El expresidente francés Nicolas Sarkozy fue detenido e interrogado por “corrupción activa” y “tráfico de influencias” tras haber propuesto, según los jueces, su intervención para obtener una promoción a favor de un alto magistrado a cambio de informaciones sobre otro procedimiento judicial en el que estaba implicado. Una acusación que Sarkozy negó, presentándose como víctima de una “instrumentalización política de una parte de la justicia” en una entrevista televisada el 2 de julio. Una “canción” que “nadie se puede tomar seriamente” según el diario de izquierdas Libération :
Al contrario, es una justicia independiente a la que hoy hace frente el antiguo presidente. […] Esta argumentación ridícula, prueba una vez más el desprecio del antiguo jefe del Estado por la institución judicial, y revela sobre todo la debilidad de los argumentos de su defensa. A las acusaciones de una extrema gravedad de corrupción activa [...] Nicolas Sarkozy no ha dado la menor respuesta concreta.
Si el asunto termina en un proceso, la corrupción podría ser sancionada con diez años de prisión, y, según Libération, una pena de inelegibilidad “que cortaría el camino a un eventual retorno de Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2017”.