Katrin Krabbe (última a la derecha) y el equipo de RDA que ganó el relevo femenino 4x100 metros durante los campeonatos europeos de Gateshead (Reino Unido), el 5 de agosto de 1989 (Bundesarchiv)

La herencia del dopaje

Con la reunificación, la RFA heredó los atletas de la ex RDA y sus fabulosas prestaciones, pero también la máquina de fabricar récords a fuerza de anabolizantes. Veinte años después, aún no ha terminado la limpieza.

Publicado en 20 agosto 2009 a las 15:22
Katrin Krabbe (última a la derecha) y el equipo de RDA que ganó el relevo femenino 4x100 metros durante los campeonatos europeos de Gateshead (Reino Unido), el 5 de agosto de 1989 (Bundesarchiv)

Katrin Krabbe es una de las figuras históricas del deporte alemán. Era un producto de primera calidad de la República Democrática Alemana (RDA) que ganó la medalla de oro en los 200 m lisos de los Campeonatos del Mundo Junior en 1988. Un año después se derribó el Muro. La República Federal Alemana (RFA) se adueñó de la campeona, convertida en ídolo en toda Alemania. Después vino una muestra de orina, seguida rápidamente de un análisis positivo y con él, la caída del mito. La historia de Katrin Krabbe ilustra simbólicamente la forma en la que se desarrolló la reunificación del deporte alemán. La fusión de los sistemas deportivos constituye un caso aparte en el proceso de reunificación de las dos Alemanias. Aunque se quedaba atrás en el resto de dominios, la RDA formaba deportistas claramente superiores a los del Oeste.

Durante los Juegos Olímpicos de 1988 en Seúl, la pequeña RDA ganó 102 medallas, en contraposición a las 40 de la gran RFA. La reunificación desató la euforia. El Este se enorgullecía de aportar a su élite. El Oeste se alegraba por las grandes victorias logradas por los atletas del Este. Pero la decepción llegó cuando innumerables expedientes revelaron la implicación de ciertos deportistas y entrenadores en la Stasi [servicios de seguridad de la antigua RDA] y en el dopaje organizado por el Estado. Incluso hoy día, el deporte alemán lucha contra la herencia de la RDA. Numerosas víctimas del dopaje pelean por conseguir una pensión. Por otro lado, los antiguos entrenadores de la RDA aún se encuentran activos. Poco antes del comienzo de los Campeonatos del Mundo de Atletismo, que se disputan en este momento en Berlín, se han apresurado a presentar certificados que exculpaban a cinco preparadores físicos que habían recurrido al dopaje en el pasado.

Atleta femenina desarrolla rasgos masculinos

Heidi Krieger consiguió la medalla de oro en lanzamiento de peso femenino en los Campeonatos de Europa de Atletismo de 1986 en Stuttgart. Actualmente, se llama Andreas. Se convirtió en hombre porque su entrenador la había cebado con anabolizantes. Forma parte de las 193 víctimas del dopaje reconocidas por el Estado. "Los entrenadores y los médicos deportivos de la RDA se creían dioses", afirma la antigua campeona. Manfred Höppner se ha retirado. Ha evitado a la opinión pública, a la prensa y quizás también a Heide Krieger. Era el director adjunto del servicio de medicina deportiva, pieza clave del dopaje en la RDA. Entre 1974 y 1989, alrededor de 100.000 atletas se pusieron en forma a base de hormonas, sobre todo con las píldoras azules de Oral Turinabol. Höppner fue juzgado y condenado.

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En once Juegos Olímpicos, el país ganó 519 medallas, 192 de oro. El Secretario general del Partido Socialista Unificado (SED) los nombró en la época "diplomáticos en chándal", pero en realidad eran soldados con uniforme deportivo. Alrededor de 8.000 entrenadores trabajaban en ello. En 1989, la RDA seguía invirtiendo 400 millones de marcos en deporte. El plan "14.25" fue parte igualmente del milagro deportivo de la RDA. Este código hacía referencia al plan con el que los jefes políticos habían reunido en Berlín Oriental a funcionarios y científicos de diferentes dominios para que buscaran nuevas técnicas de dopaje aún más eficaces.

La siniestra verdad surge lentamente

Cuando cayó el Muro el 9 de noviembre de 1989, casi nadie tenía constancia de este lado oscuro. Se enfrentaron entonces dos estructuras deportivas: el deporte nacional, condicionado por los rendimientos del Este, y el sistema orientado hacia la práctica deportiva como ocio en el Oeste. Sin embargo, la fusión se realizó a toda prisa, sin muchas formalidades. El antiguo canciller Helmut Kohl se pronunció a favor del "mantenimiento del nivel elevado" deportivo de la RDA. Pero, mientras que en Bonn [la capital por entonces], se soñaba con la superpotencia deportiva, comenzaba en Berlín una carrera histórica en busca de la verdad. El servicio de medicina deportiva de Berlín Oriental era escenario de una frenética actividad: había que hacer desaparecer los anabolizantes distribuidos por toda la antigua RDA.

