Mientras que los disturbios y el saqueo han golpeado Manchester y Birmingham, 16.000 oficiales de policía han sido desplegados en la capital y autorizados a disparar con pelotas de goma. Además, el primer ministro ha anunciado la convocatoria de una sesión extraordinaria del Parlamento pero, a pesar de todo, los articulistas británicos no logran ponerse de acuerdo ni sobre las razones que los han causado ni sobre quién es el verdadero responsable de estos disturbios.
Los que condenan los acontecimientos, escribe un analista en el periódico de izquierdas Guardian, tendrían que considerar que en Gran Bretaña "el 10% más rico está 100 veces mejor posicionado que los más pobres" y que "la movilidad social es peor que en cualquier otro país desarrollado". Otro comentarista le da la razón: "Esto es lo que pasa cuando la gente no tiene nada, cuando constantemente tiene cosas que no puede pagar ante los ojos, sin tener ningún motivo para pensar que un día se las podrá permitir."
Ni por asomo, escribe Max Hastings en el conservador Daily Mail. Estos alborotadores "son básicamente bestias salvajes" que "sólo responden a los impulsos del instinto animal". No son víctimas, son "un peso muerto en la sociedad" y de ello hay que culpar a nuestra "cultura grotescamente autoindulgente y sin juicio". "Sólo la educación" puede "forzar a los humanos salvajes a saber comportarse".
La rabia contra el Gobierno está aumentando, escribe un analista del también conservador Daily Telegraph, particularmente entre los propietarios de pequeños comercios. Los disturbios están dividiendo Londres, mientras que las comunidades multiculturales, que antes convivían a pesar de las dificultades, ahora han formado bandas para proteger sus barrios. "Lo que necesitamos ahora, inmediatamente, es controlar nuestras calles", o algo peor estará por llegar.
Ahora Gran Bretaña ya ha experimentado su "momento Katrina", opina el diario de centro izquierda Independent. A pesar de eso, esta "no es una protesta política ni una respuesta al plan de austeridad para el sector público", sino que es la acción de una minoría debilitada por "los departamentos gubernamentales de educación, bienestar, salud y vivienda" durante generaciones. Si sale algo bueno de estos disturbios "será que finalmente afrontemos la vergüenza de nuestra clase marginal."