En la cumbre entre la Unión Europea y América Latina que se cerró esta semana en Madrid, dos modelos claramente contrapuestos se reunían para hablar de intereses comunes. Por una parte, una Unión Europea en plena crisis del euro y una idea europea que se debilita, pero también unos gobiernos que luchan contra viento y marea porque la Unión no se hunda en medio de la tormenta financiera y el acoso de los mercados. Y a los europeos les tocan tiempos de grandes sacrificios.
Por otra parte, América Latina, que se configura como una región en pleno dinamismo económico, sobre la que los mercados no se han ensañado especialmente. Su modelo descansa en una serie de uniones regionales, que poco a poco cierran acuerdos económicos y de integración, pero con una división ideológica y política de fondo que poco tienen que ver con los ideales de unidad establecidos por el "libertador", Simón Bolivar, cuando hace doscientos años las naciones americanas comenzaron su proceso de independencia. Una efemérides bicentenaria que se celebra ahora en América Latina y que sirve para cuestionarse el camino recorrido y el que se espera por recorrer.
Una Europa en crisis y una América Latina con un creciente dinamismo. ¿Qué se pueden aportar mutuamente ambos modelos? La perseverancia europea para continuar a pesar de todo, el ejemplo y la ayuda en la construcción institucional de una región en la que los desencuentros son continuos, y, a su vez, se enfrentan dos modelos: el liberalismo más o menos moderado de Lula y la particular interpretación del socialismo de Hugo Chávez, Cuba y otras naciones. O La importante presencia de inmigrantes latinoamericanos en España y en Europa, como señala el escritor chileno Carlos Franz, que puede contribuir a que los mismos aporten aires nuevos a sus países y sociedades de origen, llevando los modos europeos en la construcción de una unión o en el aprendizaje de la convivencia en sociedades democráticas. América puede aportar la frescura y el potencial de países que tienen todo por hacer, como muestra el buen camino emprendido por Brasil, que se puede instalar como verdadero modelo de desarrollo para otros países de la región.
Europa no debe olvidar a América. Por infinitas razones de proximidad lingüística y cultural. Pero también porque cuenta con un socio de peso en el futuro, una región con importantes perspectivas de crecimiento, con enormes desigualdades, pero para la que es posible construir un modelo de crecimiento sostenido.