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¿En qué se mete Bruselas ahora? Tras haber creado reglamentos sobre la curvatura del pepino, la comercialización de las zanahorias o haber indicado qué debe figurar en los envoltorios de los cosméticos, ahora nos hace renunciar a nuestras buenas y viejas bombillas incandescentes de 60W (las de 100W no son legales desde hace dos años y las de 75W desde el año pasado) y también amenaza con ocuparse de las cafeteras eléctricas que consuman excesiva energía.
Mientras el euro se tambalea, la recesión asoma de nuevo la nariz, el paro causa estragos, el malestar de los jóvenes se torna insoportable y el Mediterráneo está en plena ebullición, no hace falta más para que parte de la prensa europea emplee con ahínco la ironía en contra de la eurocracia y de su obstinación por querer regular hasta el más nimio detalle de nuestros vidas sin consultarnos y sin delegar.
Los33 000 "eurócratas" de Bruselas sirven también para armonizar algunos aspectos de nuestro entorno (recordemos que la ciudad de París tiene 40.000 empleados). Y son los Estados miembros quienes han decidido que así sea, puesto que ellos aprueban los tratados y fijan las competencias. Como en los ministerios de los Estados, donde los tecnócratas elaboran las medidas que son después adoptadas por el Ejecutivo (la Comisión) y aprobadas por los representantes del pueblo (el Consejo y/o el Parlamento). Como han sacado a colación algunos lectores, el proceso no es menos democrático que el que tiene lugar en ámbito estatal.
Ya nos hemos dado cuenta de que la UE es torpe en su comunicación, tanto desde el punto de vista formal como, a menudo, del momento en la realiza: sus avisos se perciben como fríos, concluyentes y formulados, en la mayor parte de los casos, por personajes (empezando por los propios comisarios) que no nos son familiares y que no hablan nuestra lengua.
¿No es necesario que realicen un esfuerzo pedagógico? Sin duda.¿No sería deseable una mayor transparencia en el proceso de elaboración de las decisiones comunitarias y de su adopción? Ciertamente. Pero dejemos de reprochar a la UE que sirva, entre otras cosas, para lo que fue creada por nuestros queridos representantes políticos.
