El auténtico desafío chino

Publicado en 12 octubre 2010 a las 10:12

La cumbre UE-Asia celebrada el 4 y el 5 de octubre supuestamente debía reforzar la cooperación ante la crisis económica mundial. Oficiosamente, todo el mundo sabía que los dirigentes de la UE iban a intentar convencer a China de que revaluase el yuan.

Estos proyectos no han producido ningún resultado, ya que el primer ministro chino Wen Jiabao advirtió de entrada a sus interlocutores europeos de que cualquier tentativa de presión sobre Pekín estaría abocada al fracaso. Durante este tiempo, cada vez más expertos apuntan al desequilibrio en las relaciones bilaterales, encarnada por los 130.000 millones de euros del déficit comercial de la Unión con China.

"Durante varios años, la Unión ha aplicado con respecto a Pekín una política de atracción, desprovista de cualquier condición y ahora sufre un auténtico fiasco... los inversores chinos se entusiasman en Europa mientras que los europeos desalojan China",lamenta en Gazeta Wyborcza François Godement, experto en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.

Es cierto que últimamente las empresas chinas han empezado a acceder a Europa por la puerta pequeña. Son las que han lanzado un salvavidas a Grecia, endeudada hasta el cuello, además de la promesa de Pekín de realizar gigantescas inversiones en infraestructuras, sobre todo en la modernización del ferrocarril griego. También ha sido China quien ha comprado, por más de 3.000 millones de euros, el puerto de mercancías del Pireo. En cuanto a Serbia, candidata potencial a la UE, los chinos construirán en este país un puente sobre el Danubio.

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¿Qué debemos hacer ante esta situación? La Unión puede seguir el ejemplo de Estados Unidos y aumentar los impuestos ya existentes sobre los productos chinos o bien introducir nuevos impuestos. También puede seguir incitando a Pekín a revaluar su moneda.

Pero en opinión del politólogo estadounidense Fareed Zakaria, se trata de una batalla inútil. Ni siquiera un aumento del 20 % del yuan haría que las empresas estadounidenses o europeas fueran más competitivas, y los productos asequibles de Asia no desaparecerían tampoco de las estanterías de nuestros establecimientos. A lo sumo, las camisetas chinas se sustituirían por productos de Vietnam y Bangladesh.

Sin embargo, Zakaria destaca otro problema, mucho más grave. Se trata de la creciente competitividad de China en materia de educación y de economía basada en el conocimiento. En diez años, sus gastos en educación se han triplicado, el número de universidades se ha duplicado y la cifra de estudiantes se ha multiplicado por cinco.

Si tenemos en cuenta el cálculo realizado por el premio Nobel Robert Fogel, según el cual un empleado con una titulación superior es tres veces más productivo que aquél que sólo ha cursado estudios básicos, nos podemos imaginar fácilmente que los problemas económicos actuales con China son tan sólo un preludio de la auténtica batalla que nos espera de aquí a unos años.

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