Crisis de la eurozona

Mario Draghi ¿salvador de Europa?

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE) está dispuesto a todo para hacer más eficaz la economía monetaria europea.

Publicado en 31 marzo 2016 a las 16:48

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¿Qué puede hacer Mario Draghi para volver a la política monetaria europea más eficaz? La primera vía que él tiene disponible consiste en hacer más pero continuando con la misma política.

De igual manera él podría querer continuar con la misma lógica, pero interviniendo de forma más directa sobre los mercados de acciones y de obligaciones de las empresas.

Esa sería la última etapa antes de avanzar hacia la única política monetaria que sería eficaz hoy: financiar directamente las inversiones o incluso a los hogares europeos.

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Dos vías de estacionamiento

Si el Banco Central Europeo (BCE) se conforma con seguir la misma política “pero más grande”, hay pocas oportunidades de que obtenga mejores resultados. “La eficacia no es nula, pero son políticas con rendimientos menguantes”, confía un exempleado del Banco Central. Nos preguntamos para qué serviría disminuir todavía más la tasa directora que ya estaba prácticamente a cero. De la misma manera, anunciar una nueva extensión del quantitative easing – el BCE ya ha recurrido a ello, prolongándolo de septiembre de 2016 a marzo de 2017 – o un alza en el monto de compras de activos de 60 a 80 mil millones de euros mensuales creara más moneda, pero eso no tendría más impacto mañana que del que tiene hoy sobre el financiamiento de las economías de la zona. Aplicar todavía más impuestos a los depósitos en los bancos con una tasa negativa les incitaría a retirar para colocar más dinero en el extranjero, lo que contribuiría a debilitar un poco más el euro. Pero únicamente en la medida en la que otros bancos centrales, particularmente la estadounidense, lo dejen actuar.

El BCE podría entonces decidir financiar el mismo a las empresas comprándoles directamente acciones u obligaciones. Lo cual no se haría sin causar problemas. Los cambios de humor de los mercados se encontrarían entonces en el los balances del banco central. Por otro lado las empresas que se beneficiarían de las compras del BCE verían sus costos financieros reducidos, pero no los otros costos.

Además, el mercado de deudas privadas potencialmente comprables es reducido en Europa: al final de 2015, el volumen de deudas de las entidades públicas sobrepasa ligeramente los 7,5 billones de euros y el de las empresas en 900 mil millones.

Frente a estas dificultades, otra vía es propuesta por muchos economistas para hacer financiar directamente la economía mediante el dinero del banco central. Los apoyos a este principio han sido muchos, y no pequeños: de Paul Krugman a Ben Bernanke, el exdirigente del Banco Central Estadounidense, pasando por Willem Buiter, el jefe economista de Citigroup, y Adair Turner, antiguo responsable de la regulación financiera británica. ¡Sin olvidar a los grandes veteranos, de Keynes a Friedman!

“QE for the people”

Concretamente, dos caminos son propuestos: ya sea un financiamiento de proyectos de infraestructuras públicas para la creación monetaria, o ya sea una distribución directa de dinero a los europeos. Ninguno de los dos es fácil. En el primer caso, explica el economista Frank Van Lerven [1], los proyectos deben poder ser puestos en marcha rápidamente para ser eficaces y su escala debe variar en función de la cantidad de moneda que el BCE está dispuesto a crear. Los montos afectados a cada país deben ser decididos junto con los bancos centrales nacionales, pero la decisión en cuanto al empleo de los fondos le pertenecería a los Estados, quienes deben por ejemplo, fijarse un objetivo de reducción del desempleo. Eso podría concernir, por ejemplo a un proyecto europeo de economía de energía. El efecto macroeconómico – y ecológico – sería directo, local e importante.

Si no, queda la segunda opción que consiste en utilizar el dinero creado por el BCE para alimentar las cuentas de banco de cada europeo e incitar a consumir o a desendeudarse. Lo que podríamos resumir a la frase “Quantitative easing for the people” (o “flexibilización cuantitativa para la gente”). ¡Sin duda la medida sería popular! Pero el impacto macroeconómico sería menos fuerte que en el primer caso, porque una parte de esos ingresos adicionales sería ahorrada o también gastada en importaciones.

Además, para ser eficaz, habría que distribuir más dinero en los países con más dificultades y proceder así a una forma de redistribución de los ingresos en la zona euro, en la que el control sería dejado a los técnicos del BCE. “Es la solución de último recurso, pero tiene poca oportunidad de aplicada”, concluyó Anton Brender. Incluso el “sin límites” de Mario Draghi tiene sus límites. Y ellos son tanto democráticos como económicos.

Traducido por Raúl Durán Bravo

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