Berthold Kohler escribe en Frankfurther Allgemeine Zeitung que el presidente ruso Vladimir Putin “no tiene interés alguno en una Ucrania próspera”, defendiendo que Putin quiere crear un “Estado fallido” que actuaría de zona de seguridad entre Rusia y las democracias occidentales.
El objetivo de Putin no es la estabilización del país vecino, sino su desestabilización. Quiere evitar un temido giro hacia Occidente. Para un país con tales “problemas”, formar parte de la UE o de la OTAN está fuera de toda discusión. [...] Es obvio que desde un punto de vista geoestratégico el Kremlin también está contemplando una conexión terrestre con Crimea, que actualmente depende de los suministros ucranianos. Putin quiere que Kiev depende del aprovisionamiento ruso, no al revés.
El semanario británico The Economist indica que, a pesar de la escalada de incursiones en el este de Ucrania, Putin ha puesto el foco en la economía del país:
En Minsk [en una cumbre en la que se reunió con el presidente ucraniano Petro Poroshenko] Putin no utilizó ninguna de las notas nacionalistas que acompañaron la anexión de Crimea. En su lugar, incidió en los asuntos económicos, pergeñando una guerra del gas. Con las temperaturas en descenso, Putin cree que el tiempo está de su lado. Ucrania necesita 5.000 millones de metros cúbicos de gas para pasar el invierno.
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The Economist indica que la pérdida de Crimea y la crisis en el este de Ucrania han dejado la economía “hecha trizas”, con el Fondo Monetario Internacional estimando que el producto interior bruto se contraerá un 6,5% este año y la moneda local (hryvnia) ya se ha devaluado un 60% con respecto al dólar. El semanario también subraya la importancia de la problemática región de Donbas, que “produce el 16% del PIB y el 27% de la producción industrial total”.