Imagen: PE, Electrofervor

Hablemos alto y claro

En todos los idiomas europeos, expresiones como "cambio climático", "comercio justo" y "mortalidad infantil" se han convertido en parte del vocabulario cotidiano. Johann Hari, que escribe en The Independent, expone que ocultan una agenda política que da forma a nuestra visión del mundo. Ha llegado el momento de suprimirlas.

Publicado en 15 septiembre 2009 a las 15:59
Imagen: PE, Electrofervor

El lenguaje necesita una limpieza a fondo periódica, para acabar con las frases que se han quedado pegadas al suelo y con las metáforas putrefactas que han caído detrás del sofá. George Orwell advertía que, inevitablemente, el lenguaje acabará repleto de frases que han perdido su significado, o peor aún, que se han "creado para que las mentiras suenen a ciertas, que el asesinato sea algo respetable y dar una apariencia de solidez al mismo viento". Aconsejaba que "si se acaba con estos malos hábitos, se puede pensar con más claridad, que es el primer paso necesario hacia la regeneración política".

Me refiero a expresiones que, aunque plantean descripciones neutras del mundo, contienen una agenda política oculta que moldea las ideas del oyente. Un ejemplo reciente y obvio es la expresión "técnicas mejoradas de interrogatorio", un eufemismo creado a propósito por la derecha estadounidense para desinfectar la tortura y hacer que suene razonable. A menudo, el lenguaje se dobla y se deforma adrede por motivos políticos. Por ejemplo, en la década de los ochenta, los defensores de la fallida "guerra contra las drogas" se esforzaron por convertir la expresión sencilla, directa y sin dobleces de "uso de drogas" en "abuso de drogas". Esta otra expresión sugiere imágenes siniestras, como "abuso infantil", pero ¿qué significa? ¿De qué forma una persona que fume cannabis una vez por semana para relajarse puede "abusar" de la droga? ¿Es que se dedica a darle palizas a los porros?

Cuando tendremos "comercio no justo"?

Así pues, ¿qué frases me gustaría suprimir? He creado una pequeña lista. Por ejemplo, etiquetar los alimentos como "de comercio justo". Esta expresión sugiere que pagar urgentemente a los pobres un sueldo decente es una gratificante desviación de la norma. De hecho, debería darse por sentado, pues es la posición por defecto de los seres humanos civilizados. Pero si lo creemos, tendríamos que dar la vuelta al etiquetado del resto de los alimentos, que deberían llevar entonces la etiqueta de "comercio no justo", "comercio voraz", o "hagamos comercio pagando una miseria".

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"Mortalidad infantil". Es una expresión clínica y antiséptica ¿alguien se conmueve al escucharla? En realidad estamos hablando de bebés muertos. Veamos un ejemplo. En Malaui, un país del sudeste africano, la tierra del país dejó de ser productiva por su excesivo uso, por lo que el gobierno democrático adoptó la sensata política de subvencionar el fertilizante. Las hambrientas granjas del país recibían sacos a un tercio de su coste real y de este modo el país floreció. Entonces, el Banco Mundial condenó esta política y la calificó de "distorsión del mercado" y dijo que si Malaui quería seguir recibiendo préstamos, debía detenerla de inmediato. Así pues, se acabaron las subvenciones y las cosechas del país fracasaron. Llegó la hambruna y "aumentó la mortalidad infantil". Y lo que significa realmente es que murieron muchos bebés, de forma totalmente innecesaria. Hace tres años, el gobierno de Malaui le dijo finalmente al Banco Mundial que se quedara con sus préstamos y volvieron a subvencionar el fertilizante. Ya nadie se muere de hambre y el país es el único exportador de maíz del Programa Mundial de Alimentos en el sur de África.

La infancia no tiene religión

Analicemos ahora la expresión "niños cristianos/musulmanes". De forma habitual, se califica a los niños de "cristianos", "musulmanes" o "judíos" o cualquiera que sea la religión de sus padres, para justificar su acorralamiento en colegios segregados por la superstición, donde se les adoctrinará en una fe concreta. Pero los niños, tal y como ha señalado Richard Dawkins, no tienen religión. No han leído los textos, ni han pensado según unas ideas determinadas, ni han llegado a ninguna conclusión basándose en pruebas. Los creadores de esta expresión no quieren que lleguen a ello, sino que quieren captarlos a una edad en la que sus facultades racionales aún no están formadas e implantar en sus mentes sus ideas, de forma que se extrañarán al escuchar argumentos racionales que vayan en contra de esas ideas. Deberíamos referirnos a ellos como "los hijos de padres cristianos/musulmanes/judíos", con la clara implicación de que tienen derecho a formar sus propias opiniones.

Decadencia del ecosistema

Hablemos ahora del "cambio climático". Esta expresión la inventó el encuestador republicano Frank Luntz cuando descubrió que para algunos grupos objetivo la expresión "calentamiento global" resultaba demasiado aterradora. El cambio climático suena como algo suave y agradable y nos hace pensar que el clima ha cambiado de forma natural a lo largo de la historia. Además, "calentamiento global" es una expresión problemática, porque nos imaginarnos con los pies al sol. La expresión más precisa sería "desintegración del ecosistema", "caos climático" o "calentamiento global catastrófico causado por el hombre". Son directas, pero ante todo son francas.

Se me ocurren muchas más expresiones. El uso de los títulos reales por parte de los comentaristas republicanos y los periódicos es extraño: ¿por qué no podemos referirnos a la familia Windsor por sus nombres, como hacemos con el resto del mundo? ¿Por qué no nos referimos a "la Reina" como Elizabeth Windsor y a su hijo como Charles Windsor? Así se acaba con esa ridícula aura que no han ganado por méritos propios y aporta una lógica republicana al lenguaje. Orwell decía que debemos "dejar que el significado escoja las palabras y no al contrario". Si se trata de bebés muertos, digamos bebés muertos. Si el ecosistema se está desintegrando, hablemos de que el ecosistema se desintegra. Sólo podremos empezar a cambiar el mundo cuando lo describamos con franqueza.

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