El ya de por sí controvertido Viktor Orbán genera una nueva polémica en Europa. El 27 de julio, en una reunión de la Asociación Nacional de Empresarios (VOSZ) en Budapest, el primer ministro húngaro evocó la posibilidad de instaurar un sistema nuevo en lugar de la democracia, dado que su pueblo, “medio-asiático”, “sólo entiende la fuerza”. Y el 29, en una visita a la minoría húngara de Rumanía, consideró que la Unión Europea es la “principal responsable de la profunda crisis actual, que menosprecia a los países de Europa del Este”, y que “no puede tener éxito”.
“Bruselas es tonta y Orbán inteligente”, sintetiza Népszava. El diario de izquierda considera que
si alguien todavía tenía dudas de que Orbán era más partidario de un régimen autoritario que de la democracia, él mismo las ha despejado. Su discurso no fue un lapsus, sino que revela el trasfondo de su manera de pensar. Ahora sabemos qué opina sobre Europa, sobre Hungría y sobre la democracia […]. Su declaración sobre la posibilidad de un sistema no democrático representa una clara amenaza para los ciudadanos húngaros.
Hasta el Magyar Nemzet, que apoya habitualmente al primer ministro, tiene problemas para defenderlo en esta ocasión. Aunque, según este diario,
el diagnóstico que realiza sobre la Unión es bastante pertinente, pues el renacimiento nacional que Orbán comparte es ya un hecho en Europa. El problema se plantea a la hora de encontrar un punto medio entre el interés nacional y el interés común. Orbán ha lanzado un monólogo, no un diálogo. Y eso no es una buena señal.
El semanario liberal Magyar Narancs defiende inequívocamente en su artículo de opinión que:
si le damos una nueva oportunidad a Orbán en 2014, tendrá razón, nosotros mismos demostraremos que somos verdaderamente un pueblo medio-asiático.