Modelo noruego

Publicado en 20 abril 2012 a las 14:29

**En estos últimos días, en la sala 250 del tribunal de justicia de Oslo, se está poniendo a prueba la democracia y el Estado de derecho. El juicio a Anders Behring Breivik, que comenzó el 16 de abril, constituye un doble desafío y además, un ejemplo.

Es un desafío en primer lugar para los noruegos, que han tenido que revivir el trauma de los atentados del 22 de julio (con 77 víctimas en Oslo y en la isla de Utøya) así como sufrir la actitud desafiante de Breivik desde que se iniciara el proceso. Este último no sólo no ha expresado ningún arrepentimiento y ha afirmado que estaba dispuesto a repetirlo, sino que además ha contado con la autorización para leer durante 75 minutos las 13 páginas del texto que había redactado para explicar los motivos de sus actos. Sus conciudadanos, empezando por los supervivientes y las familias de las víctimas, tienen que resistir a la tentación de la venganza, confiar en la justicia y desarrollar los anticuerpos necesarios para que no surjan imitadores de Breivik.

También es un desafío para los europeos, ya que la mediatización del juicio a Anders Breivik y el carácter del procedimiento (retransmisión del juicio, libertad de expresión del acusado) han brindado a sus ideas una caja de resonancia única (“un juicio es una ocasión de oro”, escribió en el manifiesto que había publicado en Internet antes de los atentados) y que traspasa las fronteras de Noruega. Pero un número nada desdeñable de europeos comparten estas ideas: la islamofobia, la xenofobia, el odio a las élites, a los socialdemócratas, a los liberales o al multiculturalismo. Y en raras ocasiones en Europa se tiene la ocasión de verlas expuestas sin censura ni límites en un tribunal y retransmitidas urbi et orbi. De hecho, en muchos países, declaraciones como las de Breivik están penadas por la ley por su carácter de odio y violencia o porque incitan al odio y a la violencia.

Al día siguiente de los atentados, el primer ministro Jens Stoltenberg, perteneciente al mismo Partido Laborista que los jóvenes abatidos en Utøya, había afirmado que la respuesta a Breivik pasaba por “una mayor apertura y una mayor democracia”. “Es positivo ver que el Estado de derecho funciona y que la sociedad avanza”, escribió por su parte la víspera del juicio Eskil Pedersen, uno de los supervivientes de Utøya. Y ahí es donde reside el ejemplo de Noruega: una sociedad democrática segura de sí misma y construida sobre un Estado de derecho eficaz no teme a aquel que quiere cuestionar los principios en los que se basa ni sus propósitos, porque posee los medios legales y sobre todo culturales para protegerse de ello. Esta es quizás la principal lección que podemos aprender de todo este asunto.**

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