El mito griego y el presupuesto de Bruselas

Publicado en 1 julio 2011 a las 13:23

Grecia es la cuna de Europa y el origen de muchos mitos que pueden convertirse en metáforas periodísticas. La piedra de Sísifo, los trabajos de Hércules o el tonel de las Danaides se han utilizado en numerosas ocasiones para explicar la situación en la que se encuentra el país y su Gobierno. Añadamos ahora la historia de Dédalo.

Al igual que este arquitecto encerrado por el rey Minos con su hijo Ícaro en el laberinto que había construido, la Unión Europea se encuentra bloqueada por la crisis, en un punto en el que todos los caminos difíciles desembocan en un atolladero. Por un lado, se encuentra la política de austeridad impuesta a los griegos desde hace un año: no sólo no ha tenido prácticamente efecto alguno en la reducción de los déficits y en la reforma de un sistema corrupto e ineficaz, sino que, tal y como habían señalado muchos expertos, ha aniquilado cualquier posibilidad de crecimiento económico, tan necesario para salir de la crisis. Por otra parte, están los planes de rescate: los 110.000 millones prometidos han hecho más profunda la fosa psicológica entre los europeos del norte y del sur y han hecho que aumente el endurecimiento de Alemania en las negociaciones europeas, sin llegar a aliviar a los griegos ni haber ofrecido una perspectiva real de salida de la crisis.

Existe otra vía posible: la reestructuración de la deuda griega. Pero nos encontramos con un callejón sin salida inmediato, ya quelos dirigentes europeos temen la reacción de los mercados y la extensión de la crisis a otros países de la eurozona. Al mismo tiempo, algunos de estos mismos dirigentes optan por tomar la dirección de una mayor integración económica y de un "federalismo de crisis", lo que conduce hacia la creación de euro-obligaciones y una coordinación supranacional de las políticas fiscales y presupuestarias. Pero en este caso, su acción se topa de frente con los intereses discrepantes de los países miembros. Y la profundización de la integración política y económica va en contra de la opinión pública que, con toda la razón, expresa su euroescepticismo en las urnas.

En resumen, se mire por donde se mire, la UE-Dédalo se encuentra en una mala posición. Y al igual que el personaje del mito, tendrá que encontrar un medio de salir del laberinto. Lo sorprendente es que la Comisión Europea es la que proporciona ahora la clave de la solución. Esta semana, en su presentación del proyecto presupuestario para el periodo de 2014 a 2020, el Ejecutivo comunitario califica como "financiaciones prioritarias" las destinadas a los "proyectos transfronterizos en los ámbitos de la energía, los transportes y las tecnologías de la información" y propone un "aumento significativo del presupuesto previsto para investigación y desarrollo, con el fin de invertir en nuestra competitividad y en los fondos complementarios a favor de la juventud europea". Es decir, que identifica áreas en las que los europeos deben invertir (y emplearse a fondo) para salir del declive económico y social en el que están atascados.

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Por desgracia, estas perspectivas tan maravillosas van en contra de las políticas impuestas por Bruselas y los Veintisiete en los países en crisis e incluso en la mayoría de países europeos. Y sabemos perfectamente que las buenas intenciones anunciadas por la Comisión antes de las negociaciones que se van a iniciar no la comprometen a nada, ya que podrá hacer que recaiga la responsabilidad en los Estados, incluso en el Parlamento, si todas estas ambiciones se revisaran a la baja.

Austeridad real contra ambiciones sobre el papel: los dirigentes europeos no podrán gobernar durante mucho tiempo con esta contradicción que experimentan los pueblos europeos a diario. Las alas de Ícaro, el hijo de Dédalo, se derritieron precisamente por olvidarse de la realidad.

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