La historia de la unificación deportiva es también la de la política del avestruz, ya que, después de la caída del Muro, las asociaciones deportivas tuvieron que tomar rápidamente una decisión: olvidar el pasado o perseguir a los responsables del dopaje. El comité principal de la Federación Alemana Deportiva (DSB) ya había recomendado en 1991 la destitución de todos los entrenadores o asistentes que "no pudieran demostrar que no habían participado en el sistema de dopaje" en la RDA. Pero ¿quién era responsable del control? ¿La DSB? No tenía ningún interés al respecto. ¿Las asociaciones deportivas? Tan sólo estaban interesadas por el personal cualificado del Este. ¿El Estado? El Estado daba vía libre al mundo del deporte. Por ello, los entrenadores incriminados siguieron ejerciendo por todos lados: en clubes de natación, de esquí o de atletismo.

Esta situación sólo cambió en 1993, cuando todos los funcionarios de las federaciones y los grandes entrenadores tuvieron que aceptar que pasaran por la criba sus biografías. De este modo, se descubrió que Heike Dresschler, considerada como el ojito derecho de toda Alemania algunos meses antes en los Campeonatos del Mundo en Stuttgart, había sido colaboradora informal de la Stasi bajo el nombre de "Jump". Habría espiado a uno de sus compañeros de club y habría recibido por ello dinero, algo que ella niega.

El libro Doping-Dokumente se publicó en 1991 y cambió la perspectiva sobre la historia del deporte alemán. En ese momento, Heidi Krieger, la lanzadora de peso, puso fin a su carrera deportiva. Vivía en Berlín y pasaba momentos difíciles. Desde hacía un tiempo "se sentía un hombre". Es precisamente en el libro cuando oye hablar por primera vez del Oral Turinabol, de dopaje, del "plan 14.25", de la "hormona-Heidi". De ella misma. Leyó igualmente cómo sus entrenadores la cebaban con sustancias dopantes. Una vez, le suministraron durante 29 semanas el doble de testosterona que produce un hombre en ese periodo. La publicación del libro fue una especie de "big bang". Entonces ¿el éxito de la RDA en el mundo deportivo era una gran mentira? Los juicios comenzaron en 1998. Los tribunales condenaron a entrenadores, médicos y científicos a penas de prisión condicionales. Pero la sed de justicia acabó por sofocarse.

Manfred Höppner fue condenado a remisión condicional con puesta a prueba por complicidad en lesiones corporales. Desde 2008, una nueva comisión se encarga de hacer la limpieza. Ha logrado solucionar finalmente un gran número de problemas. Por ejemplo, ha exculpado al entrenador de heptatlón Klaus Baarck, también implicado en el sistema de dopaje en la RDA. Baarck acudió a los últimos Juegos Olímpicos de Pekín, no sin antes haber firmado una declaración al Comité Olímpico Alemán en la que asegura no haber distribuido nunca sustancias dopantes. A partir de ahora puede asistir a los Campeonatos del Mundo en Berlín, tras haber transmitido su arrepentimiento a la Comisión Steiner y haber firmado una carta de disculpa.

Berlín

Hitler ya no deambula por el estadio olímpico

"La sombra de Hitler ha desaparecido" y ya no aparece por el estado olímpico que hizo construir en 1936, señala el diario Le Soir, ahora que Berlín acoge los Campeonatos Internacionales de atletismo. Es más bien el héroe de los Juegos Olímpicos de 1936 quien despierta el interés de los alemanes. "Jesse Owens, cuatro veces campeón olímpico de 1936, ¿le dio realmente la mano a Hitler?" Esta pregunta anecdótica, planteada por un diario, resume el interés de los alemanes por el pasado del estadio olímpico de Berlín, sometido a una costosa renovación para el último Mundial de fútbol. Los alemanes no han querido hacer referencia a los Juegos Olímpicos del 36. No se trata de olvido ni de rechazo. Sienten que no es necesario. El comité de organización había sugerido celebrar un evento relacionado con los Juegos de 1936. Pero ninguno de los proyectos llegó a buen término. "Los americanos muestran más conciencia histórica que sus anfitriones alemanes", señala el diario Süddeutsche Zeitung. "Transcurridos más de sesenta años desde el fin de la guerra, los alemanes se han liberado de las trabas históricas".

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