Él cree, pero ¿lo hace también la UE? El presidente sirio Bashar el Assad domina una calle de Damasco, Siria (Martijn Munneke)

Europa se acerca a Siria

Los llamamientos para incluir a Siria en la Política Europea de Vecindad (PEV) son parte de una estrategia occidental más amplia para intentar distanciar de Irán al régimen baazista previamente aislado y seguir la cooperación con occidente en Irak y Líbano. Chris Philips en The Guardian se pregunta si estamos ante otro ejemplo de sacrificio de los derechos humanos y la democracia por conveniencias políticas.

Publicado en 27 agosto 2009 a las 15:05
Él cree, pero ¿lo hace también la UE? El presidente sirio Bashar el Assad domina una calle de Damasco, Siria (Martijn Munneke)

El objetivo de la PEVes entablar relaciones con los vecinos de Europa basadas "en un compromiso mutuo con los valores comunes (democracia y derechos humanos, Estado de Derecho, buen gobierno, principios de economía de mercado y desarrollo sostenible)". Aparentemente, Siria no ha cumplido dicho compromiso desde que las conversaciones sobre su inclusión en la PEV se congelaran en 2005. Se siguen produciendo violaciones de los derechos humanos y el régimen dirigente no ha dado muestras de cambios hacia la democratización. De igual modo, no han renunciado a las armas químicas, una demanda que Gran Bretaña impuso previamente durante las negociaciones en 2004 y que ahora ha obviado.

Los que se muestran a favor de un acuerdo de asociación con Siria exponen que las ventajas políticas a largo plazo para la UE superan con creces este descuido de principio. Joshua Landis, experto en Siria, expone que las sanciones de Estados Unidos y el aislamiento internacional no han dado sus frutos, por lo que debe probarse otro enfoque. Plantea que el acuerdo propuesto por la UE conectaría a Siria con la economía mundial y la disuadiría de alinearse con los que minan el orden mundial, en especial, Irán. De forma similar, las ventajas económicas de un pacto así contribuirían al desarrollo de una clase media siria mayor que, a su vez, fomentaría una mayor cooperación internacional, tal y como ha sucedido en China. Algunos partidarios van más allá y plantean que no se pone en peligro el principio, ya que este pacto podría fomentar la liberalización interna. Los reformadores sirios insinúan que la apertura económica podría impulsar un mayor liberalismo social, tal y como se ha observado en las economías de los tigres asiáticos. Esta opinión la comparten claramente Gran Bretaña y Francia, que afirman que una cláusula en el tratado facilitará el diálogo en cuestiones como los derechos humanos.

Sin embargo, al analizarlas detenidamente, en ambas propuestas se observan lagunas. El argumento de los derechos humanos no constituye un criterio de inclusión para el resto de miembros de la PEV. Varios de los vecinos de Siria, como Jordania, Israel y Egipto, firmaron acuerdos de asociación con la UE entre 2000 y 2006 y sin embargo, siguen sin respetar los derechos humanos. De forma similar, mientras que algunas economías de los tigres asiáticos se han liberalizado internamente al paso de la apertura económica, China ha ofrecido a los Estados árabes un modelo en el que las inversiones occidentales no necesariamente son sinónimo de cambios hacia la democratización o de respeto de los derechos humanos.

Asimismo, el análisis de Landis supone que al unirse a la PEV, Siria registraría automáticamente un desarrollo económico positivo. Sin embargo, el país aún cuenta con abrumadores monopolios públicos y privados que, según los economistas, deberían reformarse para que la economía floreciera realmente, con o sin la PEV. Además, aunque la economía de Siria está creciendo actualmente, ya muestra los mismos síntomas de distribución desproporcionada de la riqueza que se observan en Egipto, donde el desarrollado sigue siendo desigual desde que se unió a la PEV. El abismo entre ricos y pobres no cesa de crecer en Egipto, lo que fomenta una mayor inestabilidad en los pobres de la ciudad, a los que la PEV no aporta ninguna ventaja. En Siria, donde también aumenta la diferencia entre pobres y ricos, la PEV podría exacerbar aún más la situación en lugar de fomentar la estabilidad de la clase media que predice Landis.

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Dicho esto, Landis acierta al destacar el limitado impacto de la política de aislamiento occidental en el comportamiento de Siria en los últimos cuatro años. Por otro lado, los motivos para excluir a Siria son poco claros. Los precedentes de invitaciones de países a la PEV indican que se realizaron por motivos políticos y económicos en lugar de razones de conciencia. Desde la introducción de la política, los criterios de acceso de Bruselas han estado repletos de incoherencias. En 2004 se denegó la entrada a Siria por no renunciar a sus armas de destrucción masiva, mientras que Israel accedió en 2000 sin ninguna mención a su arsenal nuclear no declarado. De igual modo, Egipto sigue recibiendo grandes sumas de dinero para su desarrollo procedente de la PEV, a pesar de no cumplir sus compromisos en lo que respecta a derechos humanos, buen gobierno y democracia.

Por consiguiente, un tratado entre Siria y la UE sería coherente con la subordinación pasada de la PEV de sus principios fundamentales en favor de sus prioridades políticas del momento. Los intentos europeos de alejar a Siria de Irán y de reducir al mínimo su influencia en el Líbano son los principales motivos de este tratado, y no el impulso del buen gobierno, los derechos humanos o la democracia. En lugar de convertir a Siria en un ejemplo de cómo puede fomentar la UE sus elevados principios, los líderes deberían aprovechar la oportunidad para reflexionar sobre los defectos de la PEV con su apariencia actual. A pesar de ser el principal socio comercial con los Estados de Oriente Próximo, la UE no ha sido capaz de fomentar el tipo de reformas políticas liberales internas que se adoptaron con prontitud en la Europa del Este tras 1989. Es hora de encontrar una mejor forma de convertir esa influencia económica en un impulso económico.

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