Para España se prevé este año una recesión del 1,5%, que sería más leve en 2013. Consecuencia: aumento del paro, que ya alcanza la cifra de los 5 millones de desempleados. Pero las perspectivas no son tampoco halagüeñas a escala europea, con los jóvenes en primera línea del frente. La gran contradicción que aflige a la Unión Europea es que para contener los déficits, asignatura de cumplimiento obligatorio en la doctrina imperante, se deben contraer las políticas de inversión, y por tanto la recuperación económica. Y sin que la economía tome aliento, no se crearán empresas, no se creará empleo, y no se generarán recursos para acudir puntualmente al pago de la deuda. Un complicado círculo vicioso.
El asunto es grave. En vísperas de la aprobación de una nueva reforma laboral, que parece haber querido retrasarse hasta el último momento a pesar de la presión de Bruselas, resulta incierto que, a pesar de las novedades y facilidades en contratación para las empresas que la reforma pueda aportar, suponga esto una automática recuperación en el número de empleos. El empleo no se crea porque sí. Se crea porque las empresas tienen pedidos y actividad. Y miles de empresas en España no tienen ni lo uno ni lo otro, y no han tenido más remedio que echar el cierre. ¿Tendremos más paro aún con la sacrosanta austeridad, cuando acabamos de llegar al 24% de la población activa -5,4 millones de personas- ? En la cumbre de Bruselas del 30 de enero ha sido el primer mandamiento, aunque se hayan asomado algunas tímidas medidas para la creación de empleo. En el dilema europeo la ortodoxia manda, y los demás obedecen.
Este es el gran desafío con el que le toca lidiar al Gobierno de Mariano Rajoy. Asumir el coste económico y social de mayores recortes, tras reconocer que el déficit dejado por el Gobierno anterior era superior a lo previsto (un 8% y no un 6% del PIB), e intentar relanzar la economía con medidas que animen a que las empresas puedan crear empleo. No hay paños calientes para esto. Y bien harían los agentes sociales, sindicatos y patronal, en proceder a una lectura realista de esta durísima situación, que España no podrá aguantar durante mucho tiempo. ¿Será le receta del, llamémosle, éxito? Nos movemos en un terreno pantanoso y no podemos establecer previsiones para lo que quedará tras el mazazo de los recortes.La prensa financiera anglosajonaavisa sobre el riesgo de que el remedio pueda ser peor que la enfermedad. Aunque sabemos que su visión sobre la salud económica de España no es ni ha sido precisamente condescendiente.
¿Se extraerá alguna lección válida para un futuro más seguro en empleo y crecimiento? La economía productiva y el enfoque en la productividad son cuestiones de las que se viene hablando desde hace mucho tiempo. Pero acercarse a modelos de crecimiento sólido cuesta mucho más que la simple y fácil retórica de un política necesitado de convencer a sus ciudadanos y electores. Requiere decisiones firmes. Quizá es momento de plantear un debate abierto y lejos de la demagogia para decidir sobre cuáles son las medidas que pueden crear empleo de forma permanente en España. Y Rajoy puede tener una buena oportunidad al respecto.