes al sugerir, por ejemplo, que Antenas venda en subastas algunas de sus soleadas islas para volver a llenar sus arcas. Es cierto que se trata de un método al que recurrieron algunas potencias europeas en el pasado, como Napoleón cuando vendió la Louisiana francesa, que ocupaba casi todo el centro y el oeste de Estados Unidos, al nuevo Estado independiente americano por quince millones de dólares, en mayo de 1803. Así financió su apetito guerrero insaciable.

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Estos mismos profetas, o casi, se apresuran a plantear que Grecia salga de la eurozona… olvidándose de que el Tratado de Lisboa no permite expulsar a un país miembro. El planteamiento es sencillo: hagamos de la moneda única un club de países europeos prósperos y geográficamente situados al norte. Porque así es la inflexible realidad política del continente. Sin embargo, este mensaje repetido hasta la saciedad por las formaciones populistas de extrema derecha como el Partido por la Libertad neerlandés de Geert Wilders, niega una evidencia: el destino de Europa como potencia en la historia siempre ha estado vinculado al Mediterráneo y amputar a la UE su franja meridional sería un contrasentido político, puesto que los aspectos estratégicos y económicos en juego en este flanco sur son determinantes. Y no hablamos de la inmensa aportación de Grecia al pensamiento europeo, ni de la forma en la que la identidad comercial y el capitalismo europeo se han forjado en el Mediterráneo, como lo ha demostrado Fernand Braudel [historiador francés].

La Unión del Mediterráneo no debe naufragar

Hablamos de mercados justos, de mano de obra y de actualidad: cuando los aviones de la OTAN despegan a diario de las bases aéreas situadas en Sicilia o en Creta para atacar a las fuerzas del coronel Gadafi, ¿quién puede negar que la ecuación presupuestaria no puede ser el único factor de integración? ¿Quién puede discutir, como lo demostró el editorial de Le Temps la pasada primavera, que las "primaveras árabes" pueden ser una fuente increíble de vitalidad para el continente? Los relevos pasan por Atenas, Nápoles, Gibraltar, Barcelona o Nicosia. Berlín, que tanto invirtió en el proyecto solar de Desertec al sur del Mediterráneo, no lo debe olvidar. La Unión para el Mediterráneo, justificada aunque mal ideada por Nicolas Sarkozy, no debe naufragar.

También merece debatirse con franqueza otro argumento más trivial. ¿Dónde pasa las vacaciones la Europa del Norte industrial y virtuosa cuando se detienen las cadenas de producción de los constructores de automóviles alemanes o de las fábricas finlandesas de Nokia? Basta con echar un vistazo estos días en Bruselas para ver pasar la sucesión de caravanas neerlandesas, seguro que llenas de electores del Partido de la Libertad, que se dirigen a Francia, España o Italia. ¿Fatalidad de la geografía? Seguro. Pero esta misma fatalidad implica también que no todos los países se pueden medir por el mismo rasero.

Los pueblos y las comarcas no tienen ni el mismo destino ni las mismas ventajas comparativas. Por lo tanto, el objetivo debe ser inducir a los malos alumnos del momento (recordemos que, hace unos años, el auge español era digno de alabanza, incluso en Alemania…) a aumentar al máximo su rendimiento en lugar de señalarles la puerta salida. Grecia engendró a las principales personalidades de multimillonarios y armadores-negociantes que crearon la gloria de Europa durante siglos. Los navíos de sus descendientes siguen aún navegando. Sin pagar impuestos. Ahí reside el problema. Es cuestión de cifras. Sólo de cifras

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