También es nuestra guerra

Publicado en 18 enero 2013 a las 15:16

Lo que tenía que pasar, pasó. Al haberse extendido el conflicto de Malí a Argelia, la operación militar lanzada por Francia hace una semana para bloquear el avance de las milicias islamistas que controlan el norte de Malí se torna en una guerra larga y difícil. Una guerra que Francia no puede ganar sola, sin la ayuda de sus socios europeos, o incluso de la OTAN.

La implicación militar, humana y diplomática de los Veintisiete es tanto más oportuna en cuanto que la crisis en curso es el resultado de una situación conocida desde hace tiempo y frente a la que se ha adoptado la política del avestruz. En su estrategia para el desarrollo del Sahel (marzo de 2011), la UE ya reconoce el control “directo” e “indirecto” de Al Qaeda sobre una parte de la región. Pero apuesta más por la ayuda al desarrollo y la cooperación regional que por la lucha contra las milicias islamistas.

No resulta sorprendente porque es un ámbito en el que la UE cuenta con una experiencia reconocida. Pero también supone abstraerse de uno de los principales, sino del principal, obstáculo para el desarrollo económico de una región que registra ya una tasa de crecimiento envidiable.
Y este obstáculo, que los europeos no parecen querer atajar de otra manera que no sea con buenas intenciones, unos aviones de transporte y el envío de profesionales que formen a los ejércitos locales, incapaces de hacer frente a unos yihadistas tan bien pertrechados como motivados. Así se ha escenificado de nuevo este jueves, en la reunión extraordinaria de los ministros de Asuntos Exteriores de la UE.

Pero todo indica que ello no será suficiente para liberar la región de la amenaza que representan esas milicias, tanto para los países directamente implicados como para Europa. Su neutralización (¿se puede negociar con ellas?) es una condición esencial para la estabilización de la región y de su desarrollo económico. Los europeos todavía se benefician de una cierta benevolencia por parte de las poblaciones afectadas, confrontadas a la realidad o con la perspectiva de la dictadura de los grupos islamistas.

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Lo queramos o no, por sus implicaciones, esta guerra también es la de los europeos. Harían mejor en sacar la cabeza de la arena y asumir sus responsabilidades, solos o en el seno de la UE, mientras gocen todavía de una cierta simpatía en la región.

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