Tras el pánico alrededor de la supervivencia del euro de hace un año, ahora está amenazado otro gran pilar de la integración europea: la libre circulación de las personas. Ante la llegada de cerca de 30.000 inmigrantes procedentes de África del Norte, a Roma y a París no se les ha ocurrido otra cosa que solicitar una revisión del convenio de Schengen, con el fin de restablecer los controles en las fronteras interiores y de impedir que las hordas de inmigrantes no elegidos lleguen y amenacen su prosperidad.

Desde que los europeos pueden desplazarse libremente de un país a otro, las fronteras han dejado de encarnar el aspecto más visible de la soberanía de los Estados. Pero hoy, dicha soberanía va viento en popa y los Estados miembros han vuelto a tomar las riendas en varios ámbitos en los que se sienten superiores, esencialmente por motivos de política interior, pero incluso llegan a gestionar los problemas, comenzando por la política exterior y actualmente, en el ámbito de la seguridad. Excepto, tal y como ha hecho Roma, para apelar a la solidaridad de sus socios cuando las cosas escapan de su control.

Si la petición de un reparto más equitativo de las tareas y las cargas entre los 26 países miembros del espacio Schengen es legítima (actualmente, los Estados en las fronteras externas de la zona de libre circulación son responsables de los controles en las mismas), el símbolo no es menos significativo. Tanto más porque este repliegue coincide con una apertura simbólicamente también importante: la de los mercados laborales alemán y austriaco a los trabajadores procedentes de los antiguos países comunistas.

Desde que los europeos pueden desplazarse libremente de un país a otro, la UE simbólicamente ha dejado de ser para ellos un mercado común para convertirse en una auténtica comunidad. Se trata de un avance que ha contribuido a la construcción de la Europa de los ciudadanos, mucho más que los tratados, los reglamentos u otras directivas. Ponerlo en tela de juicio equivale a poner en peligro una de las razones de ser de la Unión.

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