Casi vamos a añorar a Javier Solana, el huidizo Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Común. Al menos a él se le veía de vez en cuando, durante las citas internacionales o “animando” las ruedas de prensa donde imperaba la retórica políticamente correcta. El Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), ideado para dotar a la Unión de la voz común que le hacía falta, ha tomado posesión ahora, tras más de tres meses, y su jefa, Catherine Ashton, brilla por su ausencia. Ausente - o suplantada por otros líderes europeos - en el mundo árabe en ebullición; ausente en Japón; ausente en Libia, ausente en Lampedusa. ¿Qué hará falta para que Lady Ashton y el SEAE salgan por fin a la palestra? ¿Una guerra ante sus propias narices? ¿Una invasión del Reino Unido?

Por su parte, los Estados miembros, que eligieron también a Lady Ashton para hacer exactamente lo que está haciendo, actúan cada uno según sus propios intereses: París y Londres crean un ejército común y buscan el aval de la ONU en su intervención contrala Libia de Muamar el Gadafi; y París se alinea también militarmente con las tropas de Alassane Ouattara en Costa de Marfil, por citar únicamente algunos ejemplos recientes.

Resulta como reconocer que el SEAE supone tirar el dinero del contribuyente europeo por la ventana. Esos 570 millones de euros anuales podrían destinarse de manera más eficaz a acciones civiles, militares y humanitarias, que es necesario llevar a cabo, y de las que todavía no se ha oído hablar. Demasiado timorato y sin voto, el SEAE se difumina con discreción beneficiando a las capitales, que hablan cada una para sí misma. Ahora bien, querida Lady Ashton, la timidez no formaba parte de los principios defendidos por los padres fundadores.

Así que o la UE acepta esta limitación y se adapta a ella - es decir, renuncia a una política exterior digna de ese nombre - o la rechaza y cambia de línea de actuación. El tren que ha cogido hasta el momento la diplomacia europea no lleva a ninguna parte. En lo que respecta al maquinista, ante su falta de valentía, de iniciativa y de arrojo, más vale que le ceda los mandos a alguien más inspirado antes de que lleguemos al final de este trayecto. ¿Hay algún candidato en la sala?

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