“Escaramuza polaco-lituana en Bruselas”, publica el periódico Gaceta Wyborcza, al referirse a una carta abierta redactada por diez eurodiputados polacos para el presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek. En ella, se hace un llamamiento a favor de “la defensa de los derechos de las minorías polacas de Lituania”. “Los polacos residentes en Lituania tenían la esperanza de que una vez adherido este país a la UE, se respetarían y ampliarían los derechos de las minorías étnicas. Sin embargo, este no ha sido el caso”, escriben los signatarios de la carta, que según el periódico Wyborcza, fue promovida por el polaco-lituano Waldemar Tomaszewski, excandidato a la presidencia. Audronius Ažubalis, jefe del Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento lituano, afirma que esto tan sólo incita a que se desate un conflicto étnico, además de dificultar la integración de la minoría polaca en Lituania (7% de la población del país).
Entre las desavenencias se encuentran el derecho a que los nombres de las calles y de las ciudades figuren en ambos idiomas en zonas de mayoría polaca; el derecho a emplear la grafía polaca en los nombres propios que aparecen en los documentos de identidad y pasaportes; el derecho a abrir escuelas polacas; y el derecho a recuperar los bienes raíces que les fueron expropiados a los polacos de Lituania. “Tenemos una historia compleja, hace poco que hemos logrado la independencia. Si aceptamos que las ciudades reciban nombres polacos, no podremos oponernos a que también se escriban en cirílico” apunta Vytautas Landsbergis, el primer líder de la Lituania postsoviética. A nuestros poderosos vecinos rusos, prosigue, les conviene que nos peleemos entre polacos y lituanos. Otro asunto que sigue anegando las relaciones bilaterales es la toma de Vilna por los polacos en 1920.