Tras el maratón de negociaciones, que han sido más propias de un mercado que de los salones diplomáticos, los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete han finalmente adoptado el presupuesto de la Unión para el período 2014-2020.

Un presupuesto menor en relación al precedente por vez primera en la historia de la Unión, con objeto, según unos, de ser coherentes con la política de recortes presupuestarios adoptada por los Estados miembros. O limitar el desbarajuste financiero que representan ciertas subvenciones, según otros.

Así, a la salida del Consejo Europeo, todos han podido proclamar su victoria y anunciar a sus opiniones públicas respectivas que habían obtenido lo que buscaban: los británicos, con la reducción del presupuesto; los franceses, salvando las subvenciones europeas, comenzando por las agrícolas; los alemanes, subrayando que han estado en el centro de todas las decisiones.

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Lejos de ello. Porque en ese caso no se hubiera contado con los 'alborotadores' del Parlamento Europeo: algunos minutos después de que los dirigentes europeos terminaran de sacar pecho, los cuatro principales grupos políticos (Conservadores, Social-demócratas, Liberales y Verdes) anunciaban en un comunicado conjunto que *"el Parlamento no puede aceptar el acuerdo de hoy en el Consejo Europeo en tales condiciones" y manifestar que "las verdaderas negociaciones van a empezar ahora en el Parlamento Europeo"

En la víspera de la cumbre, los eurodiputados ya habían puesto sobre aviso a los Veintisiete contra toda voluntad de "sacrificar el futuro de la UE a la crisis actual" y les habían requerido para que "no utilicen la crisis económica como pretexto para imponer la austeridad en la UE hasta 2020".

Ahora que la pelota está en su campo, los representantes de los pueblos de la Unión tienen la clara intención de hacer valer sus prerrogativas y renegociar el texto aprobado por el Consejo. De esta manera, recodarán a los Estados miembros que el rigor no es un fin en sí mismo y que, para salir de la crisis, Europa necesita inversiones a largo plazo que puedan apoyar el crecimiento. Y, sobre todo, que el futuro de la UE no se negocia a puerta cerrada, y al abrigo de la única institución democráticamente elegida de la Unión. Afortunadamente.

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