¿Quién ha dicho que los rumanos tengan un don para soportar la austeridad? Justo antes de que estallasen las protestas de los “indignados” en Bucarest, un editorialista rumano se escandalizaba de que el Financial Times sugiriese que sus compatriotas estaban “familiarizados con la austeridad” mientras otros europeos compartían su admiración hacia el aguante de los rumanos ante las medidas impuestas por el FMI.

El préstamo de 13.000 millones de euros contraído en 2009ha ayudado sin lugar a dudas a generar crecimiento en el país, pero ¿a qué precio? Las manifestaciones se han sucedido ante cada una de las medidas de austeridadadoptadas por el Ejecutivo rumano: subida del IVA, bajada del sueldo de los funcionarios, semana de trabajo de 60 horas… En cada una de las ocasiones, el grupo de afectados en cuestión tomó las calles.

Pero el hartazgo de estos últimos días, que ha explotado a raíz de la dimisióndel popular subsecretario de Estado Raed Arafat como protesta ante la privatización del sistema de sanidad pública, se ha dejado sentir en todos los rumanos, tanto de derecha como de izquierda, y han ocupado las calles para atacar a toda la clase política. Hay que interpretar que han superado los límites de su proverbial capacidad de aguante ante los sacrificios. El Gobierno, por su parte, permanece impasible.

Tras haber apoyado el discurso de los responsables políticos que repiten el binomio “austeridad-solidaridad” y proyectan sus fracasos en Europa en lugar de tratar de conjugar austeridad y crecimiento, los rumanos han dicho “basta ya”.

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Las revueltas rumanas no son ni más ni menos que el reflejo de un descontento que podría extenderse a toda la Unión Europea. Porque los europeos apoyan cada vez menos a quienes les reclaman sacrificios sin que les muestren una perspectiva clara y sin que tampoco sean instructivos. “Para que sobreviva el proyecto Europa, otra cosa necesaria”, escribíaLuca Niculescu, en la Revista 22 tras la cumbre europea del 9 de diciembre. Trasmitir de manera que se entienda que la estabilidad pasa por la austeridad sigue siendo una tarea difícil ante unos pueblos que ya están padeciendo la crisis. “Habrá otras manifestaciones”, prevé Niculescu. Esto es una prueba.

Para remediarlo, los responsables deben cambiar de actitud. Que terminen con estas cumbres que siempre son “cruciales”. Deben simplemente explicar, con paciencia, que la desaparición de la moneda única tendría repercusiones que van mucho más allá del retorno a la peseta, al franco o al marco, y comprender, tal y como subrayael filósofo holandés Paul Scheffer, que la adhesión de los ciudadanos únicamente se gana con argumentos sólidos. Puesto que la muerte del euro significará simplemente el fin de la Unión.

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