Se trata de “una ola de protestas” asegura en portada Vecr. Así describe las manifestaciones contra la corrupción y las medidas de austeridad del Gobierno del conservador Janez Jans, que habían marcado toda la campaña electoral, y que han vuelto a producirse después de que el socialdemócrata Borut Pahor haya sido elegido para ocupar la presidencia de la República. El propio Jans, al igual que el líder de la oposición y alcalde de Liubliana, Zoran Jankovic, están siendo investigados por corrupción. Y en Maribor, el 3 de diciembre 10.000 personas se echaron a las calles para pedir la dimisión del alcalde, Franc Kangler. El diario Delo afirma que
la ira y el descontento social han alcanzado nuevos límites después de que Kangler, acusado de corrupción y clientelismo, fuese elegido para el Senado. Fue la gota que colmó el vaso. Los ciudadanos se han rebelado contra los problemas acumulados de la transición, las dudosas privatizaciones, la corrupción, los vacíos del estado de derecho y de la arbitrariedad de la clase política. El poder no ha sabido tomar decisiones oportunas para parar las movilizaciones y devolver la esperanza, para llegar a convencer a los ciudadanos de que se planta cara a los problemas a través de las urnas y no en la calle.
Su homólogo Dnevnik subraya que
La calle no legisla, tal y como aducen quienes quieren descalificar a los manifestantes, pero los ciudadanos han decidido que la política pase por sus manos, no únicamente en Maribor, sino en todo el país, en Liubliana, Celje, Koper, Kranj, Novo Mesto o Trbovlje, y lo han hecho como signo de solidaridad con Maribor.
“Eslovenia, que durante 20 años ha constituido un ejemplo de éxito para los países en transición, atraviesa un periodo de agitación debido a una profunda crisis” señala por su parte el Jutarnji List. Para el diario croata,
El país cuyo PIB ha sido el más elevado de entre todos los países en transición, que se adhirió a la UE en 2004 e introdujo el euro apenas tres años después, sigue ahora los pasos de Grecia y Portugal. Se trata de la consecuencia de las reformas que no se han llevado a cabo, los créditos que los bancos, de los que el Estado es el accionista mayoritario, concedían según criterios políticos y no económicos. Hoy los bancos acumulan deudas, y conseguir un crédito se ha convertido en algo tan sencillo como ganar la lotería.