El 7 de septiembre, José Manuel Barroso pronunciará su primer discurso sobre el estado de la Unión ante los eurodiputados. El presidente de la Comisión Europea, "presentará su evaluación de la situación de la Unión y pasará revista brevemente a los retos políticos de los próximos doce meses". Se trata de un ejercicio instituido por el Tratado de Lisboa y directamente inspirado en el discurso anual del presidente estadounidense ante el Congreso. Pero con una diferencia: el huésped de la Casa Blanca, aunque dirige un Estado federal en el que los Estados federados disponen de grandes competencias, es el que toma en última instancia las decisiones de la política de su país. No es el caso del jefe de la Comisión, que debe transigir todos los días con el presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy y sobre todo con los dirigentes de los 27 países miembros de la UE.
Ahora bien, en la mayoría de los "retos políticos" expuestos por Barroso, los Estados miembros son los que tienen la sartén por el mango, tanto si se trata de la coordinación de las políticas económicas para garantizar la recuperación, como de la regulación económica, la política energética, las financiaciones del presupuesto de la Unión, la política de innovación o la política agrícola común.
Es cierto que el hecho de que el jefe del ejecutivo comunitario se exprese ante los eurodiputados constituye una evolución importante en el funcionamiento de la UE, pues implica un aumento del poder del Parlamento, que ejerce una influencia cada vez mayor en la definición de las políticas de la Unión, sobre todo en materia medioambiental o de libertades públicas.
Pero la UE no debería funcionar según dos esquemas paralelos, por una parte con las instituciones, la Comisión y el Parlamento a la cabeza, que fijan un contexto legislativo y por otro los Estados, que definen políticas en función de sus intereses nacionales. Tal y como destacaba esta semana el politólogo estadounidense Charles Kupchan, "lentamente pero con seguridad, la escena política europea será cada vez menos europea y cada vez más nacional, hasta que la UE se convierta en una unión sólo de nombre". Nada sería peor que contar con unos dirigentes que hagan que parezca que la Unión funciona porque los tratados otorgan nuevos poderes a sus órganos.
Eric Maurice