La crisis en Ucrania y la tendencia de Rusia a utilizar el gas natural como arma política han creado una distancia sin precedentes entre los antiguos países comunistas, indica Romania libera : “Si los países en primera línea-Polonia, Rumanía y los países bálticos-han mantenido actitudes firmes hacia la anexión de Crimea y la ofensiva de Gazprom, en otros países, como Hungría”, las cosas son diferentes. “El primer ministro Viktor Orbán ha girado 180 grados, convirtiéndose, de adversario de Moscú, en un partidario ‘pragmático’ de Rusia. Otros también, como la República Checa, han optado por una posición ambigua para contentar tanto a Bruselas como a Moscú y otros, como Bulgaria, se han convertido en seguidores entusiastas de la Rusia de Vladimir Putin.”
La división de Europa del Este es calificada de “sorprendente” por el diario de Bucarest, ya que
la experiencia comunista y la dominación soviética del pasado deberían haber constituido la base para una posición común hacia la agresión rusa en Ucrania y la manera en la que Rusia utiliza el arma energética contra Europa.